Démosle una oportunidad a Ucrania

En la guerra se puede ser un héroe o un villano, un cobarde o un valiente; pero no se puede ser un frívolo.
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Llevan zapatillas de deporte y esas rodilleras que aquí nos ponemos para patinar por El Retiro. Pero del hombro que debiera cargar los patines cuelga en su lugar un fusil de asalto. Bajo los gorros de lana asoman los rostros de cuatro niños y las miradas de otros tantos adultos. Diez días de guerra les han caído encima como varias decenas de inviernos. Tienen 18 años, son voluntarios y mañana estarán listos para matar y morir por Ucrania. ¿Qué hacías tú a los 18 años? Los patines son para el verano.

La imagen circula por internet y se cruza con otra de 2014. La contraportada de El Mundo ofrece una entrevista a toda página con el secretario general del PSOE, candidato a la presidencia de España. En la fotografía, Pedro Sánchez posa en una cocina, con delantal negro y una sartén en la que prepara una pasta blanca. Sostiene en el aire, satisfecho, una muestra de sus fetuccini o sus tagliatelle, y sonríe. Sonríe hasta que sus pómulos impactan con sus párpados y se le cierran los ojos. El titular, a juego con la escena, reza: “Sobra el ministerio de Defensa”.

Defensa. Zelensky llega con su camiseta verde militar y su chaqueta verde militar y sus pantalones verde militar. Sigue sonriendo, pero parece cansado. Toma una silla en volandas y se sienta delante de los medios. Antes de empezar la rueda de prensa, el presidente estrecha la mano de un periodista. Tras él, la bandera del mundo libre, amarilla y azul, como un campo de cebada bajo el cielo del mes de junio.

Yo, que nunca tuve un Che Guevara, tengo en cambio un Volodímir Zelensky. Zelensky es la esperanza. Estos días, en los que vamos del corazón de Europa a nuestros asuntos, nos metemos en la cama con la congoja de no saber si al despertar el presidente habrá caído. El bailarín de concurso de celebrities, el actor de comedia ligera, el productor de ficción, resultó ser el hombre más digno del mundo. El tipo que le sostuvo la mirada a Putin. Y esto: el valor, el honor, el sentido del deber, el compromiso, el liderazgo, ¿en qué universidad se aprende? ¿De qué hablamos cuando hablamos de meritocracia?

Dice la ministra Ione Belarra que “la guerra no se frenará con más guerra”. Dice la ministra Belarra que “el feminismo es paz, y la paz es el único camino”. Es casi un salmo. This is the way, repetían los mandalorianos. Dice la ministra Irene Montero que a Putin se le detiene con “diplomacia de precisión”. Dice la ministra Montero que la guerra acabará con “observación internacional”. Y “con diálogo”. Es casi un chiste. Aunque cabe reconocer que la lógica es aplastante como un tanque ruso T-90: si permitimos que Putin arrase Ucrania, entonces habrá paz. La paz del cementerio. Y esto: la hipocresía, el cinismo, la banalidad, la incompetencia, la fatuidad, ¿en qué universidad se aprende? ¿De qué hablamos cuando hablamos de meritocracia?

En la guerra se puede ser un héroe o un canalla, un cobarde o un valiente; pero no se puede ser un frívolo. Frívolo, como el hippismo extemporáneo de Lennon con el que nos atormentan: Give peace a chance. ¡Váyanse a la mierda, hombre! Démosle una oportunidad a Ucrania. Mandemos aviones, munición, carros de combate. Y si queremos cantar, démosle una oportunidad al buen gusto: Oh, the wind, the wind is blowing/ Through the graves the wind is blowing/ Freedom soon will come.

Mañana, a la hora en que aquí patinamos por El Retiro, unos muchachos dispararán sus primeras balas. Ahora cae la noche. Al despertar te buscaremos, Volodímir Zelensky.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politóloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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