Juan Emar: la cabalgata de la imaginaciĆ³n

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Ɓlvaro YƔƱez Bianchi, nacido en 1893, fue un escritor chileno atĆ­pico, vasto, aspirante a artista total –ademĆ”s de escritor fue pintor y crĆ­tico de arte. Su nombre real no fue el heredado de su padre, sino el que Ć©l mismo eligiĆ³ a los 31 aƱos: Juan Emar, tomado de la expresiĆ³n francesa j’en ai marre (estoy harto). No fue, asĆ­, el polĆ­tico ni el abogado que su padre quiso que fuera. Tampoco fue, a su pesar, el gran artista que hubiera deseado: el silencio fue lo que su obra recibiĆ³ en vida.

FrancĆ³filo, viviĆ³ en ParĆ­s, lugar donde se adhiriĆ³ a las vanguardias artĆ­sticas del siglo XX. A su regreso a Chile fungiĆ³ como columnista y crĆ­tico de arte en La NaciĆ³n, trinchera desde donde luchĆ³ contra el convencionalismo que en aquel entonces dominaba la cultura santiagueƱa. A Emar debemos la difusiĆ³n de la obra de Vicente Huidobro: en 1925 publicĆ³ un anticipo del Altazor, que Ć©l mismo tradujo de los versos originales en francĆ©s[1].

Como escritor, Emar publicĆ³ tres nouvelles, un volumen de cuentos y una novela pĆ³stuma de mĆ”s de cinco mil pĆ”ginas titulada Umbral, “un proyecto narrativo infinito”, mezcla de gĆ©nero epistolar y autobiografĆ­a. Inclasificable y con pocos referentes, la obra de Emar cabalga entre el surrealismo y el absurdo. Sus cuentos, Diez, son un buen ejemplo de esto: estĆ”n divididos en cuatro intrigantes secciones que llevan por tĆ­tulo “Cuatro animales”, “Tres mujeres”, “Dos sitios”, “Un vicio”. Sobre ellos, CĆ©sar Aira[2] escribiĆ³: “en los diez cuentos estĆ”n todas las variedades de la fantasĆ­a de Emar, en su formato mĆ”s cabal (…) nupcias insĆ³litas de la alucinaciĆ³n y la obsesiĆ³n”.

La fantasĆ­a en Emar hace recordar a Augusto, el personaje de Niebla de Miguel de Unamuno quien, indeciso sobre hacia dĆ³nde dirigirse, decide esperar a que pase un perro para tomar la direcciĆ³n que el animal tome. El absurdo se desborda a partir de estas persecuciones: Emar sigue cualquier idea que pasa por su mente y la desarrolla, metĆ³dicamente, hasta las Ćŗltimas consecuencias[3]. Tomemos, por ejemplo, El pĆ”jaro verde: en este relato Emar cuenta la biografĆ­a de un loro de Tabatinga que un sabio se lleva consigo a Francia y que, posteriormente, es embalsamado. AƱos despuĆ©s, en su frenesĆ­ parisino, los amigos del narrador lo encuentran y se lo ofrecen como regalo –memento de sus aventuras juveniles. El narrador, entonces, lo lleva de regreso a Chile, donde ocurre lo fantĆ”stico: su tĆ­o insulta al animal disecado quien, en respuesta, cruza la habitaciĆ³n y le abre el crĆ”neo de un picotazo. La escena es ridĆ­cula si sumamos lo que sucede despuĆ©s:

Al verme se detuvo, volviĆ³ los ojos hacia mĆ­ y con un ligero movimiento de cabeza, me preguntĆ³ presuroso:

–¿El seƱor Juan Emar, si me hace el favor?

Y yo, naturalmente, respondĆ­:

–Servidor de usted.

Entonces, ante esta repentina paralizaciĆ³n mĆ­a, asestĆ³ su segundo picotazo.

No es posible apuntar a un mĆ©todo, pero sĆ­ a un divagar febril, acelerado, que lleva la narraciĆ³n hacia cualquier parte. Algunos efectos son, sin embargo, constantes: la parĆ”lisis que experimenta el narrador en El pĆ”jaro verde es un efecto frecuente entre los personajes de Emar, por ejemplo, en el segundo cuento, Maldito gato –un relato farragoso sobre climas, aromas y animales imposibles–, el personaje se encuentra, en medio de la inmovilidad, con la revelaciĆ³n cĆ³smica y, en El perro amaestrado, el narrador queda paralizado al sentir de nuevo la “sensaciĆ³n ahogante de destino” –Emar parece sugerir que no es posible moverse ni avanzar cuando se ha estado en contacto con la experiencia estĆ©tica, en este caso, el arte.

Los cuentos sobre mujeres –Unicornio, Chuchezuma y Pibesa–, por su parte, apuntan hacia la soledad, la imposibilidad de acceder a la figura mĆ­tica del amor –el segundo, en particular, recuerda la Nadja de BretĆ³n, esa fantasĆ­a masculina de la mujer bella, enigmĆ”tica, poseedora de todas las intuiciones, de la sabidurĆ­a oculta:

Se encaminaba hacia la rue FalguiĆØre. Cuando llegĆ³ a Ć©sta, doblĆ³ a su izquierda. Me apresurĆ© entonces para alcanzarla bajo un farol y verla. La vi. SonriĆ³. Era ella, ¡Chuchezuma!

La tomĆ© del brazo y empezamos a andar con lentitud. DespuĆ©s de algunas frases triviales la roguĆ© por dĆ©cima o vigĆ©sima vez. Y esta vez, con cierto estupor de mi parte, aceptĆ³. Nuestro diĆ”logo fuĆ© asĆ­:

–¿Aceptas?

–Si

–¿Cuando?

–Ahora mismo. Si no es ahora mismo, no serĆ” nunca.

Al final, sin embargo, las posibilidades de Ć©xito son nulas: el narrador es abandonado por el efecto de otro o bien, por sus propios errores –un espejo, tal vez, de la vida de Emar, cuyas relaciones fracasaron rotundamente.

En su conjunto, su obra mezcla el entusiasmo moderno por las formas con cierta visiĆ³n esotĆ©rica del mundo, en la cual los hilos ocultos de las cosas –el poder de los nĆŗmeros, el accidente patafĆ­sico, la experiencia estĆ©tica– generan efectos claros aunque apenas sean visibles. Lo maravilloso de este universo no reside en la matriz numerolĆ³gica de su estructura, ni siquiera en las claves ocultas bajo las cuales Emar critica la posiciĆ³n conservadora de la literatura de su tiempo, sino en la imaginaciĆ³n que explota como big bang yse derrama generosamente, ofreciendo todas las posibilidades.

Esta explosiĆ³n errĆ”tica, confusa a momentos, puede ser sorteada si se escucha al propio Emar: “En realidad no habĆ­a necesidad de entendernos”, escribe en El pĆ”jaro verde, “para expresar cuanto quisiĆ©ramos para hundirnos en nuestros mĆ”s sutiles pliegues del alma, no habĆ­a necesidad, digo de recurrir a ninguna otra frase. Y la vida, al ser expresada de este modo, con este acortamiento y con tanta comprensiĆ³n, tomaba para nosotros un cierto cariz peculiar y nos formaba una segunda vida paralela a la otra, vida que a Ć©sta a veces explicaba, a veces embrollaba, a menudo caricaturizaba con tal especial agudeza que ni aun nosotros mismos llegĆ”bamos a penetrar bien a fondo en dĆ³nde y por dĆ³nde aquello se producĆ­a”. Hay que dejarse llevar por la intuiciĆ³n –por el accidente, como el caso de Augusto– para permitir la apariciĆ³n de lo maravilloso, el acceso a la realidad alterna que sucede en el texto.

Juan Emar muriĆ³ en 1964 sin volver a publicar nada despuĆ©s de sus cuentos. Pablo Neruda, en un prĆ³logo a su obra, escribiĆ³: “a mi compaƱero Juan Emar se le darĆ” lo que aquĆ­ no se mezquina: lo pĆ³stumo". Umbral es inconseguible. En 2010 Editorial Mansalva publicĆ³ Diez en Argentina por vez primera junto a un prĆ³logo de CĆ©sar Aira. En MĆ©xico ha pasado desapercibido. Pese a que no se ha logrado esa sobrevivencia de la que habla Neruda, textos como El Hotel Mac Quice merecen un lugar especial entre los sitios fantĆ”sticos latinoamericanos.

“Lo que pasa con Juan Emar”, respondiĆ³  Yosa Vidal en una entrevista para Eterna Cadencia, “es fantĆ”stico: antes de leerlo no existe, es decir, Juan Emar aparece sorpresivamente, de un momento a otro, como un tesoro que no se ha buscado, y entonces uno se encandila y se maravilla, dan ganas de abarcarlo todo con su monumentalidad, apropiĆ”rselo y cuidarlo con celo”. Un tesoro, por definiciĆ³n, exige permanecer oculto, razĆ³n por la cual la obra de Emar sigue siendo de difĆ­cil acceso, arrinconĆ”ndolo como mera curiosidad en la constelaciĆ³n de los raros, excĆ©ntricos y outsiders de la literatura latinoamericana.



[1]Antes que el mismo Huidobro lo hiciera.                              

[2]“Emar no tiene antecedentes, ni pares; los ecos y parecidos –LautrĆ©amont, Macedonio FernĆ”ndez, Gombrowicz– corren por cuenta de las inclinaciones de sus lectores”, escribe Aira en su prĆ³logo de Emar.

[3]Wolfgang Bongers, acadĆ©mico de la Universidad de Chile, relaciona a Emar con Robert Musil y el sentido de posibilidad de su hombre sin atributos: “Si existe el sentido de la realidad, debe existir tambiĆ©n el sentido de la posibilidad. CabrĆ­a definir el sentido de la posibilidad como la facultad de pensar en todo aquello que podrĆ­a igualmente ser, y de no conceder a lo que es mĆ”s importancia que a lo que no es”.

 

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(Tampico, 1982) es narrador. En 2015 publicĆ³ ParĆ­s D.F., su primera novela, por la que ganĆ³ el Premio Dos Passos. En 2017 ganĆ³ el IX Certamen Internacional Sor Juana InĆ©s de la Cruz en la categorĆ­a de cuento con el libro Los recuerdos son pistas, el resto es una ficciĆ³n. Actualmente vive en Barcelona, desde donde mantiene El Anaquel, un blog y podcast sobre literatura y cultura.


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