Ya retirado y consumido por un cĆ”ncer de prĆ³stata, el ex presidente francĆ©s FranƧois Mitterrand calmaba a Georges-Marc Benamou, uno de sus tantos biĆ³grafos. Benamou insistĆa en alertarle ante los resultados de Jean Marie Le Pen en las elecciones presidenciales de 1995, su carĆ”cter neofascista, sus brigadas de skinheads cada vez mĆ”s presentes en grandes ciudades como Marsella… pero Mitterrand no torcĆa el gesto. Probablemente, el auge de Le Pen y el Frente Nacional le habĆan ayudado hasta cierto punto a repetir triunfo en 1988 ante Jacques Chirac. En sus palabras, āla derecha es la derecha, puntoā, una manera de colocar en el mismo plano a todos sus enemigos: los propios Chirac y Le Pen pero tambiĆ©n Giscard, Pompidou e incluso el general De Gaulle.
HabĆa algo de sensato en la calma de Mitterrand. Al fin y al cabo, Le Pen habĆa conseguido un 15% de los votos totales, esto es, poco mĆ”s de cuatro millones y medio de sufragios. La cifra podĆa ser preocupante pero apenas superaba en cien mil votos la conseguida siete aƱos antes. Mitterrand, obsesionado en su ocaso por su propia leyenda negra, sus amistades con RenĆ© Bousquet y el gobierno de Vichy, ademĆ”s de su siempre desconcertante admiraciĆ³n por el mariscal PĆ©tain, quizĆ” viera en esa forma de minimizar los desvarĆos del Frente Nacional una especie de expiaciĆ³n de sus propios errores.
Efectivamente, la percepciĆ³n pĆŗblica y la estadĆstica no dejaron de seguir caminos distintos durante los aƱos siguientes, hasta llegar a la hecatombe de 2002, cuando el partido fundado en 1972 al amparo del āOrdre Nouveauā y sus cruces cĆ©lticas, conseguĆa colarse en la segunda vuelta de las presidenciales, desplazando asĆ al gran favorito, el socialista Lionel Jospin. Las alarmas saltaron en todo el mundo y el āpacto republicanoā se puso en marcha: Jospin pidiĆ³ a todos sus votantes que se unieran en torno a Chirac, su manera de llevarle la contraria a Mitterrand por Ćŗltima vez y dejar claro que āno toda la derecha es la misma derechaā. Aquello funcionĆ³: Chirac ganĆ³ las elecciones en segunda vuelta con veinte millones de votos mĆ”s mientras Le Pen solo pudo sumar setecientos mil a los 4.804.772 que habĆa conseguido en primera convocatoria.
Aquella movilizaciĆ³n y aquel ataque de pĆ”nico, por comprensibles que fueran, no dejaban ver un hecho: el Frente Nacional llevaba catorce aƱos estancado en las mismas cifras. SĆ, eran cuatro millones y medio, pero los mismos cuatro millones y medio una vez tras otra… y su Ć©xito o fracaso dependĆa exclusivamente de la movilizaciĆ³n de los electores de los demĆ”s partidos. Cuando apareciĆ³ la figura todopoderosa de Nicolas Sarkozy como gran referente de la derecha patriĆ³tica, el Frente Nacional se vino abajo entre rebeliones internas y acusaciones de corrupciĆ³n. Tan solo cinco aƱos despuĆ©s de su gran Ć©xito, el partido de Le Pen se quedĆ³ en el 4,29% de los votos en las elecciones legislativas. Era necesario que el fundador diera un paso a un lado.
Marine Le Pen llegĆ³ a la presidencia del partido con el viento a favor: la crisis financiera empezaba a dotar a los populismos de un escenario soƱado. A cada escĆ”ndalo, la polĆtica perdĆa todo su prestigio, cualquier mediador se convertĆa en sospechoso y pareciera que toda cuestiĆ³n habĆa de dirimirse mediante la acciĆ³n directa. InundĆ³ al continente una especie de ābanalizaciĆ³n del bienā, en el sentido de que, de repente, nada de lo conseguido desde los tiempos de posguerra tenĆa valor alguno.
Syriza golpeĆ³ a la puerta electoral en Grecia durante un par de aƱos hasta que consiguiĆ³ derribarla y llegar al poder, las plazas de media EspaƱa se llenaron de chicos de clase media llenos de vacĆo, los vĆdeos de Nigel Farage pulularon por todo tipo de cuentas de Facebook, tanto de izquierdas como de derechas, y a la habitual concepciĆ³n de la transversalidad como algo positivo y no sectario se uniĆ³ otra que consistĆa en algo parecido a lo de Richard Pryor en āEl gran despilfarroā: āA ninguno de los anterioresā. La rebeldĆa expresada mediante la negaciĆ³n.
Por supuesto, esta marea llegĆ³ a Francia y pillĆ³ al Frente Nacional en plena reconversiĆ³n, es decir, en el tĆpico momento en el que bastaba con subirse a la ola y dejar las propuestas concretas para mĆ”s tarde. Marine Le Pen, hija del fundador, adoptĆ³ un aire mĆ”s simpĆ”tico, menos radical, mĆ”s adulador. De repente, todo era matizable, es decir, todo era nada. La contundencia del Frente Nacional quedaba en una especie de āsĆrvase usted mismoā, una terapia de grupo para todos los que veĆan en los polĆticos del momento āel destronado Sarkozy, el decepcionante Hollandeā un lastre para la expresiĆ³n salvaje de sus deseos.
Y los resultados electorales mejoraron: seis millones y medio de votos en las presidenciales de 2012, rozando el 18%; una impactante actuaciĆ³n en las legislativas de ese mismo aƱo, siempre esquivas al Frente Nacional, al borde del 15% y, sobre todo, la victoria de la propia Marine Le Pen en las elecciones europeas de 2014 con un 24,86%… aunque con los mismos cuatro millones y medio de votos de los que no se moviĆ³ su padre durante mĆ”s de una dĆ©cada.
Las encuestas empezaron a vaticinar el desastre para las elecciones regionales y locales de 2015. Todos daban por hecho que el Frente Nacional ganarĆa la primera vuelta a nivel nacional, pero lo cierto es que quedĆ³ en tercer lugar ante las coaliciones de izquierda y derecha republicanas, aunque con un considerable 27,8% de los votos, su cifra mĆ”s alta en cualquier convocatoria electoral hasta la fecha.
Sus candidatos se impusieron cĆ³modamente en la primera ronda en cinco departamentos āAlsacia, BorgoƱa, Languedoc, Pas de Calais y Provenzaā, pero cayeron estrepitosamente en segunda. Incluso la propia Marine Le Pen, que se habĆa llevado el 40,64% de los sufragios en Nord-Pas de Calais, solo consiguiĆ³ ganar cien mil votos mĆ”s para la segunda vuelta frente al millĆ³n aproximadamente que logrĆ³ su rival, el derechista Xavier Bertrand. SituaciĆ³n muy similar se dio en Provence-Alpes-CĆ“te dĀ“Azur, donde Marion MarĆ©chal-Le Pen tampoco pudo con la alianza republicana de izquierdas y derechas y acabĆ³ cediendo pese a conseguir el 45,22% de los votos en segunda ronda.
La fiebre del Frente Nacional parece lejos de remitir por mucho que la situaciĆ³n econĆ³mica mundial dĆ© sĆntomas de mejora. Las encuestas, que llevaban dando a Alain JuppĆ© como favorito al Eliseo desde al menos 2014, viraron por completo cuando se supo que el candidato de LR iba a ser FranƧois Fillon. Fillon, un hombre profundamente conservador, mantuvo durante un par de meses una ventaja en los sondeos de entre cuatro y seis puntos con respecto a Le Pen, pero la situaciĆ³n cambiĆ³ por completo cuando se supo que su mujer habĆa estado cobrando del erario pĆŗblico por un trabajo opaco y no suficientemente bien explicado.
Envalentonada por el Ć©xito de sus aliados del UKIP en Gran BretaƱa y por los continuos mensajes de apoyo de Donald Trump desde la presidencia de Estados Unidos, Marine Le Pen ha retomado la ventaja con una proyecciĆ³n que la coloca entre el 24 y el 26% de los sufragios. Su presencia en segunda vuelta parece clara, aun por determinar quiĆ©n serĆ” su rival: el citado Fillon, que parece condenado a remontar a poco que no surjan nuevos escĆ”ndalos, o el centrista Macron, que puede resultar atractivo tanto a votantes tradicionales de izquierda como de derecha y que de momento parece partir con una cierta ventaja en esta recta final antes de las elecciones de mayo.
Ahora bien, ĀæquĆ© tendrĆa que pasar para que Marine Le Pen se impusiera a cualquiera de estos dos candidatos en una segunda vuelta? Las encuestas dan resultados extraƱos. Por ejemplo, en un posible enfrentamiento con Macron, le otorgan un 37% de los votos frente al 63% de su rival. MĆ”s apretada aĆŗn estarĆa la lucha con Fillon, que quedarĆa en un 57ā43 a favor del ex primer ministro. Si se confirmara este esprit du temps que recorre Occidente por el cual los votantes sienten mĆ”s fascinaciĆ³n por el abismo que por lo ya conocido, la situaciĆ³n se aproximarĆa bastante a un empate tĆ©cnico.
Se podrĆa dar el caso de que, ante una nueva apelaciĆ³n a la unidad republicana, los votantes de izquierdas repitieran aquello que dijeron Susan Sarandon y compaƱĆa el pasado noviembre durante la disputa entre Trump y Clinton: āLe Pen y Fillon son lo mismo, pero al menos Le Pen va de caraā. TambiĆ©n puede ser que los votantes mĆ”s conservadores se negaran a votar a un exministro de Hollande y se quedaran en casa o directamente prefirieran la opciĆ³n Le Pen. Al fin y al cabo, ĀæquĆ© tendrĆan ellos que perder con ese discurso que no hace mĆ”s que privilegiarles?
La rebeliĆ³n de las masas, esa fascinaciĆ³n casi estĆ©tica por la revuelta, podrĆa llevarse tambiĆ©n por delante la democracia francesa, por supuesto, pero parece improbable por varios factores: el pacto republicano funcionĆ³ de maravilla en 2002… pero, como hemos visto, tambiĆ©n lo hizo en 2015, incluido el departamento de la propia Le Pen. A lo largo de toda su historia, el Frente Nacional nunca ha logrado mejorar significativamente sus resultados en segundas vueltas, quedĆ”ndose siempre en unos nĆŗmeros muy similares a los obtenidos de inicio. En otras palabras, no suele convencer ni a un votante mĆ”s.
Con una perspectiva del 30% como mĆ”ximo en primera vuelta, es muy complicado pensar que Le Pen pudiera superar el 50% en la segunda. Es de esperar que tanto el partido comunista como el socialista apelen al āvoto Ćŗtilā contra el Frente Nacional, sobre todo si el otro candidato es Fillon. TambiĆ©n hay que dar por hecho que Macron y Fillon se ofrecerĆan los votos el uno al otro, sea cual sea el derrotado.
Para que Le Pen ganara, tendrĆa que rondar el 40% en la primera vuelta, convencer a los votantes de Fillon de lo mismo que pensaba Mitterrand: āla derecha es la derecha, todos hermanosā y evitar que suceda lo que ha sucedido en otras convocatorias similares, es decir, que los abstencionistas no se movilicen en su contra. En los departamentos donde el Frente Nacional tuvo opciones de ganar en 2015, la participaciĆ³n aumentĆ³ sistemĆ”ticamente en torno a diez puntos en la segunda vuelta para evitar su triunfo.
Queda por tanto la hipĆ³tesis Le Pen como eso: una hipĆ³tesis lejana. Ahora bien, precisamente por todo ello, si se diera la sorpresa, si todo se conjuntara para que el Frente Nacional ganara las elecciones ni mĆ”s ni menos que en Francia, la democracia liberal quedarĆa seriamente tocada asĆ como el mundo tal y como lo conocemos. Que el Apocalipsis se anuncie cada dĆa entre dramatismos no quiere decir que podamos desentendernos alegremente. Le Pen y, sobre todo, la capacidad de unidad de sus rivales, darĆ” buena medida de cĆ³mo estĆ”n las cosas en Occidente en este momento histĆ³rico.
(Madrid, 1977) es escritor y licenciado en filosofĆa. Autor de varios libros sobre deporte, lleva aƱos colaborando en diversos medios culturales intentando darle al juego una dimensiĆ³n narrativa que vaya mĆ”s allĆ” del exabrupto apasionado.