Foto: Joi Ito, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

Cronología de un sonido que se fue con el viento

El genio de Ryuichi Sakamoto cubrió un amplio lienzo: lo mismo actuó con Bowie que compuso música para Bertolucci y González Iñárritu y curó la playlist de un restaurante. En su obra, la relación de lo plástico con lo sonoro fue circular.
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Hay múltiples imágenes de Ryuichi Sakamoto. En una de ellas, Bowie toma con manos firmes el cuerpo delgado de un oficial japonés y le da un beso en cada mejilla. La escena es imborrable, porque los movimientos son tan sólidos y casi mecánicos que parecen filmados cuadro por cuadro. David Bowie acaba de evitar una decapitación y Ryuichi Sakamoto se derrumba enfurecido, frustrado. 

En otra se ve muy joven, sentado frente a una vitrina. Sin más, se levanta, camina a la puerta, sale a las calles de Tokio y se despide con la mano. En 1984, mientras el compositor japonés trabajaba en su álbum Illustrated Musical Encyclopedia, la directora francesa Elizabeth Lennard capturó diversos momentos, combinados de forma casi aleatoria en Tokyo Melody: A film about  Ryuichi Sakamoto (1985): las calles de un Japón futurista que enloquecía a Occidente, Sakamoto dándole la espalda a una pantalla gigante en la que aparece tocando en vivo con The Yellow Magic Orchestra (YMO), la reconocida banda japonesa de música electrónica de la que formó parte. El documental narra su proceso creativo durante la composición de la banda sonora de Merry Christmas Mr. Lawrence, donde aparece la escena con Bowie, uno de los muchos artistas con los que colaboraría.

Antes de YMO, Sakamoto experimentaba con el sonido: se integró a la banda en el año 78, un año después de fundada, como tecladista. Ese año lanzó Thousand Knives, álbum solista al que se suele denominar bajo la vaga etiqueta de “fusión experimental”, por su cualidad inclasificable. Voces distorsionadas o no voces, voces creadas en sintetizadores, sonidos sampleados, paisajes sonoros en que los pájaros se funden con el sonido artificial de las máquinas, escalas enloquecidas seguidas de silencio o composiciones en piano de un virtuosismo extraordinario (como en “Grasshoppers”).  

Converso con Daniel Castrejón, fundador del sello de música experimental Umor Rex y poseedor de una colección abrumadora de discos, sobre Sakamoto y su relación con algunos de los artistas más interesantes del siglo XX, como Brian Eno o el alemán Alva Noto (alias de Carsten Nicolai), con quien el compositor japonés produjo una prolífica obra experimental y cuyos viniles son tentadoramente coleccionables no solo por la música, sino también por el diseño minimalista, exacto, perfecto.

Me asombra, le comento a Daniel (quien ha diseñado más de 700 portadas de discos), la continuidad estética de sus álbumes (Vrioon, Notion, Insen)  piezas que se completan en conjunto y a la vez están completas en sí mismas. Esa creación milimétrica en la composición musical y en el arte que la acompaña ¿es intencional? “Aunque su música es muy cinemática, el diseño de sus discos son más bien conceptos que acompañan cada momento”. En cuanto a la relación de los colores de cada portada con el contenido del disco, opina algo similar: la relación de lo plástico con lo sonoro se da en forma individual, circular.

En la plática Daniel recuerda la anécdota sobre la playlist que Sakamoto creó para Kajitsu, su restaurante favorito en Manhattan, donde vivió 30 años. “Amo tu comida, te respeto y amo este restaurante, pero odio la música”, le dijo al chef Ono y se ofreció a cambiar el mix de música brasileña, jazz y ambient genérico por John Cage, Bill Evans y Ahmad Jamal Trio, entre otros. El restaurante, por cierto, aún se puede visitar y gozar de una música no intrusiva y algo de cocina Shojin, inspirada en el budismo zen.  

La conversación se extiende. No hablamos tanto de las composiciones que hizo para el cine (como la de The revenant, que creó con Alva Noto y Bryce Dessner, y la de El último emperador, por la que ganó un Oscar), ni tampoco sobre sus premios y reconocimientos, porque cuando uno recuerda a alguien que admiró, lo que menos importa es eso.

Nos sorprendemos doblemente: yo, por haber ignorado durante tanto tiempo su genio, Daniel por los lamentos digitales que surgen en los timelines y los pésames que reciben quienes comparten su imagen, como si el dolor fuera por la pérdida de un ser querido cercano y no fuera a diluirse en cuestión de horas, tras la muerte de otro prócer de algún otro signo.

Digo que me parece triste su muerte. Dice que a él no. Y entonces por qué parece estarlo. Es nostalgia, responde. La mayoría de los compositores experimentales que cambiaron la experiencia sonora y la música están en extinción, dice. Sakamoto era uno de ellos. Sugiero que seguramente vendrán nuevos. Responde que por supuesto, pero que habrá que esperar treinta o cincuenta años para verlo. La creación requiere tiempo y maduración.

Piezas vivas para morir

La primera vez que Ryuchi Sakamoto recibió el diagnóstico de cáncer, en 2014, anunció que se retiraría temporalmente para tratarse. Desde ese momento hasta que en 2020 regresó la enfermedad, lanzó dos álbumes: Plankton en 2016 y async en 2017.

async es resultado de la búsqueda por salir de las estructuras de tiempo musical tradicionales, incluyendo sonidos cotidianos en la composición. Bajo ese mismo concepto compuso la música para Time, una obra conjunta con el artista japonés Shiro Takatani, mixtura de performance, experiencia musical e instalación que trastoca la configuración operística y a la vez se inspira en el Mugen Noh, el género teatral japonés que se basa en una obra originada por un sueño o una ilusión. En Time, el espacio vacío, el fondo proyectado, la música, dos actores y una voz en off reflexionan sobre la humanidad y la naturaleza, mientras que el agua en el escenario nos recuerda que al final todos regresamos al origen. La compuso tras recuperarse por primera vez del cáncer, que le dejó la viva noción de su propia mortalidad. Lo único que deseaba, más que nunca antes, era hacer música, música que pudiera dejar atrás sin sentir vergüenza.

En Coda, el documental filmado en 2017 por Stephen Nomura Schible, se ve a Ryuichi Sakamoto explorando el paisaje, hablando sobre su relación con el sonido. También relata su fascinación por el modo en que Andréi Tarkovski integró los ruidos del ambiente como parte de la textura audiovisual. Luego se ve a Sakamoto “pescando sonido” con un micrófono hundido en una grieta sobre un lago congelado. El agua, el viento, los pasos sobre el bosque. Rescata un piano que sobrevivió a un tsunami en Japón y lo pone a prueba. No hay objeto, ni ausencia de objeto, que deje sin explorar.

Quien se aleja de su casa ya ha vuelto

Entre 2020 y 2021, Ryuichi Sakamoto volvió dos veces a su casa. Primero, al ser diagnosticado nuevamente de cáncer, regresó a Japón, dejando sus tres décadas de vida neoyorquina; la segunda, al salir de su internamiento en marzo de 2021, a la que consideraba su casa temporal, pero sería definitiva, también en la isla.

“No tenía intención de componer algo, solo quería que me bañaran en sonido. Tenía la sensación de que tendría un pequeño efecto curativo en mi cuerpo y alma dañados”, dijo. Es natural que un músico elija su arte para narrar una experiencia que se escapa a las palabras de, incluso, un escritor, pero sorprende que pueda expresar su intención de un modo tan claro que el disco que vendrá no necesita de más. 

Durante los dos años de vida que le quedaban, Sakamoto se dedicó a componer un diario sonoro. En enero de 2023 publicó doce entradas en un disco llamado 12. Cada pieza lleva por título la fecha en que fue compuesta y grabada. Solo tres de ellas fueron intervenidas tras la grabación. El resto no fue alterado: se oyen el piano o los sintetizadores, suena su respiración, el taburete sobre el que está sentado, los pedales del piano al ser pisados, el sonido ambiente.

Tres notas se intercalan en 20220207. Lo que sucede alrededor de esa repetición, los acordes que lo acompañan o el silencio abrupto, es parte del fin.

En 20220304 hay trozos de cerámica que tiene en el alféizar de la venta goleándose entre sí. 20220304 es la última pieza. Como una onda expansiva, agua que se extiende en círculos finitos, se oyen los sonidos alrededor de la música, la música alrededor de Sakamoto, Sakamoto rodeado por el ocaso y luego el silencio. El piano regresa a su posición estática. ~


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es editora y periodista. Es editora de redes sociales de Letraslibres.com.


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