Memorándum urgente para “El Bronco”

Pasada la merecida euforia por una campaña brillante, “El Bronco” tendrá que plantear soluciones a los enormes problemas que enfrenta Nuevo León. 
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Terminaron las campañas y comienza la transformación de carruajes en calabazas, de caballos en ratones… y de candidatos independientes en políticos. En efecto, los candidatos independientes ganadores serán ahora gobernantes y representantes sujetos a la aprobación y el aplauso –o la burla y el rechazo– de quienes los llevaron al cargo con su voto. Pienso, desde luego, en el caso más emblemático de esta elección: Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco”, candidato ganador de la elección para gobernador de Nuevo León.

Sin duda un político hábil y un comunicador eficaz, “El Bronco” logró conjugar los tres elementos clave del discurso que persuade: razón, emoción y personalidad (curiosamente, él decía que los mexicanos tenemos “cerebro, corazón y huevos”, pero lo que nos falta es conectarlos). Con esos tres elementos –me refiero a razón, emoción y personalidad– ”El Bronco” mandó un mensaje poderoso que encontró eco en una sociedad muy ofendida y lastimada por la corrupción y la violencia.

Instalado en los cuernos de la luna, “El Bronco” vive en estos días una fiesta discursiva, en la que lo mismo advierte a Televisa que no va a gobernar Nuevo León, asegura que los partidos políticos se van a ir de vacaciones seis años, o se autonombra el iniciador de “la primavera mexicana”. Pero, pasada la merecida euforia por una campaña brillante, “El Bronco” tendrá que plantear soluciones a los enormes problemas que enfrenta Nuevo León. La construcción de un buen discurso es fundamental para que la sociedad entienda, comparta y apoye su plan de gobierno. Por ello, le quiero dejar a Jaime Rodríguez Calderón estas recomendaciones:

  1. La vanidad es mala consejera. El éxito no debe llevar a Rodríguez Calderón a centrar su discurso en su propia figura. La tentación es mucha, y por momentos parece que le gana el ego, justamente el talón de Aquiles de muchos políticos. El discurso de campaña se centra en el candidato, mientras que el discurso de gobierno debe centrarse en metas claras y valores compartidos. Tiene seis años por delante, y si toda la película se centra en el histrionismo del personaje y no en la calidad del guión y la trama, se va a desgastar muy rápido. Pregúntele a Fox en cuánto tiempo pasó de ser el alma de la fiesta al tío impresentable.
  2. Nadie se va a ir de vacaciones. El discurso de campaña siempre es excluyente: son “ellos” contra “nosotros”. Y esto fue más claro en el caso de “El Bronco”: “somos los ciudadanos contra los partidos”. Pero eso quedó atrás. El discurso de gobierno debe ser incluyente, porque aunque no todos los ciudadanos votaron por él, sí los necesita a todos para gobernar. Con la misma habilidad con la que se echó a la bolsa a la élite empresarial, “El Bronco” tiene que convencer a toda la sociedad nuevoleonesa que gobernará sin fobias. Además, los partidos no se van a ir de vacaciones: van a estar ahí, en el Congreso y sus operadores seguirán en el estado. Más le vale ir negociando ahora que está fuerte, y no hacerlo cuando su popularidad comience a menguar por el ejercicio del poder. Un discurso más conciliador le ayudaría mucho.
  3. Cuidar la confianza y la credibilidad al máximo. El discurso de campaña es maniqueo, porque tiene que polarizar para movilizar al votante: es “el bien contra el mal”. El discurso de gobierno es el de las gamas de gris. Es el discurso “del mal menor”, porque todo gobernante sabe que las decisiones que tiene que tomar siempre tienen costos. Esto le obliga a explicar y rendir cuentas todo el tiempo, a fin de construir y cuidar la confianza y la credibilidad que la gente le ha dado. Cualquier falta a su palabra, cualquier mentira o engaño, cualquier justificación de político ante un error sería kriptonita pura para el político que ganó porque prometió nunca ser como los otros.  
  4.  Por lo que más quiera, ¡no improvise! A juzgar por los videos de campaña, a “El Bronco” le gusta hablar sin un guión preparado. Estoy casi seguro de que un discurso escrito debe parecerle una camisa de fuerza que lo constriñe y limita. Y eso es justo lo que necesita, porque el gobierno no es la campaña y los riesgos aquí son mucho mayores: un discurso improvisado que siempre se permite ocurrencias llevaría a “El Bronco” a ser considerado otro Fox. Un discurso improvisado centrado en ataques, descalificaciones e insultos bravucones, lo llevaría a ser visto como “El Peje” norteño. Ninguno de esos destinos es deseable para el primer gobernador sin partido en México.

Por lo anterior, es indispensable que la administración de “El Bronco” cuente con una estrategia de comunicación consistente con su personalidad y estilo, pero  que contenga los mensajes institucionales serios que se tienen que transmitir con disciplina y claridad.  Para ello, primero se tiene que conformar una narrativa eficaz en la que se establezcan las prioridades del gobierno (el “qué”), la forma en la que se piensan concretar (el “cómo”) y, lo más importante, el propósito y los valores que dan fuerza al plan (el “por qué”). El objetivo es que los ciudadanos no sean meros espectadores de las acciones gubernamentales, sino que se sientan protagonistas de la transformación de Nuevo León.

Al final, la película no se trata de “El Bronco”. La película se trata de los nuevoleoneses y su estado, que se merece un mejor futuro del que hasta ahora le han dado sus gobiernos. Espero sinceramente que Jaime Rodríguez Calderón esté a la altura de este enorme reto, al igual que todos los candidatos independientes, que tienen en sus manos cambiar el rostro de la política de nuestro país.

 

 

 

 

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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