Somos muchos los que llevamos dรญas callados porque pensamos que, despuรฉs de un atentado como el que ha tenido lugar en Barcelona, no era el momento de mencionar ciertos temas, de realizar segรบn quรฉ crรญticas o de seรฑalar alguna controversia. Tocaba, creรญamos, agruparse en torno a las vรญctimas, condenar el terror y celebrar la libertad frente a un fanatismo religioso de mortuorios rigores.
Tuvimos dudas, claro. ยฟSe habรญan tomado todas las precauciones necesarias contra un imam expresidiario, con una orden de expulsiรณn previa y del que habรญan llegado alertas desde Bruselas? ยฟCรณmo se habรญa ignorado la anรณmala acumulaciรณn de bombonas de butano en una vivienda okupada, incluso despuรฉs de que tuvieran lugar varias explosiones y la jueza advirtiera sobre la posibilidad de su uso para atentar? ยฟPor quรฉ se habรญan desdeรฑado medidas que obstaculizaran la comisiรณn de atropellos en La Rambla, a pesar de las recomendaciones realizadas por el Ministerio del Interior y de que Barcelona era un objetivo repetidamente seรฑalado por el ISIS? ยฟY por quรฉ los Mossos mataron a tiros a Younes Abouyaaqoub en lugar de proceder a su detenciรณn? ยฟQuรฉ se habrรญa dicho si fueran la Guardia Civil o la Policรญa quienes hubiera actuado asรญ?
Todas estas dudas las habrรญamos expresado sin contenciรณn si el atentado hubiera tenido lugar en Londres, en Parรญs o en Madrid, lo cual da una idea de la espiral de silencio que se cierne sobre Cataluรฑa. Pero no dijimos nada porque creรญmos que era el momento de arropar a Barcelona y de no aรฑadir nuevas fricciones a las ya de por sรญ delicadas relaciones entre las instituciones de Cataluรฑa y el Estado central.
Sucede, sin embargo, que esa incomparecencia bienintencionada enseguida fue aprovechada por los que tienen menos escrรบpulos. Los que consideran que toda ocasiรณn es buena para avanzar en la causa separatista. Los que ondean su frivolidad textil durante una marcha en recuerdo de 15 (ahora 16) personas asesinadas y mรกs de un centenar de heridos de 34 nacionalidades, paseando un provincianismo orgulloso y sordo. No han entendido nada. El terrorismo es el recordatorio de cuรกn ridรญcula resulta una causa decimonรณnica en un mundo globalizado. Tanto tiempo insistiendo en el fet diferencial, y al final resulta que a los catalanes los matan igual que a los espaรฑoles, igual que a los franceses, que a los belgas, los ingleses: a los terroristas les parecemos indistinguibles.
Es cierto que fue una minorรญa quien mostrรณ banderas esteladas y tambiรฉn quien silbรณ al rey, que no cejรณ, sin embargo, en su responsabilidad de acompaรฑar a las vรญctimas y a los ciudadanos de una Barcelona golpeada por el terrorismo. Una minorรญa, no obstante, bien dispuesta ante las cรกmaras de los medios al servicio del independentismo y convocada por la ANC, a la que, ademรกs, le fue encargada la organizaciรณn de la marcha y el control del orden, que se dejรณ en manos de โvoluntariosโ.
La exhibiciรณn nacionalista orquestada desde la Generalitat, con imputaciones a la corona y al presidente del gobierno, fue una falta de respeto a los miles de barceloneses de diversa procedencia ideolรณgica e identitaria que dejaron sus opiniones en casa y marcharon en silencio. Pero fue, sobre todo, una falta de respeto a las vรญctimas. En ninguna otra ciudad europea de las que han padecido el terrorismo se habรญa antepuesto hasta ahora el narcisismo de la diferencia a la pรฉrdida de vidas humanas, ni se habรญan invertido de modo perverso las responsabilidades hasta hacer parecer vรญctimas a los culpables y culpables a las instituciones del Estado.
El nacionalismo no permite treguas, asรญ que ya ha presentado su llamada Ley de Transitoriedad Jurรญdica y Fundacional de la Repรบblica, porque la decisiรณn fundacional ya estรก tomada por unas รฉlites oligรกrquicas, y todo lo demรกs forma parte de una puesta en escena controlada. Tampoco hay tiempo para el duelo por 16 personas asesinadas. Unas, de aquรญ; otras, turistas que llegaron para admirar Barcelona, y que algunos seรฑalan estos dรญas como enemigos de la ciudad. Quรฉ equivocados estรกn. A los turistas los matan como a nosotros porque son como nosotros. El enemigo es el fanatismo.
En contra de lo que muchos creen, los nacionalistas no se han propuesto romper Espaรฑa. De lo que se trata es de desmantelar el Estado de derecho, eliminando de forma progresiva todos los contrapesos del poder polรญtico, desobedeciendo el principio de legalidad y abandonando toda responsabilidad de gobierno para imponer un proyecto inconstitucional de independencia a una ciudadanรญa que la rechaza de forma mayoritaria.
Aseguran que, extirpada de Espaรฑa, Cataluรฑa serรก la Dinamarca del sur de Europa. Como si las buenas instituciones fueran el resultado de la expresiรณn verbal de una voliciรณn. Como si la virtud democrรกtica residiera en la celebraciรณn de referendos que han ganado tantos dictadores. Dinamarca es uno de los paรญses mรกs prรณsperos del mundo porque de forma muy temprana estableciรณ un Estado en el que los gobiernos habรญan de respetar el principio de legalidad y actuar de forma responsable. No es el camino que han emprendido los separatistas, que infringen las leyes a conveniencia, que no rinden cuentas de su actuaciรณn y que plantean el secesionismo como un escape de impunidad para la corrupciรณn institucional.
Un gobierno que progresa en la eliminaciรณn de cualquier obstรกculo a su poder; que ignora la Constituciรณn, en una confusiรณn obscena que antepone la legislaciรณn a la ley; que no se comporta de modo responsable ni gobierna para el conjunto de los ciudadanos. Ese gobierno no estรก avanzando hacia el modelo polรญtico de Dinamarca, sino hacia un absolutismo aspiracional, condenado a la frustraciรณn, a la ruptura de la convivencia y al retroceso institucional.
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.