Un tipo de apenas dieciocho años anota los hechos remarcables de sus días. Las sensaciones, las emociones quedan registradas en un dietario perplejo. El desencanto amoroso, no podía ser de otra manera, irrumpe en las primeras páginas. Tampoco extrañan las cavilaciones por un futuro que se prevé incierto. Entre el vaivén desconcertado, dos ciudades cumplen fielmente el requisito literario de escenario impertérrito. Barcelona, ciudad natal, es un deambular por calles mojadas y garitos conocidos. Madrid, desperezada de la larga nuit franquista, conspira, en locales míticos como Rockola, la rebeldía enervada que culminará en la archiconocida movida. Estamos en los años ochenta del pasado siglo. Y el escritor de las líneas aporrea una guitarra y pergeña canciones que con el tiempo corearán estadios atestados. Junto al cantante Loquillo, formará la banda Loquillo y Trogloditas, puntal ineludible del rock español. El tipo de dieciocho años se llama Sabino Méndez (Barcelona, 1961) y empieza a escribir Hotel Tierra.
Bien es cierto que, en palabras preliminares, Méndez clarifica que las anotaciones juveniles han sido modificadas en un pertinente ejercicio literario. Encuentra en el diario de Stendhal, Roma, Nápoles y Florencia (1826), que refunde y altera material autobiográfico de 1817 y 1818, y en El quadern gris de Josep Pla, quien reelaboró a los sesenta y nueve años las anotaciones juveniles, los precedentes de un experimento estilístico arriesgado donde la verosimilitud debe contar con la aquiescencia (in)crédula del lector. Conocedor de tales riesgos, hilvana un convincente trazado entre la verosimilitud y la veracidad última que persigue toda auténtica obra literaria: “En ese sentido, el dietario no deja de ser un trabajo de coherencia, de intento de verosimilitud. Pero, como dijo el siempre estimulante Vizinczey, la coherencia es una virtud muy loable en los trenes si bien no tan esperable en los humanos.”
En Corre, rocker (2000), su debut literario, Sabino Méndez inició una sugestiva andadura por los terrenos de la autobiografía. Si en ese caso la necesidad de autoafirmación y de ajuste de cuentas con el pasado impregnaban buena parte de la narración, en Hotel Tierra se impone una voz madura que se acomoda al material de la memoria. Y destaco con cursiva la voz, puesto que en el relato autobiográfico importa sobremanera la confidencialidad con el lector, la proximidad confortable de una conversación con un viejo amigo que se arrellana con íntima naturalidad en la butaca y nos cuenta sin pudor, pero evitando la exhibición impúdica del propio yo, de su vida y del mundo. Hay, pues, la forja de una cosmovisión que se moldea párrafo a párrafo. Libro a libro. Inevitable no recordar a Josep Pla, autor de cabecera de Méndez, que abre el libro mediante cita a manera de pórtico: “Observar es más difícil que pensar”. Así pues, el escritor parte de la subjetividad extrema para alcanzar una aprehensión y comprensión de la realidad.
La singladura vital que recrea la narración debe mucho al patrón conocido de la novela de formación. Son las dos primeras partes del dietario el retrato del joven artista. Desde los pasos primerizos y la conquista de la fama hasta la adicción a la heroína y el abandono del grupo. Sin embargo fijan una obsesión que recorre todo el libro: la escritura. Más allá de las composiciones musicales, el dietario recoge las reflexiones sobre los mecanismos de escritura. De creación literaria. Entramos en la tercera parte: “Un paseo por la escritura”. Este apartado, además, incluye dos de los episodios más hilarantes, con aroma libresco. Las descripciones de un edificio barcelonés con su galería de tipos raros de la época que, inmediatamente, hacen pensar en las anécdotas de pensión de Balzac o en las Escenas de la vida bohemia de Henry Murger. Por su parte, un episodio descacharrante en el aeropuerto de Buenos Aires está contado con la extravagancia delirante y lisérgica de Hunter S. Thompson y el humorismo hiperbólico de Bryce Echenique. Se deben al cuarto capítulo los retazos más estremecedores. El diagnóstico de la Hepatitis C conlleva un tratamiento tortuoso y sin garantías de éxito, detallado mediante el frío rastreo de los síntomas y los efectos secundarios en el propio cuerpo. Es ahí donde la contención y la observación se agudizan de manera admirable y los sentidos parecen apoderarse del teclado para dejar constancia de la evolución de la enfermedad. Finalmente, como si de un lógico compromiso con la realidad se tratara, Sabino Méndez cuenta su adscripción a la plataforma Ciutadans de Catalunya, creada en 2005 y que bajo las siglas de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía ha alcanzado tres escaños en las elecciones autonómicas catalanas. ~