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Dos poemas de Alfred Nicol

En la segunda entrega de nuestra serie dedicada a la traducción de poemas, dos poemas que nos preparan, o no, para la toma de posesión de Trump el próximo viernes.
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El Naufragio del Abraham Lincoln

“Todos en el naufragio se mueven por su lado.”

                               — George Herbert

Aprendiz de un matón más corpulento,

Christie lame la mano del narciso

como todos lo harán en su momento.

Ser un perro faldero es ser sumiso.

 

Cada quien tiene voz en el tumulto,

aunque hablen todos con el mismo tono.

El timbre de Giuliani es un insulto

al micrófono hundido en abandono.

 

Melania, quien de punta en blanco es magia

en este carnaval del desenfreno,

recita como quien no quiere y plagia

las obviedades de un discurso ajeno.

 

Aquí hasta los ladrones hallan nicho,

¿pero un fulano petulante y puro?

Cada cosa en su sitio, dice el dicho.

Cruz, vete al otro lado de este muro.

 

De puntillas, avanza el acrobático

Ryan, en desafío del abismo,

vendiendo —aún sonriente y diplomático—

lo que no compra ni siquiera él mismo.

 

Trump dice que esta vaina está precaria,

y cómo no, si sacudiendo el dedo

identifica al diablo en su adversaria.

Mensaje recibido: tengan miedo.

Versión al español de Pedro Poitevin  (Versión original en The Hipster Conservative)

 

¿Cómo Llamarlo?

¿Y si llamáramos al monstruo Monstruo,

          No sería mejor?

Hasta el momento hemos llamado al monstruo,

          Con timidez, “Señor”.

 

¡Ahí está en paz haciendo cada cosa!

         (Qué triste nuestro fallo).

Hará picnic de la sobrina hermosa

          Tan pronto arranque mayo.

 

Hemos rezado porque el monstruo encuentre

          En ella un sacrificio.

Nos apretujaría un poco el vientre

          Pensarla desperdicio. 

 

Y vaya que ha servido –¡cómo brama!–

          Para avivarle el hambre.

“Quiero más, quiero más”, el monstruo clama

          Con necedad de enjambre.

 

En la noche, despiertos todavía,

         No encontramos remanso.

El monstruo acecha en cada qué sería

         Violento y sin descanso.

 

Y nadie, nadie llama al monstruo Monstruo.

         Tenemos culpa todos.

¿Quién va a poder domesticar a un monstruo

          Con tímidos apodos?

 

Es hora de que la verdad se entienda

          Sin peros en la mente.

Hay que lanzarle un nombre que le penda

          Como intestino al dente.

 

Dilo si puedes: Monstruo. Monstruo. Monstruo.

          Se siente más sincero.

¡Qué ingenuidad la de esperar de un monstruo

          Que sea un caballero!

 

Versión al español de Pedro Poitevin

Pedro Poitevin (PP): Con la victoria electoral de Donald Trump en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, “El Naufragio del Abraham Lincoln” ha adquirido un tono más sombrío.

Alfred Nicol (AN): En el mejor análisis de las pasadas elecciones que he leído, Stephen Greenblatt compara el éxito de Donald Trump con el de Ricardo III, el personaje de William Shakespeare, quien asumió el poder asistido por una “nación de cómplices”, unos de ellos “irresistiblemente atraídos a hacer parecer normal lo que no lo es”, y otros “persuadidos de que habrían de beneficiarse” a pesar de cuán destructivo era Ricardo. Esto es lo que yo sentí mientras veía las elecciones primarias del Partido Republicano, y quise registrar mi consternación en un poema “ligero” que pronto, según yo, al igual que Trump, sería olvidado. Pero la pesadilla sigue. Me equivoqué.

Sin embargo, continúa siendo vergonzoso que el partido de Abraham Lincoln, nuestro mejor presidente, y John Greenleaf Whittier, poeta y abolicionista apasionado, haya nominado como su líder a un tipo tan inepto e irrisorio como Donald Trump.

PP: Leí “¿Cómo Llamarlo?” justo después de releer el Cratilo de Platón, así que me hizo mucha gracia la idea de rimar el nombre con la cosa. ¿De dónde vino la idea?

AN: ¡Qué maravillosa coincidencia que estuvieras leyendo un diálogo sobre el tema de los nombres antes de leer ese poema!

No puedo leer el poema sin pensar en el tema de las elecciones pasadas, pero cuando escribí el poema, hace muchos años, no estaba pensando en la política nacional. Es un poema profundamente personal en el que me llamo la atención a mí mismo por mi complicidad en una terrible relación que duró la mayor parte de mi vida. Mi culpa radicaba justamente en estar irresistiblemente atraído a hacer parecer normal lo que no lo era. Yeats dijo: “De las disputas con los demás surge la retórica; de las disputas con nosotros mismos surge la poesía”.

 

***

Esta es la segunda entrega de nuestra serie, a cargo de Pedro Poitevin, dedicada a la traducción de poemas. Algunas de las entregas aparecerán, como en el caso de esta, acompañadas de una conversación con el autor.

Si el lector desea proponer alguna versión, Pedro estará leyendo propuestas enviadas a elartedetransigir@gmail.com. Solo publicaremos versiones que tengan los permisos de traducción y publicación en orden.

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