Foto: Guillermo Arias/Xinhua via ZUMA Wire

Prometer venganza, olvidar la reinserciĆ³n

En una elecciĆ³n marcada por un contexto de violencia, los partidos medran con el dolor y el miedo, y refuerzan la concepciĆ³n de la justicia como venganza. En el camino quedan los planes destinados a prevenir la delincuencia, readapatar y reinsertar a los internos, y acompaƱar a las vĆ­ctimas.
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Eran los primeros dĆ­as de 1999. En la pantalla de televisiĆ³n se veĆ­a a un grupo de actores malencarados, vestidos de presidiarios, dentro de una celda. A cuadro aparecĆ­a Arturo Montiel, en aquel entonces candidato del PRI al gobierno del Estado de MĆ©xico, sentenciaba: “los derechos humanos son de los humanos, no de las ratas”, mientras la reja de la prisiĆ³n se cerraba a sus espaldas.

La propuesta era abatir la criminalidad desde la dureza, olvidarse de sutilezas e ignorar los derechos de los acusados; es decir, agravar las condiciones carcelarias y que la suerte de cada detenido dependiera de un tribunal de venganzas que de entrada los tratara como animales.

Diez aƱos despuĆ©s, cuando el secuestro y asesinato de los hijos de los empresarios Alejandro MartĆ­ y Nelson Vargas elevaron la indignaciĆ³n a su punto mĆ”s alto, mediĆ”ticamente hablando, el Partido Verde Ecologista de MĆ©xico (PVEM) lanzĆ³ una campaƱa con un slogan particularmente contradictorio: ā€œPorque nos interesa tu vida, pena de muerte para asesinos y secuestradoresā€.

No son pocos los polĆ­ticos que en la vĆ­spera de un proceso electoral secuestran el discurso de los derechos humanos para convencer a la gente de que por su bien es necesario que el Estado viole esos derechos, mezclando de manera burda el legĆ­timo reclamo de justicia con el deseo de venganza.

En el mundo civilizado se ha establecido como norma que el asesino, el violador o el secuestrador vayan a prisiĆ³n y paguen su deuda con la sociedad, que la reclusiĆ³n funcione como un mecanismo de readaptaciĆ³n que al final otorgue a las personas la oportunidad de intentar una vez mĆ”s. La venganza que de un tiempo a la fecha proponen los polĆ­ticos niega cualquier posibilidad de reinserciĆ³n social con el argumento de que las cĆ”rceles son escuelas del crimen.

No hace mucho, en la Ciudad de MĆ©xico se propuso aplicar la castraciĆ³n quĆ­mica a quienes fuesen declarados culpables de abuso sexual, sin importar que se trata de menores de edad, pues segĆŗn el argumento, ā€œperitos y psiquiatrasā€ han determinado que el violador padece una enfermedad incurable. La idea fue exportada a entidades como Oaxaca donde, en el colmo del absurdo, el expresidente de la ComisiĆ³n de Derechos Humanos del Congreso del Estado, defendĆ­a humillar y mutilar la personalidad de violadores, abusadores sexuales de menores y pederastas con una inyecciĆ³n de quĆ­micos para inhibir su deseo sexual.

De manera mĆ”s reciente, durante las campaƱas de 2021, el partido FuerzaXMĆ©xico propuso la pena mĆ”xima para los feminicidas, consistente en ā€œcortarles los huevosā€.

El paso natural dentro de esa lĆ³gica perversa serĆ­a plantear una iniciativa para eliminar a todos los sentenciados por delitos graves del sistema penitenciario, a los miles que pueblan cada penal del paĆ­s, pero el rĆ©dito polĆ­tico obliga a prometer a los votantes que quienes cometen un delito serĆ”n linchados y se les harĆ” sufrir.

Ninguno de los promotores de estas ideas admite ser corresponsable del fracaso institucional en su funciĆ³n de proveer justicia efectiva a las vĆ­ctimas o reformar el sistema penitenciario para que cumpla con su funciĆ³n. En su pobre anĆ”lisis, la propuesta de los polĆ­ticos es escalar en la violencia e incapacitar al delincuente para evitar su reincidencia, pero tambiĆ©n para impedirle reintegrarse a una vida digna; un ejercicio solo equiparable al de cortarle las manos a los ladrones.

Javier Sicilia propuso hace unos aƱos a la clase polĆ­tica excluir el dolor de las vĆ­ctimas de la propaganda electoral, no hablar en nombre de las familias ni tratar de sacar ā€œrajaā€ polĆ­tica de su dolor. Para el poeta, las cĆ”rceles en MĆ©xico se habĆ­an convertido en sitios de castigo, ā€œsitios donde seres, en sĆ­ mismos desesperanzados, son sumidos en una desesperanza mayorā€.

Amigo de Sicilia, Juan JosĆ© Pedraza, director de los centros de readaptaciĆ³n social de QuerĆ©taro entre 2004 y 2009, es de los convencidos de que es posible creer en el otro, creer que todos tenemos derecho a ser mejores y que esto se puede lograr. Con treinta aƱos dedicado a la docencia, creyente de que la educaciĆ³n transforma, Pedraza recuerda un principio fundamental del PentathlĆ³n Deportivo Militarizado Universitario, del cual fue comandante: ā€œNunca te avergĆ¼ence haber creĆ­do en la dignidad de alguien desprovisto de ella, pues el perverso y el irredento absolutos solo existen en patologĆ­aā€.

De ahĆ­ su idea de mirar a los internos  de otra manera: como seres humanos, como personas que pueden ser rehabilitadas mediante actividades como el arte y el deporte como actividades cotidianas, organizadas y metĆ³dicas que disciplinan, pues mientras el control solo somete, humilla y termina por hacer de la persona un ser sin direcciĆ³n, ā€œla disciplina permite que el hombre se construyaā€.

Con la idea de que la medicina no es para la gente sana, sino para los enfermos, Pedraza recuerda haber reunido a presos de distintos penales para montar El hombre de La Mancha, tras de cuyos ensayos diarios todos se unĆ­an para cantar ā€œEl sueƱo imposibleā€, que se volverĆ­a un himno de los internos.

Recuerda que fue en el penal de San JosĆ© el Alto donde preguntĆ³ al director: ā€œĀæQuiĆ©n es aquĆ­ el interno mĆ”s peligroso, el mĆ”s cabrĆ³n?ā€ ā€œEl Chinoā€, le respondieron, un tipo que habĆ­a intentado fugarse haciendo un hoyo en la celda, que eludiĆ³ un mĆ³dulo de seguridad y, por la azotea, saltĆ³ una reja para posteriormente desarmar a un guardia e incluso intercambiar tiros con los guardias de las torretas, pero que no pudo alcanzar la calle porque su escalera improvisada para ese fin no resistiĆ³.

Fueron a su celda. Ɖl saliĆ³ en chanclas, despeinado, con pants y camiseta. ā€œOiga, Chino, vengo a invitarlo a participar a una obra de teatroā€, le dijo. ā€œNo. Yo no soy actorā€, le respondiĆ³ aquel, aunque tras hablar con Ć©l largamente aceptĆ³ a regaƱadientes. Le pidieron ponerse una sudadera y unos tenis, y cuando llegĆ³ a donde estaban los otros internos, estos, admirados, le abrieron el paso. ā€œEl Chinoā€ estaba asombrado y se quedĆ³. Hoy ā€“dice Pedrazaā€“ ese irreformable le entra duro al teatro y a la talla en madera, porque, ademĆ”s, es un esplĆ©ndido artesano.

Platica que en cierta ocasiĆ³n se celebrĆ³ en QuerĆ©taro una reuniĆ³n nacional de directores de penales, a quienes invitĆ³ a ver una representaciĆ³n en el patio de la prisiĆ³n, sin rejas, con pĆŗblico de fuera; durante el intermedio, los presos ponĆ­an un tianguis y todos podĆ­an comprar en alguno de los puestos. ā€œĀæDe dĆ³nde traen a toda esta gente?ā€, preguntĆ³ un funcionario. La respuesta lo dejĆ³ en silencio: ā€œSon los internosā€. ā€œĀ”CĆ³mo es posible, yo nunca le doy la espalda a un interno y estos estĆ”n aquĆ­ mezclados con la gente de afuera y con nosotrosā€, dijo tras unos momentos.

Hoy retirado, Juan JosƩ Pedraza explica que para esa gente el interno debe ser castigado y buscarƔn siempre sembrar la duda sobre Ʃste. Para Ʃl, en cambio, el interno debe ser apoyado en su humanidad, debe ser susceptible de que se tenga fe y esperanza en Ʃl que debe mantener en contra incluso de esos intentos que buscan sembrar la duda y el temor.

Readaptarse significa recuperar la dignidad como hombre incluso en el lugar en el que menos se espera, aunque para los polĆ­ticos en campaƱa o con aspiraciones todo se reduce a que quien ā€œanda haciendo maldades y destruyĆ©ndole la vida a la gente no tiene por quĆ© protegerlo tanto la leyā€, sin importar si se habla de un menor de edad.

Se trata de una polĆ­tica sin escrĆŗpulos cuyo fin Ćŗltimo es generar visibilidad; legislar se reduce a presentar proyectos que abonen a la popularidad sin anĆ”lisis de su factibilidad y peor aĆŗn, de su legalidad, pues el marco vigente y la reforma constitucional en materia de derechos humanos aprobada en 2011 impiden que estas iniciativas prosperen. Sin embargo, de cara a cada proceso electoral en MĆ©xico aparecen varios partidos y candidatos con su propia iniciativa bajo el brazo.

Nunca el contexto de violencia habĆ­a sido tan atractivo para medrar con el miedo, sembrar en la gente una concepciĆ³n de la justicia como venganza, muy alejada de los derechos fundamentales universales, complacer a una parte del electorado, lucrando con el dolor de las vĆ­ctimas y prometiendo la versiĆ³n mĆ”s dura de la ā€œjusticiaā€ como soluciĆ³n a la comisiĆ³n de delitos, pero sin ningĆŗn atisbo de invertir mayores esfuerzos en prevenir la delincuencia, readapatar, reinsertar y acompaƱar a las vĆ­ctimas con mĆ”s medios y recursos.

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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