Vaticino las reacciones: “¿Y quién es este güey? ¿A quién se le habrá ocurrido escogerlo?” A mis 60 años de edad acumulo ya suficientes experiencias junto a contemporáneos –la más reciente durante el espectáculo del Super Bowl 2022, cuando Dr. Dre, Snoop Dogg, Mary J. Blige, 50 Cent, Eminem y Kendrick Lamar protagonizaron el espectáculo del medio tiempo– que no muestran gran interés por el artista que estelarizará el show de medio tiempo durante el Súper Tazón si no lo tienen bien disecado en sus gustos musicales. Me temo que el próximo domingo, tan pronto finalice el show de medio tiempo del Super Bowl LIX, Kendrick Lamar, muchos de ese contingente despotricarán una vez más en su contra, lo haya hecho bien o mal. Apoltronados en el consabido espacio del rock clásico o del pop, rechazan sin reserva todo lo que huela a rap o R&B que se haya compuesto en los últimos lustros.
De muy poco servirá reiterarles que Kendrick Lamar es, tal vez, el mejor rapero de la historia, después de Jay Z (que también les importa un bledo); un cronista urbano de la cotidianidad afroamericana en los Estados Unidos del siglo XXI; un relator y crítico del racismo institucional, el abuso sexual y la violencia callejera; el ganador del primer premio Pulitzer en música que no se otorga a una obra de jazz o música clásica (en 2018, por su album DAMN.); el creador del álbum To pimp a butterfly (2015) que, según confesión del productor Tony Visconti, fue un modelo a seguir para David Bowie cuando armaba su brillante canto de cisne, Blackstar (2016), despedida calculada y magnífica con la que abandonó el escenario terrícola.
Será infructuoso, también, apelar a la biografia de Lamar como si de una reluciente parábola del sueño americano se tratara: el hijo de una peinadora y empleada de un McDonald’s y de un dependiente de Kentucky Fried Chicken que, a la vuelta de los años, ya adulto, casado y con dos hijos, llega a estelarizar el show de 15 minutos que convoca a millones de televidentes en todo el globo y registra elevados ratings de audiencia.
Y es que el hip hop parece no congeniar con una clase de escucha sin interés por su ritmo ni por su copioso flujo narrativo (tal vez por la barrera del lenguaje, o del slang).
No pretendo habilitarme, décadas después de que lo hiciera David Foster Wallace en un texto discutible (Ilustres raperos. El rap explicado a los blancos, Malpaso, 2017), en exégeta, apologista, reivindicador o simple explicador de los aspectos positivos y valiosos del hip hop o, para el caso que ahora nos ocupa, de los de Kendrick Lamar. El gusto (musical, o de cualquier tipo) es un territorio personal, forjado a través de mútiples experiencias, contexto, ubicación socioeconómica, geográfica y demográfica. Algo nos gusta, o no; así de simple.
Ganador de cinco Grammys por “Not like us” –entre ellos, por canción y grabación del año– en la reciente entrega de estos premios de la industria musical estadounidense, las olas mediáticas especulan si Lamar aprovechará sus minutos de exposición global para seguir desdeñando a su competidor y colega Drake (por asuntos de autenticidad, calidad y originalidad), o si se atreverá a cuestionar al actual primer mandatario de su país, que tiene al mundo en vilo, y no solo por sus bravatas comerciales. Tampoco sé si en tan pocos minutos el nativo del bravo Compton, California, cosechará conversos a su causa.
Mi interés por Kendrick Lamar tiene dos motivos sólidos: el gusto indefectible por su proyecto artístico y ser un fuerte vínculo con mis dos hijos veinteañeros, con quienes finalmente lo escuché en directo en el festival Ceremonia del 2024, en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México.
Dispuestos a aportar elementos de aproximación a su obra, temas, constantes y visión, Diego, mi primogénito, y el que esto firma, nos dimos a la tarea de seleccionar una decena de cortes sobresalientes del cantante. No están todos los que son –y probablemente ni siquiera sean los que interprete en medio del evento deportivo–, pero queremos pensar que buscar estas canciones y prestarles atención dará útiles elementos para dimensionar la relevancia de Kendrick Lamar y saber por qué fue escogido para el espectáculo.
1. “Sing about me, I’m dying of thirst” (de good kid, m.A.A.d city, 2012)
Su magnum opus. Esta canción con resonancias de jazz y soul es el clímax de la historia narrada en su segundo álbum, good kid, m.A.A.d city. En los primeros tres versos habla desde tres perspectivas distintas. La primera, de su amigo Dave, cuyo hermano fue asesinado en un tiroteo; la segunda, de una prostituta reclamándole a Lamar por utilizar la muerte de su hermana, también sexoservidora, como tema central de una canción en su anterior álbum. La tercera es la perspectiva del propio Lamar, justificando la importancia de rescatar y contar esas historias, y el poder de la música para hablar por los que no pueden hacerlo. (“Prométeme que cantarás acerca de mí”, se escucha en algunos momentos del corte.)
2. “FEAR.” (de DAMN., 2017)
En esta pieza, Lamar narra las transformaciones de sus miedos y preocupaciones a los siete, diecisiete y veintisiete años de edad sobre un beat del legendario productor The Alchemist. (“Estoy hablando del miedo, miedo a perder la creatividad”, rapea por ahí.)
3. “DUCKWORTH.”, ( deDAMN., 2017)
En esta canción, Lamar cuenta una historia tan increíble que resulta difícil entender por qué se la guardó hasta su cuarto álbum. Narra cómo su padre, que trabajaba en una sucursal de KFC, empezó a darle piezas de pollo extra a un gángster que intuía que eventualmente iba a asaltar el establecimiento. Cuando finalmente lo hizo, el padre del rapero fue el único en sobrevivir al asalto, y el ladrón, Anthony “Top Dawg” Tiffith, años después de reformarse y salir de prisión, fue el fundador de Top Dawg, la disquera que lanzaría a Lamar.
4. “Mother I sober”, (de Mr. Morale & The Big Steppers, 2022)
A través de experiencias y conversaciones que tuvo con su madre, el rapero indaga sobre el ciclo de abuso sexual que afecta a la comunidad afroamericana generación tras generación. (“Violaron a nuestras madres, después violaron a nuestras hermanas/ Después nos hicieron ver, después nos hicieron violarnos entre nosotros). Beth Gibbons, ex Portishead, también entona coros: “Desearía ser alguien, cualquiera menos yo / Desearía ser alguien / Cualquiera menos yo”.
5. “How much a dollar cost” (de To pimp a butterfly, 2015)
Esta canción narra un encuentro ficticio entre Lamar y una persona sin hogar en una gasolinería. El indigente le ruega al cantante que le dé un dólar, pero éste se niega por diversas razones. La pieza concluye con la revelación de que el indigente es Dios, y Lamar, al haberse negado a darle limosna, ha perdido la oportunidad de entrar al cielo. Para el entonces presidente de Estados Unidos, Barak Obama, fue la mejor canción del 2015.
6. “The art of peer pressure” (de good kid, m.A.A.d city, 2012)
A través de una narración en tiempo real de una tarde en la ciudad con sus amigos, Lamar sintetiza la idea principal de good kid, m.A.A.d city: hasta el niño más bueno puede ser moldeado negativamente por su entorno. (“Mi mama llamó. ‘¿Hola? ¿Qué andas haciendo?’ ‘Pasándola’ / Debí decirle que probablemente estoy a punto de cometer mi primer delito/ con los compas”.)
7. “Money trees” (de good kid, m.A.A.d city, 2012)
Encima de un gran beat construido alrededor de un sample de Beach House en reversa, esta es una de las canciones más contagiosas de Lamar, repleta de líneas que de inmediato se adhieren a la memoria (“It go Halle Berry or hallelujah / Pick your poison tell me what you doin’ / Everybody gon’ respect the shooter / but the one in front of the gun lives forever”). Tal vez, por única vez en su discografía y trayectoria, sus versos son opacados por uno de Jay Rock, cargado de urgencia e intensidad.
8. “Wesley’s theory” (de To pimp a butterfly, 2015)
Uno de los mejores comienzos para uno de los mejores álbumes de la historia no solo del hip hop, sino de la música popular de los últimos lustros. El sampleo a “Every nigger is a star” con el que inicia, las aportaciones de George Clinton (de linaje Funkadelic) y de Thundercat, el mensaje de voz de Dr. Dre y el flow suelto y salvaje de Lamar convierten a esta en una de las piezas más redondas y ejemplares del hip hop. La instrumentación colorea perfectamente la confusión, paranoia y delirios de poder de un niño de Compton que en apenas unos años se convirtió en una suerte de mesías del hip hop. El corte retoma las penurias fiscales del actor Wesley Snipes para referirse a los patrones de consumo de los afroamericanos exitosos y a los espejismos del Tío Sam.
9. “Reincarnated” (GNX, 2024)
Utilizando un beat clásico del fallecido Tupac Shakur –otra de las figuras icónicas del rap– como lienzo, Lamar rapea acerca de otros dos artistas afroamericanos de los que se considera heredero. Aunque no los menciona por su nombre, sus descripciones coinciden con las de John Lee Hooker y Billie Holliday, talentos marcados por los excesos. La canción concluye con Lamar conversando con Dios, discutiendo sobre los demonios que ha logrado domar y la violencia que aún lo habita, reflejada en su confrontación musical con su acérrimo competidor y colega Drake.
10. “HiiiPower” (de Section.80, 2011)
La primera entrega discográfica de Lamar, Section.80 expresa de manera eficaz su visión como artista. Esta última canción del volumen deja clara la importancia que tienen para él estas composiciones. Las primeras líneas lo ejemplifican bien: “Visiones de Martin Luther mirándome fijamente / Malcom X me maldijo, alguien cácheme / Estoy siendo víctima de una canción revolucionaria”. ~
Ernesto Flores Vega (Huichapan, Hgo., 1964) es un melómano ecléctico. Ha ejercido el periodismo y la comunicación corporativa.