Octavio Paz murió el 19 de abril de 1998. Poeta, ensayista, intelectual, traductor y diplomático, es una figura tutelar dentro de la literatura mexicana. Fue un hombre preocupado por la difusión de las letras, la vocación crítica y por tender puentes entre disciplinas y culturas, y su contribución al mundo cultural en México y en el mundo fue, y sigue siendo, crucial. A manera de homenaje, recopilamos algunos de los artículos que se han publicado sobre él en las páginas de Letras Libres.
Guillermo Sheridan, dedicado estudioso de la vida y obra de Paz, ha escrito sobre su discrepancia con el poder, su relación con Elena Garro, su correspondencia con Carlos Fuentes y acerca de libros emblemáticos como Piedra de Sol. Los textos de Sheridan permiten comprender los muchos hombres que era Octavio Paz, quien afirmó: “Todo lo que escribo es biográfico. Mi poesía es mi otra vida”.
Muchos años antes de ser un escritor reconocido a nivel mundial, Paz aceptó cuanto trabajo se le ofreció: redactor periodístico, maestro, ayudante del negocio de su tío Guillermo e inspector de la Comisión Nacional Bancaria. Este artículo de Ángel Gilberto Adame da cuenta de una faceta poco conocida del joven Paz, donde su “temperamento saturnal” fue puesto a prueba.
Paz jamás abandonó su vocación literaria, porque era una manera de ejercer la libertad creadora del hombre. En el número más reciente de Letras Libres, Malva Flores recupera una entrevista publicada en 1954, cuando el Nobel mexicano regresó a México después de su estancia en Japón. En ella, el escritor define la utilidad de las obras de arte como un orden que va más allá de la técnica. Para él, “la misión esencial de la literatura consiste en descubrir y revelar […] al hombre”.
Paz era un hombre de trato afable y conversación amena, como Isabel Turrent comparte en sus “Recuerdos de Octavio Paz”. “Cualquier lector de los libros de Paz puede vislumbrar al autor tras la prosa luminosa: sus pasiones y preocupaciones, su curiosidad universal, su cultura enciclopédica, su generosidad intelectual, y también, al gran conversador que fue siempre”.
Constantemente cuestionado por sus ideas políticas y el rechazo a ciertas actitudes de los militantes de izquierda, Paz fue objeto de diversas afrentas. En nuestro número de octubre de 2011, Enrique Krauze escribió “La herejía de Octavio Paz”, un ensayo que reflexiona sobre la falta de diálogo que hubo entre el escritor y la izquierda mexicana. “Paz vivía en un estado de constante exaltación. Tenía la melena de un león y como un león se batió en la querella ideológica que lo aguardaba”.
En una entrevista que Paz le concedió a Enrico Mario Santí a fines de 1996, le platicó sobre los inicios de su vocación literaria, la manera en que las lecturas de su adolescencia forjaron su temple como escritor, la colaboración entre la inspiración y la conciencia al momento de escribir poemas y las ideas detrás de sus principales libros. Hacia el final de la charla, Paz reflexiona sobre la inexorabilidad de la muerte: “Yo creo que una vida humana […] está hecha de muchos nacimientos, muertes y renacimientos. No es cierto que uno nazca una sola vez. No sé si se nace una sola vez, pero sí sé que se muere y se renace muchas veces, hasta que nos toque la definitiva”.
Un año después de su muerte, Gabriel Zaid se preguntaba si quedaría algo de Octavio Paz. A veinte años de su partida, la respuesta es clara. Seguimos hablando de Paz porque las preguntas planteadas en su obra, vida y pensamiento –como reflexiona Malva Flores– nos siguen confrontando.