Michel de Certeau escribe en El extranjero o la unión en la diferencia (Trotta, 2021) que “buscamos difuminar todo lo que señala una ruptura”. En esta misma línea se inscribe Gozo, el último libro de la poeta y licenciada en filosofía Azahara Alonso (Oviedo, 1988), que publica la editorial Siruela. En su texto, la autora busca difuminar las rupturas e igualmente hacer del proceso creativo una lupa que le permita volver sobre unos años inciertos. Antes de meternos en harina, hay que destacar la voluntad más amplia del libro: relatar la temporada que la narradora pasó en la isla de Malta. El espacio mental que la escritura ocupa en la vida de la autora se convierte en un espacio físico en el ir y venir de la narradora, en una habitación en la que descansar la idea del trabajo, la de los medios de producción y, ah, también la del dinero. ¡De eso también hay que descansar! Aunque, más que una habitación, lo que en Gozo se proyecta con claridad es la visión de una isla.
Son dos las citas que inauguran la lectura de este debut en la narrativa de Alonso. Por un lado, nos encontramos con una del escritor francés Georges Perros, autor de Papeles pegados, “¡Trabajar! ¡Trabajar! Como si tuviera tiempo”. Por el otro, con un suspiro de María Zambrano, “Las islas son el regalo hecho al mundo en días de paz para su gozo”. Ambas citas se interpretan como dos advertencias que desembocan en aquella pizarra en la que el también poeta y filósofo José M.ª Valverde escribió que la estética en ausencia de ética no tiene utilidad. La nota de Perros da cuenta de la forma en la que Azahara Alonso compone su libro, con ideas que parecen apuntes, apuntes pegados, y que perseveran en la fijación del francés por hacer del cuaderno un género literario en sí mismo. Pero es la de Zambrano la que encarna el corazón del libro, y en consecuencia su título. La cita procede de Isla de Puerto Rico, un texto clave en la obra de María Zambrano. En él, la pensadora malagueña narra su vínculo con Puerto Rico, pero también la isla como símbolo geográfico y espiritual. Así Azahara Alonso en Gozo nos explica, de forma fragmentaria y profundamente contemplativa, la que fue su vida en la isla de Malta, al tiempo que introduce una serie de vivencias que mezcla con otros discursos artísticos (Maggie Nelson, Rohmer, Ernaux, Martín Gaite, Bertrand Russell…), que enfrentan la misma problemática: ¿Cómo hacer para que el paso del tiempo se desentienda de la idea del dinero?
Fruto de ese deseo de desligar la vida del parné, y hasta del patrimonio, nace la escritura de Gozo. El lector podrá encontrar pasajes desiguales en intensidad a lo largo del texto, pero le invito a que interprete esa desigualdad a partir del tempo de esta escritura íntima que no es siempre vibrante ni enérgica, sino más bien constante y que apenas vacila en el estilo. La emoción contenida y la expresión sencilla con la que Alonso nos deleita facilitan la ruptura con la urgencia de tener que captar el instante en su mismo nacimiento. No es necesario. El relato de la vida de alguien, en este caso de la narradora, nos conduce a esa ¿novela? de tipo filosófico en la que se pone el foco las circunstancias materiales que condicionan una vida. La problematización surge de los añicos a los que el turbocapitalismo condena la vida cuando se es joven y el futuro y la vocación titubean. Porque en Gozo el clima de crisis laboral se traduce en un nuevo exilio, ya no político, como en el caso de Zambrano, sino económico.
El cultivo del aforismo en la escritura de Azahara Alonso configura también la arquitectura de este libro. Es de agradecer que el texto se desarrolle en ausencia de otra tecnología que no sea el cuaderno o el bolígrafo, que se entienda el lenguaje como un sinónimo de pasear, que las personas vuelvan a conocerse al encontrarse por la calle o que el hecho de hacer memoria en ausencia de pantallas nos devuelva a un tiempo sagrado. Lo único que me escamó como lectora era entender el texto de la poeta ovetense como lo que tradicionalmente se entiende como novela. Y aún tengo mis dudas… Pero esto último, teniendo en cuenta que me recordaba vagamente a aquellas novelitas de Harriet Martineau consideradas “económicas”, al estar “destinadas a dar a conocer, mediante historias sencillas de fácil comprensión al alcance de toda la población”, se me hace ahora hasta capricho mío. Si observar la vida pasar no es lo más novelero que encontraremos nunca, y como terminaba el mensaje de la pizarra de Valverde, “Ergo, apaga y vámonos”.
Andrea Toribio (Madrid, 1993) hace la tesis sobre 'Cuadernos de todo', de Carmen Martín Gaite, es editora y escritora. Ha publicado 'Geografía azul' (Ebediziones, 2014) y 'Crecimiento radial. Cuaderno de notas' (Eirene, 2018).