Hombres en sus horas libres, de Anne Carson

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El interรฉs โ€“y el inconvenienteโ€“ de la poesรญa de Anne Carson (Toronto, 1950) radica en el hecho de que su autora carezca de sentido lรญrico, aunque la adornen muchas otras virtudes intelectuales. Es la suya una poesรญa en lucha constante por ser poesรญa: que busca, en las profundidades de la formaciรณn clรกsica de su creadora โ€“profesora universitaria de insigne trayectoriaโ€“, en el laberรญntico mundo de la cultura y en el orden abstracto del pensamiento, el humus donde arraigar. Honra a la poeta que reconozca sus limitaciones. En โ€œQuiero ser insoportableโ€, la entrevista incorporada como epรญlogo al volumen, afirma: โ€œNo soy una persona con oรญdo musical. A veces hago versos con cierta gracia, pero en general tienden a ser bastantes toscos. [โ€ฆ] Nunca serรฉ una persona que escriba hermosos sonetos musicales. Eso no va a pasar, asรญ que tengo que hacer otra cosa, algo de tipo narrativoโ€. Sin embargo, su falta de oรญdo y su austeridad emocional se avienen a la perfecciรณn con el canon posmoderno, porque obligan a la canadiense a hibridar de continuo los gรฉneros y a sustituir el discurso lรญrico por artefactos figurativos o peroratas filolรณgicas, que se erigen, por su estricta presencia, en verdad poรฉtica. El bucle que consiste en no poder hablar sin ser consciente de que se habla, constituye otro rasgo especรญficamente posmoderno, del que tambiรฉn participa Hombres en sus horas libres: โ€œNunca he podido pensar sin pensar en mรญ misma pensandoโ€, revela Carson en su entrevista.

Para obtener estos resultados, Carson se apoya en dos grandes pilares: la cultura clรกsica y el irracionalismo contemporรกneo. Las referencias a la literatura grecolatina son constantes, aunque no necesariamente respetuosas: con frecuencia aparecen salpicadas de elementos parรณdicos o irreverentemente mezcladas con la actualidad: Catulo, por ejemplo, es sumergido en el hoy, รกcido e incomprensible; Safo es comparada con Catherine Deneuve; y Tucรญdides y Virginia Woolf conversan en un platรณ de televisiรณn sobre la guerra del Peloponeso. Carson cultiva asimismo el epitafio, un gรฉnero ciertamente provecto, aunque con crujidos y zigzagueos actuales. El titulado โ€œEl malโ€ reza asรญ: โ€œPara obtener el sonido toma cuanto no sea el sonido dรฉjalo caer/ Por un pozo, escucha./ Luego deja caer el sonido. Escucha la diferencia/ Estallarโ€. El culturalismo, en general, con alusiones recurrentes a la literatura, la pintura y la mรบsica, opera como un bรกculo o una muleta con la que la poeta persigue estรญmulos cantables y avanza, a tientas, por el territorio del poema. Tambiรฉn los intertextos: muchas composiciones son un trenzamiento de citas, un tumulto de versos ajenos, como los de Emily Dickinson en โ€œSuntuosa indigenciaโ€ o ese โ€œpar les soirs bleus dโ€™รฉtรฉโ€, principio del cรฉlebre โ€œSensaciรณnโ€, de Rimbaud, que se incorpora a un poema inspirado por el pintor Edward Hopper. La literatura de Asia la seduce asimismo, y no es raro encontrar epรญgrafes de poetas chinos o entrevistas โ€“ficticiasโ€“ con autores japoneses.

Pero los cimientos clรกsicos se conjugan con el devaneo vanguardista. Carson acude a menudo al neologismo fantasioso, al juego tipogrรกfico y al quebrantamiento del poema como acicates para el hallazgo de lo poรฉtico, aunque con รฉxito dispar. Cuando acierta, un agradable aroma dadรก, con punzantes erizamientos de delirio โ€“un delirio, empero, siempre adusto, racionalโ€“, envuelve al lector: โ€œGracias a la fuerza que le da pensar en el flequillo de Ingeborg Bachmann, Deneuve es capaz de dar un seminario alusivo y ligeramente sarcรกstico a toda velocidad sobre uno de los fragmentos lรญricos del siglo VI a. Cโ€ฆโ€ Cuando yerra, la impresiรณn que nos deja es que el poema, simplemente, no ha encontrado los nutrientes que necesitaba para desarrollarse, y que carece de sentido.

Sustentados en lo clรกsico o en lo moderno, muchos poemas no se abisman en la conciencia de la autora, ni indagan en honduras existenciales, ni documentan tortuosas investigaciones lingรผรญsticas, sino que relatan historias. Son composiciones narrativas, a veces intensamente prosaicas; tanto, que pueden entenderse, aquรญ y allรก, como prosa recortada en verso. Cuentos, juguetes satรญricos, diรกlogos casi teatrales, biografรญas poetizadas y ensayos breves llenan las pรกginas de Hombres en sus horas libres, a menudo agrupados en series, la mรกs significativa de las cuales es โ€œHombres de TVโ€, por la que desfilan Safo, Artaud, Tolstoi, Lรกzaro, Giotto, Antรญgona y Ana Ajmรกtova. Los ensayos dejan de ser breves y poรฉticos en ocasiones, para convertirse en ensayos strictu senso. Asรญ sucede con โ€œSuciedad y deseo: ensayo sobre la fenomenologรญa de la poluciรณn femenina en la antigรผedadโ€, una esplรฉndida pieza de reflexiรณn que se suma, con sus correspondientes notas a pie de pรกgina, al volumen, y para cuya traducciรณn Jordi Doce, con acierto, ha considerado innecesario transcribir el texto original. En estos trabajos figurativos o sobriamente intelectuales escasean las incisiones lรญricas, aunque las que hay se revelen talladas con notable felicidad: โ€œEl olor de la noche tan diferente al olor del dรญa. La oscuridad helada como hojalata vieja…โ€

Pero otra suerte de composiciones sรญ acreditan un vรญnculo mรกs estrecho con las inquietudes de la contemporaneidad: aquรฉllas que se presentan como fragmentos desasidos, como depรณsitos de elipsis y suposiciones, como fugaces mosaicos de alusiones gobernadas por el desgobierno interior. El borboteo de ideas, o de brincos mentales, intenta taquigrafiar el caรณtico proceso del razonamiento, desde la no menos caรณtica irrupciรณn de los estรญmulos sensoriales hasta la configuraciรณn de algo parecido a la certeza intelectual, al modo de John Ashbery o Jorie Graham: โ€œFreud no se decide a llamarme por mi nombre/ pero /dรฉjenme decirles/ que eso no es ninguna/ mancha de polen./ Aquรญ/ podrรญa glosar a Descartes/ la mano ese instrumento afanoso/ o dejarlo correr./ Despuรฉs de todo,/ ยฟquรฉ somos ustedes o yo comparados con รฉl?/ Olor a pastillas quemadas./ Aรบn recuerdo la frase cada vez que paso por ese lugarโ€, leemos, no sin desconcierto, en โ€œEnsayo sobre el error (segundo borrador)โ€. En estos espacios levemente cubistas, acalambrados de asociaciones imprevistas, se captan hilos, partรญculas, de la realidad, y se recrean en el crisol de la conciencia, sin implicaciรณn afectiva por parte de la poeta, pero con toda la rotundidad de lo fracturado, de lo huidizo, de lo indiscernible. Es difรญcil, en cualquier caso, que esta poesรญa genere vรญnculos emocionales. Carson es pensamiento y ruptura del pensamiento: oscila entre la plasmaciรณn โ€“necesariamente desordenadaโ€“ de los procesos mentales y el relato histรณrico o biogrรกfico. No obstante, sus premisas estรฉticas, expresadas en โ€œEnsayo sobre aquello en lo que piensoโ€ โ€“que cabe considerar una poรฉticaโ€“, son compartibles: se trata de construir poemas breves, ligeros y econรณmicos, de sugerir sin nombrar, de plantear problemas fundamentales โ€œsin un anรกlisis explรญcitoโ€ y de buscar la โ€œlucidez involuntariaโ€. Todo ello encarna โ€“o, mejor, enhuesaโ€“ en esta poesรญa tentativa, enteca, multifacetada y suavemente dodecafรณnica que Jordi Doce ha sabido traducir con nitidez y flexibilidad ejemplares. ~

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(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).


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