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Cuando los medios argentinos hablan de Hernán Díaz (y en las últimas semanas hablaron mucho de él, primero porque se presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires y después porque fue galardonado con el Premio Pulitzer de Ficción) lo llaman “escritor argentino”. Es cierto que Díaz nació en Buenos Aires en 1973 y que vivió varios años allí, incluidos los fundamentales de la adolescencia y la primera juventud. A sus dieciséis se colaba en las clases de literatura que dictaba Ricardo Piglia en la universidad, y fue allí donde, muy joven, se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras.
Pero también es cierto que pasó su infancia en Suecia, país en el que su familia se exilió antes de que Hernán cumpliera tres años, tras el golpe de Estado de marzo de 1976. Sus padres (Ana, psicoanalista, y Pablo, cineasta) eran dueños de una librería especializada en marxismo, y si no se marchaban tenían grandes probabilidades de estar entre las miles de personas que la dictadura cívico-militar secuestró, torturó e hizo desaparecer en esos años.
La familia retornó a la Argentina después de la reinstauración democrática, ocurrida en 1983. A mediados de los años noventa, el joven Hernán concluyó su etapa universitaria y sintió que su destino se hallaba fuera de su país natal. No sabía dónde, aunque tenía claro que “quería vivir en inglés”. Primero hizo una maestría de dos años en el King’s College de Londres; luego se inscribió en un curso que impartía Jacques Derrida en la Universidad de Nueva York; se apuntó para hacer un doctorado en esta misma ciudad, obtuvo una beca y allí se afincó.
Hernán Díaz escribe, por supuesto, en inglés. “El inglés es mi lengua propia porque es la lengua que elegí –dijo en una entrevista en 2020–. No puedo explicar por qué siento tanto amor por este idioma. Pero sin dudas, vivir en inglés ha sido una de las decisiones más importantes que he tomado”.
–¿Siempre te has sentido más cómodo escribiendo en inglés? –le preguntó en ese mismo año un periodista español.
–No pasa por la comodidad, no es la palabra que elegiría. Siempre me atrajo esa lengua, su plasticidad, sus características sintácticas, lo ilimitado de su vocabulario, sus posibilidades acústicas. Es la lengua que hace que quiera escribir. Me da placer. No sé, ciertos escultores prefieren el yeso o el mármol o el bronce porque hay algo en esos materiales que les atrae. Para mí es así el inglés. Hay algo ahí que funciona.
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Su primera novela se titula In the Distance y fue publicada en 2017. En español se publicó en 2020, con el título de A lo lejos y traducción de Jon Bilbao. Es un western (“reinventa el género”, suelen decir las reseñas en estos casos) que narra las desventuras de un sueco llamado Håkan, quien llega a California siendo un niño y debe atravesar Estados Unidos para ir al encuentro de su hermano, que está en Nueva York. Como la época es mediados del siglo XIX, cruzar los vastos desiertos norteamericanos constituye una misión plagada de peligros y dificultades.
“Sin dudas hay elementos de mi historia personal en el libro, aunque de modo cifrado – explicó Díaz a propósito de A lo lejos–. La experiencia de ser extranjero y circular entre diferentes lenguas es central en mi vida. Y el libro definitivamente es el resultado de la triangulación entre Suecia, Argentina y Estados Unidos”.
Además del western (que funciona como marco de referencia un poco desenfocado, porque las acciones de la novela transcurren en un período previo al típico del western, justo antes de la conquista del Oeste y la llegada de los alambrados y los rebaños de ganado, y por ende antes de los cowboys), otras influencias importantes para esta novela son los clásicos estadounidenses del XIX, novelas del desierto (como las de Dino Buzzati o T. E. Lawrence), los relatos de viaje de los conquistadores españoles –en particular, los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, modelo del caminante al que Håkan hace recordar en numerosos pasajes– y también la literatura gauchesca, que comparte algunos tópicos con las historias de vaqueros.
La novela incluye, de hecho, un homenaje muy directo al Martín Fierro. En concreto, a la escena en la que el sargento Cruz cambia de bando: traiciona a sus compañeros de la cuadrilla policial para ponerse del lado de Fierro, porque “no consiente que se cometa el delito de matar ansí un valiente”. (A ese sargento, Borges le inventa una vida en su cuento “Biografía de Isidoro Tadeo Cruz”.) Las raíces argentinas del autor afloran en ese momento, pese a que él explicó: “No me permití releer [Martín Fierro] durante la escritura de la novela, porque me aterrorizaba que me aplastara su influencia”.
¿Y no lo aterrorizó meterse con un género tan estadounidense como el western? Sí, también: “La escritura estuvo plagada de muchos momentos de miedo y de terror –explicó Díaz–. El modo de seguir fue no negar mi lugar excéntrico. Al contrario, tomar esa excentricidad, dársela al personaje, dársela al lenguaje cuando correspondiera y que fuese un material más”.
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Sin duda, las raíces argentinas de Díaz se manifiestan de muchas otras formas. Su primer libro publicado fue el ensayo Borges, Between history and eternity, de 2012. En su reciente visita a Buenos Aires, él mismo dijo en una entrevista que con esta ciudad tiene “una relación intensa y limitada al mismo tiempo. Mi madre vive acá, mi hermana, mis sobrinos y un par de amigos muy queridos. Así que vengo una vez por año, al menos, a ver a toda esta gente querida”.
Díaz vive con su esposa Anna y su hija Elsa, de doce años, en Brooklyn. “Me interesa que mi hija también tenga una relación con este lugar, que lo conozca más, que sienta que es parte de su historia”, añade en referencia a la capital argentina. No obstante, cuando le preguntan si su lugar en el mundo es Nueva York, la respuesta es contundente: “Sí, hace ya veinticinco años que vivo ahí. Es donde más tiempo he pasado en mi vida. Mi hija nació ahí, tengo una hipoteca ahí. Trabajo ahí [da clases en la Universidad de Columbia], escribo sobre esa ciudad, siempre de diferentes modos”.
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Si bien A lo lejos fue muy bien valorada por los lectores y la crítica (ganó premios como el Saroyan International, el Cabell, el Prix Page America y el New American Voices, fue uno de los diez mejores libros del año según el Publishers Weekly y finalista del Pulitzer), la segunda novela de Hernán Díaz la superó con amplitud. Titulada Trust en la versión original –y Fortuna en español–, ganó el Pulitzer y el Kirkus en la categoría ficción, estuvo en la lista de los mejores libros del año según el Washington Post y la revista Time, fue “libro notable de 2022” según el New York Times, y además fue recomendado por el expresidente Barack Obama, lo cual le dio gran popularidad. Además, HBO y la actriz Kate Winslet están produciendo una miniserie basada en la novela.
¿Qué es Fortuna? ¿Por qué tanto éxito? Es, sobre todo, una novela acerca del dinero. Pero también acerca de los relatos en torno al dinero, a la acumulación del capital, a la fama no deseada, y también, en definitiva, una obra sobre la ficción. O sobre las ficciones: las que se tejen alrededor de las personas con poder, y las que las propias personas con poder intentan tejer acerca de sí mismas para contrarrestar las de los demás. Porque la historia la escriben los que ganan, pero esa no siempre es una tarea sencilla.
Fortuna está dividida en cuatro partes. La primera es una novela dentro de la novela, que de alguna manera recuerda al noticiero con el que comienza Citizen Kane (justo después de la célebre escena de “Rosebud”); la segunda, los apuntes para una autobiografía; la tercera, las memorias de una secretaria (y ghost writer); la cuarta, el diario de otra mujer. No es casual que las narradoras de las dos últimas partes sean mujeres: el propio autor destacó que se propuso recrear la voz de quienes –en las primeras décadas del siglo XX, el tiempo en que transcurren las acciones de la novela– no podían hacerse escuchar.
La novela la publicó Anagrama, con traducción del escritor Javier Calvo. Algunas versiones en otros idiomas mantuvieron el título original en inglés (Trust, que significa monopolio pero también confianza); el título en español también juega con el doble sentido y la ambigüedad, puesto que Fortuna puede aludir tanto a la riqueza como a la suerte y al destino.
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Aunque pudo haberlo hecho, Díaz prefirió no participar de la traducción de sus libros: se limitó a sorprenderse y sentirse extraño al verlos volcados a su idioma materno. Como ha quedado claro, pertenece a la estirpe de autores como Conrad, Nabokov, Emil Cioran y Agota Kristof, que eligieron escribir en una lengua adoptiva.
¿Vale entonces decir, como hacen los medios argentinos, que Hernán Díaz es un escritor argentino? Él mismo no lo cree: “La verdad es que a esta altura me considero un escritor estadounidense. No nací aquí, pero hace más de veinte años que vivo acá y tengo una hija acá y siento un gran amor por la tradición literaria norteamericana”. Aunque aclara que “más que pasaportes”, le interesan los “libros, autores, textos y relaciones entre textos”. Lo cual, en última instancia, es lo único que importa al hablar de literatura. ~
(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.