Vida leĆ­da, vida escrita

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Silvia RenƩe Arias

BioygrafĆ­a. Vida y obra de Adolfo Bioy Casares

Ciudad de MĆ©xico, Tusquets, 2016, 338 pp.

Borges, ya se sabe, descreĆ­a de la biografĆ­a: ā€œQue un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron mĆ”s que a un tercero es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupaciĆ³n esa paradoja es la inocente voluntad de toda biografĆ­aā€, escribiĆ³ en Evaristo Carriego. En el mundo de las letras ā€“y la historia y la biografĆ­a son parte de Ć©l, aunque haya no pocos historiadores y biĆ³grafos que parecen empeƱados en desmentirlo con una prosa indigestaā€“, la vocaciĆ³n del biĆ³grafo es muy rara. ĀæPor quĆ© dedicar la propia vida a contar la vida de otros? En casos extremos ā€“pienso en Leon Edel y Henry James, George Painter y Proust, Joseph Frank y Dostoievski, obviamente Boswellā€“, una sola vida; investigada, reconstruida, pensada, imaginada hasta la obsesiĆ³n. No es la menor de las patologĆ­as literarias. Un biĆ³grafo de raza no es ave menos rara que un poeta o un novelista genuinos, si bien, como el crĆ­tico, en principio mĆ”s modesta: ambos se deben a alguien mĆ”s y estĆ”n al servicio de su mejor comprensiĆ³n. Sin embargo, narrar una vida, transmitir la vitalidad y la complejidad de una existencia individual, no es tarea menos ardua, literariamente, que la escritura de una obra novelesca. No bastan las cualidades del investigador histĆ³rico, que son indispensables: hace falta la penetraciĆ³n del psicĆ³logo y el estilo del verdadero escritor. Una biografĆ­a es ā€“debe serā€“ una obra de arte literario o corre el riesgo de convertirse en una mera cronologĆ­a.

Lamentar la penuria del gĆ©nero biogrĆ”fico en espaƱol es prĆ”cticamente un tĆ³pico y no por eso menos cierto. Nos hacen falta biografĆ­as de todo tipo de personajes, escritores incluidos, claro. Por eso es bienvenido cualquier intento serio por llenar esas lagunas. Son escasos los escritores modernos de lengua espaƱola que cuentan con buenas biografĆ­as (GarcĆ­a Lorca, Borges, Neruda, GarcĆ­a MĆ”rquez, entre otros pocos; anteriores, en MĆ©xico, habrĆ­a que destacar a sor Juana y fray Servando, biografiados en los trabajos de Octavio Paz y Christopher DomĆ­nguez Michael). Por esta razĆ³n me entusiasmĆ³ la apariciĆ³n de BioygrafĆ­a. Vida y obra de Adolfo Bioy Casares (el subtĆ­tulo es excesivo porque no se trata, en realidad, de un estudio de la obra) de Silvia RenĆ©e Arias, que de ahora en adelante tendrĆ” el mĆ©rito de ser su primera biĆ³grafa. Mi entusiasmo, sin embargo, fue languideciendo mientras la lectura avanzaba. Es una biografĆ­a ordenada, documentada, correcta (excesivamente correcta, quizĆ”; habrĆ­a que recordar la frase de Lytton Strachey: ā€œla discreciĆ³n no es la mejor parte de la biografĆ­aā€), pero sin mucha vida, el meollo del gĆ©nero. Ā”CuĆ”nta mĆ”s hay en las Memorias o en los diarios (Descanso de caminantes) del propio Bioy! Su figura no alcanza a cobrar una realidad convincente en estas pĆ”ginas, pues, en definitiva, toda buena biografĆ­a construye un personaje. Enrique Krauze, que ha pensado y practicado el gĆ©nero como probablemente nadie lo ha hecho en espaƱol, observa dos elementos clave en El arte de la biografĆ­a: el primero, presente desde Plutarco, el gusto por lo particular, la atenciĆ³n al detalle en el que se revela una personalidad entera (una costumbre, un dicho, una anĆ©cdota mĆ­nima; es por las digresiones, decĆ­a Bioy, que entra la vida a la literatura, y es por este tipo de minucias, dirĆ­a yo, que entra la vida a la biografĆ­a); el segundo, y que mĆ”s se echa de menos aquĆ­, la imaginaciĆ³n biogrĆ”fica. El biĆ³grafo estĆ” obligado a preguntarse por quĆ© una persona ha sido como ha sido y ha actuado como ha actuado, quĆ© experiencias forjaron su carĆ”cter y de quĆ© modo, y a arriesgar algunas conjeturas. Debe encontrar las circunstancias y elementos de conflicto que estĆ”n presentes en toda existencia y analizarlos; si no lo hace, se arriesga a que su biografiado se le escape entre fechas y datos. El biĆ³grafo no solo escribe una vida; ante todo, debe leerla, o sea, interpretarla.

La BioygrafĆ­a da la impresiĆ³n de una vida casi sin conflicto, salvo los muy evidentes (enfermedades, vejez, muerte de seres queridos), y aun estos referidos por encima. La vida de Bioy, en efecto, fue privilegiada, mĆ”s propia de un caballero inglĆ©s del siglo XIX que de un latinoamericano del siglo XX: rico heredero de estancieros, bon vivant cosmopolita, casanova irresistible, dichoso escritor sin preocupaciones laborales ni financieras que, cuando no estaba leyendo o escribiendo, parecĆ­a repartir su tiempo entre la cama, la cancha de tenis, el cine o alguna playa mediterrĆ”nea. Y, no obstante, esta existencia idĆ­lica no estuvo exenta de aspectos problemĆ”ticos, desde luego, que habrĆ­an merecido una atenciĆ³n mĆ”s profunda. Menciono solo dos: de sobra es conocido el donjuanismo de Bioy, casado con Silvina Ocampo, once aƱos mayor, que entre cientos de mujeres incluyĆ³ a una sobrina, Genca Ocampo, que viviĆ³ con la pareja, y, por supuesto, a Elena Garro, acaso su amour fou. En una ocasiĆ³n, Bioy confesĆ³ a un periodista: ā€œlas engaƱaba para no sufrir, y terminĆ© siendo un fascista en el trato con ellas. Es decir, las engaƱaba: les prometĆ­a que las iba a querer siempre y al mismo tiempo tenĆ­a otra mujer que no sabĆ­an que tenĆ­aā€. La sola relaciĆ³n de Bioy con las mujeres serĆ­a materia de un libro entero. La BioygrafĆ­a, acaso por pudor, no profundiza demasiado en ella. Otro es la amistad con Borges. Aparte de los hechos ya sabidos por todos y despuĆ©s de la publicaciĆ³n pĆ³stuma del colosal Borges, Āæno era esta una oportunidad idĆ³nea para intentar desentraƱar un poco mĆ”s esa relaciĆ³n, hecha de genuino afecto, admiraciĆ³n y no exenta de resentimiento? No deseo prolongar la malentendida comparaciĆ³n Bioy-Borges, pero basta confrontar este libro con el Borges de Edwin Williamson o con el aĆŗn mĆ”s cercano, por la posiciĆ³n de la autora frente al biografiado, Borges. Esplendor y derrota de MarĆ­a Esther VĆ”zquez para ver lo que una biografĆ­a puede ser.

Como saben sus lectores, la gran obsesiĆ³n de la obra de Bioy es encontrar alguna manera de sobrevivir a la muerte, de perdurar. La inmortalidad conseguida, como ocurre en La invenciĆ³n de Morel, suele ser limitada, imperfecta. En su intento por fijar a un individuo y hacerlo memorable, la biografĆ­a, aun la mejor de todas, procura una subsistencia similar y quizĆ” todo el gĆ©nero, como sugerĆ­a Borges, sea una ilusiĆ³n. En acometerlo a sabiendas radica su miseria y su grandeza. ~

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(Xalapa, 1976) es crĆ­tico literario.


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