Fallar cada vez mejor

Adultos

Marie Aubert

Traducción por Traducción de Cristina Gómez-Baggethun

Nórdica Libros

Madrid, , , 2022,, 160 pp.

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Adultos es, por un lado, un retrato de familia; por otro, y sobre todo, el de una mujer en crisis. El libro está contado en primera persona, la de la protagonista, Ida: soltera, sin hijos, con un buen trabajo como arquitecta. Al inicio de la novela está de camino a la costa, a la cabaña familiar donde se va a celebrar el cumpleaños de su madre. “Los niños de los demás, siempre, por todas partes. Lo peor es en el autobús, cuando no tienes escapatoria. Tengo la espalda sudada y estoy de mal humor.” Ese es el comienzo del libro, que a un lector perezoso le invitaría a encasillar a Ida como una solterona cascarrabias. Pero hay que esperar, porque Aubert, con una sencillez envidiable, va dibujando a una mujer llena de dudas y miedos, de una torpeza enervante que aun así produce lástima, de un humor fruto de la ineptitud que a veces resulta tronchante. Como el personaje de Phoebe Waller-Bridge, Fleabag, homónima serie a la que hace referencia la faja de este libro.

La autora ha explicado que en alemán existe una palabra precisa para definir el sentimiento que invade a Ida y, en general, a quienes sufren la crisis de los cuarenta: Torschlusspanik. Sería algo como “el miedo de las puertas correderas”, es decir, el temor ante la sensación de que el tiempo avanza y las oportunidades desaparecen. Ida, como Fleabag, tiene relaciones esporádicas con hombres inadecuados, muchos de ellos casados. Describe algún encuentro sexual miserable. Es usuaria de Tinder. Estando ya en la cabaña familiar, envía mensajes insulsos a personas con las que ha estado liada tiempo atrás. “No me responden. Siempre hago estas cosas, no sé por qué, nunca pienso en estos dos tipos, y aun así hago estas cosas, hurgo y remuevo en la gente solo para que alguien sepa de mí, para que alguien me responda.” Algún día llegará el hombre adecuado. Eso le dicen sus amigas, incluso lo piensa la propia Ida. Llegará “como una recompensa con un lazo, algo que se me concede por haber aguantado tanto tiempo sola”. Mientras tanto, ha decidido iniciar el proceso para congelar óvulos.

En la cabaña la esperan su hermana menor, Marthe; la pareja de esta, Kristoffer, y Olea, la hija de él. Al día siguiente llegará la madre de ellas y su novio, Stein. Lo que iban a ser unos días pacíficos de vacaciones, navegando por el fiordo y comiendo gambas, se convierte en una incómoda guerra de egos que saca a relucir la rivalidad que Ida siempre ha tenido con su hermana. Esa rivalidad, además, agudiza su sentimiento de fracaso personal. El detonante es una noticia de Marthe que hace que las inseguridades de Ida se recrudezcan y que empiece a comportarse más como una niña que como una adulta: se esfuerza por llevarse bien con Olea y siente satisfacción cuando la cría la llama su “mejor amiga”, pero porque eso supone restregarle en la cara a Marthe que ella se lleva mejor con su hijastra; calla sus meteduras de pata para que Marthe se lleve las culpas; flirtea con Kristoffer; se siente reconfortada con las miserias ajenas, porque le hacen sentirse menos fracasada.

Esta novela es una comedia áspera, con toques de humor negro. (Es fácil imaginar una adaptación cinematográfica del texto.) El humor a menudo salta en relación a Stein, al que Ida nunca ha sabido cómo tratar. Cuando este le pregunta qué tal le va en el amor, la madre le golpea el brazo y él replica: “¿No se puede preguntar? ¿Es por lo del #MeToo?” Poco después, cuando Stein dice que él y la madre son late bloomers, Ida espeta: “Los late bloomers son los homosexuales que salen tarde del armario.”

Durante menos de dos días de verano, vemos cómo la protagonista va perdiendo la compostura. Se revuelve y no sabe cómo gestionar sus sentimientos, incapaz de encontrar su lugar. Recuerda cuando su hermana, siempre enferma para obtener la atención de la madre, le fastidió el día que iba a dar un discurso escolar (en lugar de reproducir la cita beckettiana Try again. Fail again. Fail better dijo Ever fail, fail better); o que Marthe mantuvo el contacto con el padre después del divorcio: ella, sin embargo, optó por mantenerse “fiel” a la madre. Ida se define como la niña cumplidora que siempre lo hacía todo bien, pero también deja entrever que sus inseguridades vienen de lejos: de adolescente, se enamoraba de quienes la alababan. Y siente que la vida la ha defraudado por no recompensarla con lo que le corresponde, en una suerte de cobarde negación de responsabilidad sobre su propia existencia. De ahí la envidia, disfraz de su desubicación: “acabo leyendo tebeos del pato Donald y de Astérix, y bebiendo cerveza desde primera hora, me siento sola, me inquieto y por la noche tengo que tomar Imovane porque me da miedo la oscuridad. A la mañana siguiente lo único que me apetece es volverme a la ciudad y tengo la sensación de estar tratando de hacer algo que no me sale”. La infancia se convierte para ella en un refugio, aunque se da cuenta del engaño, de que la nostalgia no la rescatará de su presente: “tampoco puedo andar torturándome con cierta imagen de cómo eran las cosas antes”.

Adultos, que ha recibido el Premio de la Crítica Joven de Noruega, refleja el miedo a ser eso, un adulto; a ver puertas cerrarse. Pero también, quizá, alguna otra se abre. ~

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Es editora y miembro de la redacción de Letras Libres.

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