“No quiero que Serbia sea el Gibraltar ruso en los Balcanes”: Entrevista con Dragan Velikić

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BONAVIA: Quería contar una época de transición en una región europea. He vivido los movimientos que viven Marko, Marija o Kristina, porque tras la desintegración de Yugoslavia siempre he estado yendo de un sitio para otro. La mayoría de la gente ha perdido el ritmo vital anterior. No hablo de la guerra porque no tengo la experiencia de la guerra de primera mano. Hablo de espacios donde se ven las consecuencias de la guerra. Los acontecimientos ocurren entre Belgrado, Budapest y Viena porque son los sitios donde vivía en esa época.

ENCUENTROS: Si alguien en veinte o treinta años quisiera buscar algo de ese periodo, lo podría encontrar en este libro. Me gusta escribir los libros que me gustan leer. Me gusta identificarme, entrar en un espacio y en un tiempo en el que no podría entrar. Nunca he estado en Buenos Aires pero a través de la obra de Ernesto Sabato, mi escritor hispanohablante favorito, tengo la sensación de conocer ese espacio y ese tiempo que él describe.

TRENES: Por las sanciones de la comunidad internacional no había transporte aéreo en Serbia. Por eso el tren es el medio de transporte en el libro. Levanté un monumento al tren Avala, el único que conectaba Belgrado con Occidente, con Viena.

INESTABILIDAD: Tenía la sensación de que el país donde nací iba a durar para siempre, de que no habría más guerras en Europa. Y de pronto tuve la experiencia no solo de la desintegración sino de la emigración y de la inestabilidad. Me gustaba leer a escritores que hablaban de esos temas, como Joseph Roth, Gombrowicz, Nabokov. Pero luego pude compararlo con lo que experimentaba yo en mi propia vida. Toda mi obra habla de esa inestabilidad. Esa fantasía me llegó como una realidad propia.

DISGREGACIÓN: Cuando un espacio pierde su orden empiezan a desarrollarse patologías. Tenía la suerte, como escritor publicado en Austria, de conseguir con facilidad el visado. Antes, el pasaporte yugoslavo era el más caro en el mercado negro, porque te permitía viajar al este y al oeste. Después, todo estaba lleno de dificultades. Para cada país necesitabas un visado. Era importante mantener hojas blancas en el pasaporte. Los funcionarios de las aduanas de Hungría disfrutaban poniendo visados en páginas limpias, lo que te arruinaba el pasaporte. Luego me enteré de que lo que había que hacer es poner quince marcos o una cantidad parecida en la hoja del pasaporte donde querías que fuera el sello. Recuerdo a un funcionario que sabía cogerlo con el meñique. No lo hacían solo los húngaros. Pero me alegré mucho cuando Austria y Hungría entraron en la Unión Europea porque eso significaba que solo necesitabas un visado para entrar.

ESCRITORES: No me gusta la literatura que solo habla de escritores. Me parece artificial y no me interesa. Al mismo tiempo, los personajes reales (como los escritores que aparecen en el libro) dan más realidad a los de ficción. En otra novela mía, El muro norte, aparecía Joyce como personaje. No hablaba de su obra ni de su biografía en general sino de su vida cotidiana en Trieste.

LIVADA: El caso de Raša Borozan (Raša Livada), uno de los personajes de Bonavia, es distinto. Era un poeta fascinante. A finales de los años ochenta creó una revista literaria, Pismo (Carta). Salía cuatro veces al año y conectaba con toda la literatura mundial. Tenía una red de traductores que sabían dónde dormía el diablo en cada país. Seamus Heaney o Derek Walcott publicaban allí. Murió antes de que yo escribiera esta novela. Al escribir sobre Kristina y sobre Zemun, el barrio de Belgrado, quise homenajear también a Raša. Hay frases que pongo en el libro que son suyas; otras son cosas que estoy seguro de que él podría haber dicho. Era un espíritu de Zemun, como Cavafis de Alejandría. Es la persona que más ha influido en mi vida. Para la gente que nunca lo conoció ni lo conocerá tendrá una existencia en la literatura.

CONTEXTO: Muchos escritores, para seguir siendo importantes, se hicieron nacionalistas cuando murió Tito. Siempre existe un pequeño territorio donde uno puede hacerse el más importante. Por ejemplo, a partir de la Asociación de Escritores Yugoslavos se hicieron cinco: donde había un líder había cinco. En todo caso, lo más importante para mí es el contexto, tengo mucho cuidado con eso cuando escribo. Dentro del país se produjeron muchas mentiras, pero también fuera. Hablo de los años noventa, cuando nadie participaba en lo que había ocurrido. Había un millón de comunistas oficialmente y de repente no quedaba ninguno. Todos eran demócratas y habían sido oprimidos. Tito era muy fino y perverso y sabía cómo gobernar. A sus disidentes les dejaba vivir en el centro de Belgrado, en pisos de cien o doscientos metros cuadrados, con sinecuras, con la posibilidad de hablar contra él. Cuando alguien vive en un piso así y habla mal de quien se lo hizo posible, no suena bien. No tuvimos tantos disidentes como los polacos o los checos, aunque los hubo: teníamos, por ejemplo, a Mihajlo Mihajlov, que era el disidente por antonomasia.

REVISIONISMO: Cuando el gobierno no puede ofrecer una vida mejor, atrae a los ciudadanos a historias sin sentido sobre lo que pudo haber sido y lo que no pudo ser. Lo veo desde hace veinte años. Es una metodología delirante. Las estructuras políticas de Serbia, Croacia y Bosnia se mantienen a base de disputas y discusiones pero en realidad es todo fingido. El motivo es no dejar a los ciudadanos de a pie pensar cómo viven y qué les está ocurriendo. Por eso esas revisiones o revisionismos son tan útiles para los gobiernos. Es difícil llevar a un conflicto a un ciudadano contento y feliz. Durante la gran crisis económica, que dio paso a la desintegración, la mayoría de la gente de pronto no tenía nada. Pero podías ser serbio, croata… “No tengo nada, pero, bueno, soy serbio.” No tiene sentido. Yo los llamaba turboserbios, turbocroatas.

SERBIA: Hoy en día no estamos aislados de Europa, como cuando estábamos con Milosević. El nivel de aislamiento es el que podamos crear nosotros solos. Esos países que no están dentro de la Unión Europea le producen mucho interés a Rusia, por la crisis de la UE y porque no tienen posibilidad de entrar en ella en los próximos diez años. Las ganas que tiene la gente de entrar en la Unión bajan y Rusia se está aprovechando de eso. Pero, como he dicho otras veces, no me gustaría que Serbia fuera el Gibraltar ruso en los Balcanes. La literatura rusa es mi literatura favorita, pero viendo la civilización y la historia en general, el territorio yugoslavo y el territorio serbio pertenecen mucho más a Europa que a esa parte de la antigua Unión Soviética. No nos podemos engañar: Europa es mucho más democrática que el resto del mundo. La democracia nunca se termina, es un proceso.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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