Julio Trujillo (Ciudad de México, 1969-Cornualles, 2025) fue jefe de redacción de Letras Libres, director editorial de Newsweek en Español, de la dirección general de publicaciones de Conaculta y de la filial mexicana de Alfaguara. En sus últimos años de vida fue también articulista (siempre escribiendo sobre literatura) en el periódico La Razón. Como poeta, raíz de su trabajo, comenzó con Una sangre (1998), Premio de Poesía Joven Elías Nandino cuatro años antes, libro al que siguieron diez más, publicados en vida, y dos póstumos, aparecidos ya tras su muerte a principios de este año: Todavía y Detrás de la ciudad y antes del cielo. El segundo de estos obtuvo a finales de 2024 el Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro.
Ya en su título, este muestra varias cosas: un endecasílabo heroico en la prosodia y la sugerencia, confirmada en la lectura, de que el poeta se refiere a los volcanes que rodean su ciudad natal. Detrás de la ciudad y antes del cielo es un largo poema dividido en treinta secciones encabezadas por números romanos, constituidas por tiradas de veinticuatro versículos rematados por un endecasílabo. Como se ve, hay una estricta voluntad formal en el volumen, más nítida si se analizan esos versículos, que en muchos casos son combinaciones de otros versos (fundamentalmente endecasílabos, eneasílabos y heptasílabos). La musicalidad está, pues, asegurada en este largo poema que bebe de la mejor tradición mexicana del poema extenso que transcurre del Primero sueño de sor Juana Inés de la Cruz a José Gorostiza (Muerte sin fin), Octavio Paz (Piedra de Sol) y David Huerta, cuyo Incurable, una cumbre de la poesía en español, gravita sin duda sobre Trujillo, quien ya dedicara un hermoso homenaje al maestro fallecido en 2022, también en versículos. El propio Trujillo confesó en una entrevista al publicar Jueves (2020) que otros poemas importantes en esa tradición, y que lo habían influido, eran Sindbad el varado de Gilberto Owen y Cada cosa es Babel de Eduardo Lizalde.
Jueves (2021) fue una larga interpelación a sí mismo que se hizo Trujillo en un momento de crisis personal, una especie de aullido prolongado que profirió o escribió en una playa del estado de Nayarit, junto al Pacífico. Detrás de la ciudad y antes del cielo fue escrito por el contrario en la Ciudad de México durante la pandemia de 2020 (“¿La gente dónde está?”, se pregunta al comienzo de la sección V), pero algo se cuela también, sospecho que quizás en una reelaboración, de un litoral inglés pero sin las nieblas atribuibles a esa geografía (Penzance y sus alrededores son casi una costa tropical desubicada que por extraño que parezca puede recordar a la de Nayarit). Es asimismo observable la honda crisis en este libro póstumo que todo indica que el autor no esperó a ver impreso –ya sabiendo que había ganado el premio que acarreaba su publicación– para quitarse la vida. La lectura de sus últimas publicaciones en redes sociales no sería más que un ejercicio de curiosidad malsana si no fuera porque, además de apuntar a la inminente muerte (ahogado por decisión propia como Alfonsina Storni o Virginia Woolf), aquellas contenían citas de poetas que parecían prestarle las palabras oportunas para las vísperas de ese trance: versos de Owen (otra vez), de César Vallejo, profeta de su propia muerte, de la suicida Anne Sexton, o suyos propios, duros y proféticos.
El libro se abre con pistas que, a la siniestra luz de lo conocido, no pueden ser más explícitas: “Desaparecer es un arte, como abolir infantilmente el mundo con los ojos”, “Miles de luces mínimas anuncian / la llegada de la oscuridad”, “Ya nadie va a atreverse o predicar que habrá un mañana”, “como voltear y ya no ver al joven que escribía, hace un momento apenas, el gran poema que firmaba con su nombre”. Y habla de naufragios y mareas, como la que arrastró su cadáver doblando el cabo de Land’s End hasta el otro lado de Cornualles. Así, con estos datos, el libro (el poema) es un diálogo entre ese mar último y la ciudad en que nació, esa megalópolis que conoció tan bien y a la que dedicó una serie de crónicas publicadas en prensa y luego recogidas en el volumen Atajos y rodeos, en la línea de otros de Vicente Quirarte o Juan Villoro.
Hay intertextualidades, versos engastados de Sylvia Plath o Vicente Huidobro, entre otros, o un eco del “Soliloquio del farero” de Cernuda (secciones XI y XVIII), porque si la ciudad es un palimpsesto la poesía lo es también, y una conversación entre muchas lenguas y generaciones, lo que nos lleva a la identificación de uno de los temas principales del libro: el tiempo, al que acompañan el error (“Errar es una cátedra de vida”), la ciudad como monstruosidad y asombro, el amor. De todas formas, lo que impera en este libro es la capacidad autogenerativa del poema, que habla un poco de todo y de nada, empujado a sí mismo por su música (casi todos los versículos terminan en encabalgamientos que por así decir aguijan el poema).
Detrás de la ciudad y antes del cielo es una rareza tanto en el entorno de la poesía española como en el de la mexicana. En la primera destaca por su ignorancia de la anécdota o la poesía de la experiencia. En la segunda, donde a pesar de la existencia de grandes artífices del verso medido, lo que abunda es el verso libre y descoyuntado, con un engorroso descuido de lo formal. Síntesis perfecta, Julio Trujillo fue, como aquí demuestra plenamente, un poeta único y valiosísimo. ~