Lejos de su tierra

Una holandesa en América

Soledad Acosta de Samper

Editorial Graviola

Pamplona, 2023, 277

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La editorial Graviola se ha propuesto publicar en España una selección de libros relacionados con la inmigración latinoamericana. La mayor parte de sus autores son jóvenes, muchos nacidos en los años noventa, o incluso al comienzo de los dos mil en el caso de las antologías de cuentos “Cuenta”, de las que ha publicado tres números. 

Su colección Migrantes de antaño, dedicada al rescate, se compone por el momento de los Poemas en prosa de César Vallejo y de dos novelas. Una de ellas, Las memorias de Mamá Blanca, de la venezolana Teresa de la Parra, y Una holandesa en América, de la colombiana Soledad Acosta de Samper. En París murió el peruano Vallejo, en París nació la venezolana De la Parra y en París vivió la colombiana Acosta. Yo acabo de leer la novela de esta última, y Vallejo es de sobra conocido, pero antes de dar unas pistas me entretengo unas líneas en Teresa de la Parra, a la que tampoco conocía y veo, en una búsqueda veloz, que llegó a ser en vida una escritora bastante reconocida. Murió en Madrid en 1936, varios meses antes de que empezase la Guerra. En España ha habido ya algunas ediciones de Las memorias de Mamá Blanca, desde su salida original en 1929, y el libro y su autora aparecen a menudo en periódicos y revistas de la época. Parece bastante interesante, y un buen documento para conocer parte de la vida venezolana en un momento de cambios. Esta publicación de las dos escritoras en España es una buenísima oportunidad para asomarnos a una tradición literaria que ojalá no nos resultase tan lejana. 

Acosta también fue educada en Europa. Durante su estancia en París, ya como mujer casada, comenzó una corresponsalía para diferentes publicaciones bogoteñas y limeñas. A su vuelta a Colombia fundó la revista La Mujer, en la que todas las colaboradoras eran mujeres. Está digitalizada en la Biblioteca Virtual del Banco de la República de Colombia, que ofrece todo el fondo documental de la familia Acosta Samper (el padre de Soledad, Joaquín, y su marido, José María, también fueron intelectuales y desempeñaron papeles importantes en el desarrollo del país).

Una holandesa en América tiene el aire de un folletín. Efectivamente, en un principio se publicó por entregas en el periódico La Ley, en 1876. Cuenta la historia de Lucía, una joven criada por su tía materna en un pueblo cercano a Ámsterdam, que hacia la mayoría de edad zarpa hacia Nueva Granada para encontrarse con su padre, un aventurero irlandés, viudo reciente, y con los hermanos que aún no conoce. Desde Europa imagina América como un alegre vergel, pero nada más desembarcar en su destino se da cuenta de que ha cometido un terrible error y de que a partir de entonces solo le esperan sinsabores. Su padre no es tan rico como decía en las cartas, las chicas criadas a la europea no se amoldan tan fácilmente a las costumbres del Nuevo Mundo. La novela es el relato de superación de Lucía, con el que se mezclan algunos episodios históricos, como el golpe de estado del General Melo y la subsiguiente guerra civil, y apuntes sociológicos sobre la clase alta urbana y la vida en las haciendas. 

Del folletín como género tiene el libro algunas irregularidades en la tensión. Lucía es de vez en cuando presa de emociones muy desgarradas, disgustos y desengaños que asimila de manera sorprendentemente rápida en los capítulos siguientes. El relato pasa entonces de Amado Nervo a Séneca en cuestión de líneas, y algunos hilos que prometían un interesante desarrollo quedan como colgados. Pero el planteamiento es muy interesante y la narración vigorosa: el comienzo me sorprendió mucho, con su asociación del carácter y el paisaje neerlandeses (“…este es el país de la paciencia: hombres, mujeres y niños pasan su existencia sosegada y tranquilamente, y llegan a la senectud sin haberse molestado jamás ni haber tenido nunca el menor afán […] los perros no se toman la pena de ladrar; los toros no embisten […] los niños juegan sin alterarse ni hacer ruido, las mujeres meditan apaciblemente en lugar de charlar unas con otras y los hombres fuman sus largas pipas sin disputar ni reñir…”); algunos capítulos nos los cuenta un narrador externo, mientras que otros son las cartas que Lucía escribe a su familia en los Países Bajos o las que recibe de ella, o algunas entradas del diario de Mercedes, la amiga que se hiciera Lucía en la travesía transatlántica. Me gustan especialmente unas páginas del diario en las que Mercedes hace un retrato de las monjas que viven en el convento en el que ha ido a refugiarse de las asonadas melistas. En pocos párrafos compone un abanico psicológico y físico que trasciende la descripción de las monjas y que describe unas maneras de vivir y de sentir familiares para las mujeres en general.  Parece contener muchos libros en uno, lo que da una idea del carácter de su autora, que a su vez abre los capítulos con citas, a veces en original y a veces traducidas, de escritores como Voltaire, Lamartine o Balzac, dispares entre sí pero congruentes con su formación francesa. Lo interesante es que Soledad Acosta consigue que esa formación no empañe su origen americano, sino que la adapta, la pone a su servicio.

Una holandesa en América parece ser varios libros en uno, por la cantidad de tonos que emplea y la variedad de intereses que se le adivinan a la autora, a veces romántica, a veces clásica, tan capaz de una reflexión vital como de una viva descripción del paisaje. Esta edición de Graviola, además de las ilustraciones de Manuela Moreno Carvajal, ofrece una introducción de Juan Pablo Rodríguez Méndez que coloca la figura de Soledad Acosta de Samper en el contexto de la sociedad, la historia y la literatura americanas y que en sus breves páginas da una estimulante idea de la extraordinaria vitalidad con que aquella mujer debió de afrontar su empeño intelectual. 

Una holandesa en América
Soledad Acosta de Samper
Editorial Graviola
Pamplona, 2023
277 págs.

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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