Crรฉdito: Arizbeth Chรกvez Chacรณn

Los enemigos de la democracia liberal

Para defender la democracia liberal, la socialdemocracia, el conservadurismo constitucional y el liberalismo progresista no pueden llamarse enemigos.
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La democracia estรก en crisis. Los รบltimos aรฑos de la polรญtica europea han estado protagonizados por el ascenso de partidos y lรญderes que cuestionan el orden liberal establecido al tรฉrmino de la Segunda Guerra Mundial y hegemรณnico desde la caรญda del muro de Berlรญn. Pero para combatir estas fuerzas es necesario responder algunas preguntas: ยฟQuรฉ es la democracia liberal? ยฟPor quรฉ estรก en crisis? ยฟQuiรฉnes son sus enemigos? ยฟY por quรฉ es necesario defenderla de ellos?

Raymond Aron, que quizรก fuera el hombre mรกs lรบcido del siglo XX, decรญa en Introducciรณn a la filosofรญa polรญtica: democracia y revoluciรณn โ€“que se basa en el curso que dio en la Escuela Nacional de Administraciรณn en 1952 y ha publicado en espaรฑol Pรกgina Indรณmitaโ€“ que era mรกs sencillo definir la democracia liberal atendiendo a sus instituciones que tratando de explicar sus ideas trascendentes: la soberanรญa, el pueblo, la libertad, la igualdad son conceptos abstrusos sobre los que es difรญcil ponerse de acuerdo.

En cambio, desde el punto de vista de sus instituciones, es fรกcil convenir que la democracia liberal es un sistema de competencia pacรญfica por el poder. Una competencia que se articula sobre el respeto al adversario y el ceรฑimiento a unas reglas del juego. Asรญ, podemos concluir que la democracia liberal se construye sobre dos atributos: el pluralismo y un compromiso en el sentido kelseniano, esto es, constitucional. Se trata, por tanto, de un espacio en el que tienen cabida distintas ideologรญas, y no de una ideologรญa en sรญ misma.

Esto no significa que debamos renunciar a ocuparnos de las grandes ideas que dan forma a la democracia, porque son ellas las que dan pie a las contradicciones que originan sus crisis. La soberanรญa popular tiene que ver con acometer la voluntad de la mayorรญa, pero tambiรฉn con la protecciรณn de las minorรญas en base a un mismo principio jurรญdico que proclama la igualdad de derechos y las libertades individuales. Lejos de ser una incoherencia, la democracia liberal necesita que ambos principios, la voluntad de la mayorรญa y la protecciรณn de las minorรญas, se ejerciten de forma simultรกnea, pues, de otro modo, se habrรก iniciado la senda del totalitarismo.

La libertad es tambiรฉn un objeto de disputa cuando se contrapone a la seguridad o a la igualdad. Con mucha elegancia, Aron proclamarรก: โ€œSer libre es ser ciudadanoโ€. La ciudadanรญa, en una democracia liberal, comporta el derecho al sufragio activo y pasivo, cuyo ejercicio no deberรญa colisionar con las nociones de seguridad e igualdad. Al cabo, para ser libre hay que tener una certeza razonable de protecciรณn. Pensemos si no en los aรฑos del terrorismo etarra en el Paรญs Vasco: formalmente se celebraban elecciones, pero muchos individuos no se sentรญan seguros para defender sus posturas polรญticas. Sin la seguridad que exige la libertad, una votaciรณn dista mucho de poder llamarse una elecciรณn.

Por otro lado, si la libertad reside en la ciudadanรญa, lo mismo puede afirmarse de la igualdad: somos ciudadanos en arreglo a unos principios jurรญdicos que se aplican a todos los individuos. Libertad e igualdad deben conciliarse en la democracia liberal, pero su oposiciรณn ha sido fuente de rivalidades polรญticas e intelectuales desde la Revoluciรณn Francesa. Hay una concepciรณn liberal de la democracia que aboga por dotar de autonomรญa a los ciudadanos frente al poder del Estado, que ha de ser limitado. Y hay una tradiciรณn igualitarista que pone el รฉnfasis en la voluntad mayoritaria y que implica una mayor intervenciรณn del Estado. La primera tiende a asociarse con la derecha y la segunda con la izquierda.

La sรญntesis socialdemรณcrata resolviรณ como ninguna ideologรญa ese desencuentro para enarbolar una lucha contra las desigualdades sociales que respetara al individuo como รกtomo de la democracia. Esta reconciliaciรณn estรก ya en Bernstein y la harรกn suya los movimientos marxistas que, con la Segunda Internacional, emprendan la vรญa reformista.

Sin embargo, la fragmentaciรณn de los sistemas partidistas ha vuelto a hacer de la dicotomรญa libertad-igualdad un eje de enfrentamiento que ha tendido a desvirtuar las dos ideas en liza. Si el liberalismo, como atributo de la democracia occidental, es un espacio de competiciรณn reglado en el que tiene cabida una pluralidad de partidos โ€“de la socialdemocracia al conservadurismo constitucional, pasando por las opciones liberal-progresistas o la democracia cristianaโ€“ hoy el modelo se encuentra atravesado de dudas. Para algunos, el liberalismo es pagar menos impuestos, para otros, tiene que ver con no mirar con quiรฉn se va a la cama cada uno.

Incluso la socialdemocracia mantiene una relaciรณn incรณmoda con el liberalismo y en ciertos sectores de la izquierda el adjetivo liberal adquiere una connotaciรณn despectiva: el liberalismo estรก bajo sospecha. Esta confusiรณn resulta en menoscabo de la democracia. Si los partidos de la familia liberal dejan de reconocerse en el espejo de una misma tradiciรณn que proclama el pluralismo y el respeto a las reglas en la competiciรณn polรญtica, tambiรฉn serรก mรกs difรญcil que puedan identificar y combatir a sus enemigos. Si no son capaces de ver lo que les une, a duras penas podrรกn reconocer lo que les separa de quienes contravienen el orden liberal.

La crisis de la democracia liberal comienza cuando sus enemigos son lo suficientemente fuertes como para generar la corrupciรณn de alguno de los principios de los que hemos hablado. Porque, es preciso seรฑalarlo, la democracia liberal tiene enemigos. No puede ser de otra manera, pues se trata de un sistema de organizaciรณn basado en el respeto al discrepante. Asรญ, estaremos ante una crisis si desaparece el pluralismo, si no hay un compromiso con las reglas de la competiciรณn polรญtica, si la voluntad de la mayorรญa se usa para aplastar los derechos de las minorรญas, si una minorรญa oligรกrquica se impone para ignorar las demandas de la mayorรญa, si se viola el principio jurรญdico de igualdad…

Los enemigos de la democracia liberal pueden presentarse bajo distintas apariencias y discursos, pero generalmente pueden clasificarse en dos tipos: aquellos que ven amenazados sus privilegios por el sistema y aquellos que se cuentan entre los desfavorecidos del sistema. Aron seรฑalarรก un tercer tipo que cobra interรฉs en nuestros dรญas: aquellos que no son los desfavorecidos del sistema en tรฉrminos absolutos pero que, merced a una coyuntura temporal de crisis, se sienten perdedores. Si el primer grupo se corresponde con una cierta aristocracia y el segundo con las reivindicaciones clรกsicas del marxismo, Aron identificarรก al tercer grupo con el fascismo.

Son categorรญas polรญticas del siglo XX, pero que continรบan teniendo acomodo en las sociedades posmodernas. El principal enemigo de la democracia liberal en Espaรฑa es el independentismo catalรกn, un movimiento con sesgo de clase iniciado por las รฉlites nacionalistas como estrategia para sortear los riesgos polรญticos de la รบltima gran recesiรณn y la indignaciรณn que la siguiรณ, asรญ como para romper con los tribunales que habrรญan de juzgar su corrupciรณn. Todo en aras de conservar el poder y los privilegios.

Los viejos partidos comunistas europeos han perdido su relevancia polรญtica, pero en lugar de ellos encontramos una nueva izquierda de reminiscencias marxistas que cuestiona los ordenamientos constitucionales con una retรณrica revolucionaria e idealista.Y hay una gran oleada de lรญderes y partidos populistas y nacionalistas que se nutre de los votos de los europeos que se sienten perdedores del sistema. El fascismo del siglo XXI bebe de la frustraciรณn de expectativas, cosechando en muchas ocasiones el respaldo del electorado tradicional de la izquierda.

La aceptaciรณn del discrepante es inherente a la democracia liberal, pero eso no significa que esta no pueda y deba defenderse de sus enemigos. Aron dice que el mayor factor de corrupciรณn del orden liberal estรก en la desvirtuaciรณn del compromiso. La democracia liberal se basa en el pluralismo y el acuerdo, y estos principios se pueden desvirtuar por exceso o por defecto. Para ilustrar esta idea, el intelectual francรฉs recurre a Mein Kampf: โ€œHitler explica de forma clara que los partidos democrรกticos, al carecer de doctrina, pueden establecer compromisos, pero que los partidos o grupos que responden a una filosofรญa total no pueden admitir dicho espรญritu de compromiso y deben lograr que se haga su voluntad de manera integralโ€.

Cuando los hombres de la democracia liberal, nos advierte Aron, pactan con los enemigos del sistema, corren el riesgo de olvidar que para los segundos este acuerdo nunca serรก una soluciรณn definitiva, sino solo una etapa intermedia que conducirรก a nuevas y mayores reivindicaciones. Es una realidad que en Espaรฑa, tras dรฉcadas lidiando con el nacionalismo, conocemos bien. Sin embargo, hay una izquierda que incurre una y otra vez en la misma imprudencia, llevรกndola cada vez un poco mรกs lejos: hoy los enemigos de la democracia liberal son los que apoyaron el gobierno del presidente Sรกnchez, que ya ha desempolvado la idea de un nuevo Estatut.

Si la democracia liberal corre el riesgo de corromperse por medio de compromisos con sus enemigos, no resulta tan claro cรณmo puede defenderse de ellos. Los enemigos de la democracia liberal son los creyentes de causas morales e histรณricas. Prometen un futuro de prosperidad colectiva y felicidad individual, y les guรญa la ilusiรณn de quien estรก cumpliendo una misiรณn. Puede ser la proclamaciรณn de la Tercera Repรบblica, una Cataluรฑa independiente, una Alemania homogรฉnea y aria o la revoluciรณn comunista. Cuentan con un horizonte de esperanza del que no cabe rendir cuentas: no se rinde cuentas de lo que estรก por llegar.

Mientras tanto, la democracia liberal es un rรฉgimen de escepticismo que cuenta con que el poder corrompe a los hombres y que por eso mismo este ha de ser limitado. La democracia liberal solo ilusiona cuando todavรญa es una aspiraciรณn, para caer inmediatamente despuรฉs en el aburrimiento. No sueรฑa con el advenimiento de una era de abundancia y se conforma con ser el menos malo de todos los regรญmenes conocidos.

Es difรญcil defender la democracia liberal con estos argumentos, pero es la batalla que urge dar en Europa. Para ello, es preciso que los partidos de la familia liberal se reconozcan como deudores de un mismo espacio polรญtico. La socialdemocracia, el conservadurismo constitucional y el liberalismo progresista no pueden llamarse enemigos. Todos ellos han de hacer frente, juntos, a los enemigos comunes que hoy representan en Europa el nacionalismo y el populismo.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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