El billar de Lucrecia ha puesto en las mesas de novedades una serie de poรฉticas raras, desacostumbradas en el panorama casero. Libros de poetas con bastante trayectoria, desde el barriobajero Washington Cucurto, hasta la tanaticoerรณtica Damaris Calderรณn, pasando por el culto y esquizofrรฉnico Germรกn Carrasco, esta aventura editorial ha recalado en su mรกs reciente entrega en un puerto que (confesรฉmoslo) muchos de nosotros ni siquiera tenรญamos registrado en el radar: Eduardo Padilla, nacido canadiense y radicado en Mรฉxico, quien en este consistente primer tรญtulo presenta una poesรญa esquiva pero no imposible, aleatoria pero no mecรกnica, arriesgada pero no vacรญa.
Aunque lo primero es una impresiรณn: el libro no suena a espaรฑol, parece haber sido escrito en un inglรฉs, digamos, apenas traducido (โNecesitamos mรกs gente como usted ยฟsabe?โ, podrรญamos imaginarlo en el guiรณn de cualquier film policiaco serie b). La dicciรณn del libro tiene una cualidad telegrรกfica, una ambigรผedad gangsteril, una dureza que a altas temperaturas se vuelve inesperadamente maleable. O quizรก el lector no deberรญa esperar un uso literario del idioma en este libro.
Constructo postnarrativo que acierta cada uno de sus tiros al aire, Zimbabwe cuestiona una frรกgil realidad a la que nunca hay que darle la espalda (โHe visto castillos de naipes/ estructuralmente mรกs sรณlidosโ), levantando, a partir de un zapping involuntario, un trance nirvรกnico de la conciencia sin amarras. La percepciรณn del poeta maximiza los pormenores (โel diablo estรก en los detallesโ) y minimiza las estructuras para desplazarse errรกtico, anรกrquico, entre la pedacerรญa de su paisaje interior por mรฉtodos aleatorios, generadores de la entropรญa en que ciertas poรฉticas recientes parecen aposentarse: subordinaciรณn de frases, encadenamiento precario de imรกgenes, ideas y alucinaciones โel pensamiento viajando sobre su propia trayectoria irregular, irrecuperable, de escapeโ que terminan siendo ajenas a la propia inteligencia que las enuncia, relatos de una versiรณn intermitente, metamรณrfica, digresiva de la realidad. โSupongo que eso explica, en parte, por quรฉ aquรญ nadie/ nunca/ se atreve a andar en lรญnea recta.โ
Padilla arma el plano de sus referencias sobre el estrato de la cultura mรกs popular, las frases hechas y el lenguaje de las ciencias exactas. Algunos ejemplos: A) el poema โCaribdis antes de la calvicieโ: test donde el espectador intenta descubrir al culpable de un acto completamente banal que se va tornando metafรญsico, mitolรณgico, enrarecido, afรญn a la entropรญa de sus propias reglas; ninguna interpretaciรณn sobrevive al poema, ni se sostiene mรกs allรก de la lectura. B) โW.D. es filmado en Churubusco peleando hasta la muerte contra la Hidra de Hiroshimaโ: guiรณn de ciencia ficciรณn con tintes apocalรญpticos y autobiogrรกficos imposible de filmar; texto impermeable a veces a su propio tema. C) โPing pong para jugar solitarioโ: ensayo de talante ajedrecรญstico que deviene reflexiรณn metafรญsica sobre la distancia mรญnima e inconmensurable que existe entre Rey y Reina y/o el sexo de un piojo. โNi el objeto ni la acciรณn son aquรญ nada (algo) mรกs allรก de sรญ mismosโ, dice el poeta, dudando siempre de su materia verbal, del prestigio automรกtico de lo pretendidamente poรฉtico, dirigiรฉndose al respetable para expresar sus reservas: โUstedes desean amplificaciรณn y resonancia./ De acuerdo,/ se entiende./ Pero dudo del potencial de esta aveโ. Del potencial de las palabras, o de la propia percepciรณn.
Todo es provisional, todo estรก a punto de ser sustituido. En estos poemas, sin embargo, la digresiรณn encuentra en la pรกgina una forma misteriosa de resoluciรณn, una forma de orden no tan comรบn como la lรณgica, otra forma de comprensiรณn menos corriente que una relaciรณn causa-efecto.
Despuรฉs de tanto llevar y traer las vanguardias, esgrimirlas como arma de ataque y defensa, parece que sรณlo resta una cosa: reconocer que no estamos seguros si las escrituras que continรบan su lรญnea o la driblan lo hacen por arrojo creativo o por pura y simple inconsciencia. El caso es que cada vez todo resulta mรกs neblinoso, mรกs crรญ(p)tico, cada nueva premisa se descubre falsa, cada presupuesto resulta caduco al instante y se tambalea. La fragmentaciรณn da paso a la atomizaciรณn. Luego aparece un poeta que rearma todo segรบn su instinto, sin buscar un dibujo en el rompecabezas. Mundo extravagante, esquizoide, collage de sรญ mismo, palimpsesto errรกtico, quizรก igual โno es descabellado pensarloโ que era al principio.
Todo comienza en sus epรญgrafes elusivos, un poco fuera de lugar pero coherentes con el edificio al que sirven de mascarรณn de proa, de pistas para despistar: Gombrowicz (en lo general) y Williams (en lo particular), queriendo describir no un rastro, sino las excusas que el poeta encontrรณ para justificar su viaje a la descomposiciรณn, ese territorio donde la poesรญa de Padilla retoza a sus anchas. En el ensayo-poema que cierra el libro, Antonio Ortuรฑo (otro empรญrico del caos y lo raro, pariente cercano de Padilla) menciona que los cartรณgrafos romanos, al referirse a territorios ignotos (รfrica entre ellos), argumentaban sus miedos en la siguiente precautoria: โAquรญ hay leonesโ, como una forma de desalentar la exploraciรณn de lugares tabรบ: esa clase de territorios canรญbales, regiones del instinto y la aventura verbal donde โSomos libres y disparamos a discreciรณn contra las letrasโ (es decir: contra los leones) y donde actuar sรณlo conforme a certidumbres resulta, por lo menos, vulgar. ~