En el famoso capítulo XXXI de sus Essais, titulado “Des Cannibales” (De los caníbales), Montaigne da noticia de su encuentro en Rouen con tres indios tupinambá que habían sido llevados a Francia para presentarlos ante la corte. También reproduce en sobria prosa dos canciones supuestamente recitadas por estos indígenas brasileños. El primero sería un canto de guerra; el segundo, un poema de amor:
“Además de la canción guerrera que acabo de citar, conozco otra de amor que comienza así: «Detente, culebra; culebra, detente, para que mi hermana tome tu imagen como modelo de un rico cordón que yo pueda ofrecer a mi amiga; que tu belleza sea siempre preferida a la de todas las demás serpientes». [Couleuvre, arrête-toi ; arrête-toi, couleuvre, afin que ma sœur tire sur le patron de ta peinture la façon et l’ouvrage d’un riche cordon que je puisse donner à m’amie : ainsi soit en tout temps ta beauté et ta disposition préférée à tous les autres serpents.] Esta primera copla es el estribillo de la canción. Ahora bien, yo creo conocer lo suficiente de poesía como para juzgarla, y sostengo que no sólo nada tiene de bárbara, sino que se asemeja a las de Anacreonte. El idioma de aquellos pueblos es dulce y agradable, y sus palabras recuerdan las terminaciones griegas.”
“Es quizás la primera vez —dijo un comentarista de la época— que la idea de una serpiente ha dado a luz una galantería”. La llamada desde entonces “chanson de la couleuvre”, que los historiadores incluyen entre los primeros ejemplos de lírica tupi, conoció una extraña y curiosa suerte en medio del Romanticismo europeo. Tras leer el ensayo de Montaigne, un Goethe de 33 años ensayó una traducción al alemán publicadas en 1782 en una revista de Weimar:
Liebeslied eines Wilden Brasilianisch
Schlange, warte, warte, Schlange,
Daß nach deinen schönen Farben,
Nach der Zeichnung deiner Ringe
Meine Schwester Band und Gürtel
Mir für meine Liebste flechte.
Deine Schönheit, deine Bildung
Wird vor allen andern Schlagen
Herrlich dann gepriesen werden.
Canción de amor de un salvaje brasileño
Sierpe, detente; detente, sierpe,
que, igual a tus bellos colores,
idéntico al diseño de tus anillos,
mi hermana me teja
una cinta y cinturón para mi amada.
Tu belleza, tu forma,
será entre todas las otras víboras
soberbiamente apreciada.
Esta primera versión de Goethe debe bastante, dicen los estudiosos, a varias traducciones alemanas de la época (las de Hoffmann von Hoffmannswaldau, Johann Daniel Tietz, Christian Edwald von Kleist y Johann Gottfried Herder, apóstol romántico del nacionalismo y devoto de la poesía popular).
Pero el poema, de alguna manera, obsesionaba a Goethe: 43 años después de su primera versión, volvió sobre él para hacer una versión más sintética, titulada sólo “Brasileño”:
Brasilianisch (1825)
Schlange, halte stille!
Halte stille, Schlange!
Meine Schwester will von dir ab
Sich ein Muster nehmen;
Sie will eine Schnur mir flechten,
Reich und bunt, wie du bist,
Daß ich sie der Liebsten schenke.
Trägt sie, die so wirst du
Immerfort vor allen Schlangen
Herrlich schön gepriesen.
Brasileño
¡Sierpe, detente!
¡Detente, sierpe!
Mi hermana te quiere
usar como modelo
para trenzarme un cinturón,
tan espléndido y colorido como tú,
para que yo lo ofrezca a mi amada.
Y cuando ella lo ostente, tú serás,
para siempre sobre todas las serpientes,
magníficas y hermosas, exaltada.
El “regreso a Brasil” del escritor alemán tuvo bastante que ver con su amigo, el joven botánico Carl Friedrich Philipp von Martius –Goethe solía llamarlo “el brasileño”–, quien había recopilado otros ejemplos de poesía indígena y que probablemente le explicó en Weimar algunos detalles del poema y su contexto como sólo podía hacerlo alguien viajado por la Amazonia.
Por supuesto, el poema tuvo también varias “malas traducciones”. La más famosa es la pifia (¿intencional?) de Chateaubriand, que en el primer libro de sus Memorias de ultratumba convierte a los tupis en indígenas iroqueses:
“Quería entender el canto de mis anfitriones. Una niña india de catorce años, llamada Mila, muy bonita (las mujeres indias sólo son bonitas a esa edad), cantaba algo muy agradable. ¿No era el pareado citado por Montaigne? «Detente, culebra; culebra, detente, para que mi hermana tome tu imagen como modelo de un rico cordón que yo pueda ofrecer a mi amiga; y que tu belleza y tu disposición sean siempre preferidas a las de todas las demás serpientes».”
II
Algunos detalles de esta historia de serpientes llamaron la atención de Alfonso Reyes. En un ensayito titulado “Poesía indígena brasileña” (escrito justamente en Rio de Janeiro, y fechado en 1932, cuando ejercía de diplomático en Brasil), explica estos vestigios y ensaya una curiosa versión de versiones:
“Queda noticia de que los indios brasileños anteriores a la colonización europea eran repentistas muy dotados y los que se distinguían en este género de poesía hasta podían cruzar en medio de tribus enemigas sin que nadie se les atreviera. De aquella primitiva poesía sólo vestigios se conservan, recogidos en distintas épocas: cuatro cuartetas, entre los documentos de los botánicos alemanes Spix y Martius [¡de nuevo Martius!], comienzos del siglo XIX; tres canciones en Couto de Magalhaes y alguna otra versión en Barbosa Rodrigues. Pero, sobre todo, conocemos las dos canciones que Montaigne tradujo en sus Ensayos, de donde Goethe después las tradujo al alemán. El anónimo caníbal de Brasil tiene así un título más ilustre en las letras que todos los poetas americanos”.
Así quedó la viborita de Reyes, que en sendas versiones de Montaigne propone octasílabos y endecasílabos con una sexta rima ababcc, más modernista que “popular”. Extrañamente, en su antología mínima el poema será incluido bajo el acápite “De humorismo” y no junto con los poemas “de amor y saudade”:
Pára, viborita, pára:
quiero imitar tu primor
pintando un cinturón para
obsequiárselo a mi amor:
mira que así vendrás a ser presente
que una serpiente le hace a otra serpiente.
En peripecia más reciente, que ilustra las ideas de Oswald de Andrade sobre la tradición brasileña como ejercicio de antropofagia, los poemas tupi regresarán a Brasil, ya deglutidos, gracias al poeta Waly Salomão. En su libro Tarifa de embarque (2000) aparece una nueva versión de la ahora titulada, con precisión localista, “Cobra coral”, nombre brasileño de la coralillo (Lampropeltis triangulum). El orden de los colores es esencial: decide si se trata de una especie venenosa (rojo, amarillo, negro, amarillo, rojo) o de otra, inofensiva, la “falsa coral” (rojo, negro, amarillo, negro rojo), que la imita. Es posible que fuera de esto de lo que hablase el hipotético poema original. En cuanto a los collares, esos de cuentas coloridas son muy fáciles de ver en cualquier cuello de Bahia.
El poema de Salomão fue musicalizado ese mismo año por su amigo Caetano Veloso, en su disco Noites do Norte. Salía así de la tradición romántica del “buen salvaje” para instalarse definitivamente en la cultura pop:
Pára de ondular, agora, cobra coral:
a fim de que eu copie as cores com que te adornas,
a fim de que eu faça um colar para dar à minha amada,
a fim de que tua beleza
teu langor
tua elegância
reinem sobre as cobras não corais
Para de ondular, ahora, víbora de coral,
para que yo copie los colores con que te adornas,
para que yo haga un collar para dárselo a mi amada
para que tu belleza,
tu languidez,
tu elegancia,
reinen sobre las víboras que no son de coral.
Con esta melodía de Caetano en mente, y tratando de comprimir al máximo este cordón de culebras, hace un par de años ensayé mi versión de este poema-palimpsesto:
Deja de ondular,
víbora de coral:
quiero hacer un collar
con tus colores.
Y que mi amada ostente
tu lánguida elegancia,
que reina sobre todas las demás.
Consultados:
Prof. Dr. José Alexandrino de Souza Filho (UFPB): Montaigne, Waly Salomão e a “canção da serpente”. En internet: http://www.abralic.org.br/eventos/cong2008/
AnaisOnline/simposios/pdf/063/JOSE_FILHO.pdf
Alfonso Reyes: “Poesía indígena brasileña”, en Norte y sur (Editorial Leyenda, México, 1944). También en Obras completas, IX, FCE, México, 1959.
Philippe Desan (ed.): The Oxford Handbook of Montaigne, pp. 303-304.
Celeste Henriques Marquês Ribeiro de Sousa: “O Brasil na obra de Goethe”, en Do cá e do lá: introdução à imagologia, Editora Humanitas, 2004, pp. 171-173.
Waly Salomão: Tarifa de embarque. Ed. Rocco, Rio de Janeiro, 2000, pág. 59.
Marcus V. Mazzari: “Nature or God: Pantheistic affinities between Goethe and Martius ‘the Brazilian’ ” en: Estudos avançados, vol. 24, no. 69, São Paulo, 2010.
(La Habana, 1968) es poeta, ensayista y traductor. Sus libros más recientes son Jardín de grava (Cuadrivio, 2017; Godall Edicions, 2018) y Hoguera y abanico. Versiones de Bashô (Pre-textos, 2018).