Pocas teorรญas predicadas desde las ciencias sociales han sido objeto de tanta atenciรณn y polรฉmica como El fin de la historia de Francis Fukuyama. La tesis principal del autor es que con la democracia liberal la civilizaciรณn ha alcanzado su รบltimo estadio evolutivo. Mรกs allรก de ella no hay nada, pues ninguna otra forma de organizaciรณn polรญtica puede competir con el liberalismo democrรกtico.
Fukuyama sostiene que el devenir polรญtico del mundo es una sucesiรณn de pugnas entre diferentes modelos organizativos a lo largo de la cual muchos van quedando olvidados en la cuneta de la historia. Quedan atrรกs debido a las contradicciones internas del propio modelo hasta que una se erige sobre todas las demรกs: la democracia liberal.
Fukuyama cree que la democracia liberal no tiene rival polรญtico porque ha pulido al mรกximo esas contradicciones y se acomoda bien a los dos impulsos que constituyen, a su entender, el motor de la historia: la razรณn cientรญfica y la ambiciรณn de reconocimiento. Asรญ, mientras que el capitalismo crea las condiciones para el progreso tรฉcnico, la democracia iguala en dignidad a todos los hombres, saciando esa voluntad de afirmaciรณn individual.
No obstante, la tesis sobre el fin de la historia de Fukuyama ha recibido tantas crรญticas como elogios. Primero fue la irrupciรณn del llamado โresurgimiento islรกmicoโ y la inauguraciรณn de una nueva modalidad de terrorismo internacional de inspiraciรณn religiosa que desafiaba el modo de vida occidental. Despuรฉs, la intensificaciรณn de los flujos migratorios, la globalizaciรณn y la inestabilidad econรณmica crearon las condiciones para el auge de un populismo de reacciรณn contra la democracia liberal, y que hoy disputa victorias electorales a los dos lados del Atlรกntico.
En mi opiniรณn, estos fenรณmenos no restan validez a la teorรญa de Fukuyama, pero sรญ obligan a dar algunas explicaciones y a tomar ciertas variaciones en el rumbo polรญtico de Occidente. Fukuyama no ha sido desmentido por los hechos porque sigue sin haber una forma de organizaciรณn polรญtica alternativa a la democracia liberal. Sin embargo, es posible que estemos algo mรกs lejos de alcanzar ese momento poshistรณrico de lo que Fukuyama anunciรณ. Esto es asรญ porque el autor no tuvo en cuenta una serie de sesgos y desviaciones en sus presupuestos de partida.
Me refiero a algunas contradicciones internas a la democracia liberal que han dado alas a movimientos populistas autoritarios y que urge abordar si queremos que el modelo organizativo hegemรณnico en Occidente desde la caรญda del muro de Berlรญn siga siendo la referencia polรญtica dominante.
Ya he mencionado en alguna ocasiรณn que la primera paradoja a la que ha de hacer frente la democracia liberal estรก en el corazรณn de la doctrina: Fukuyama asumรญa que este modelo partรญa de la igualaciรณn de todos los hombres, una promesa que parece haberse roto en los รบltimos aรฑos, en los que asistimos a una rรกpida escalada de las desigualdades socioeconรณmicas.
La segunda contradicciรณn que encontramos tiene que ver con el concepto de โconflictoโ, entendido como pluralismo, que forma parte del sustrato liberaldemรณcrata. El liberalismo parte de la idea, a diferencia de las ideologรญas totalitarias o colectivizadoras, de que no hay una รบnica forma de abordar los dilemas que se le plantean a una sociedad. No existe algo asรญ como una polรญtica รบnica, y el bien comรบn o el interรฉs general son quimeras que a menudo encierran un รกnimo impositivo. Por contra, el liberalismo parte de la convicciรณn de que en nuestras sociedades conviven puntos de vista, intereses, vocaciones y ambiciones diferentes, legรญtimos y a menudo contrapuestos.
Esa idea de conflicto ha adquirido un peso cada vez mayor, habida cuenta de que vivimos en sociedades crecientemente heterogรฉneas, complejas e integradas, abriendo una ventana de oportunidad por la que se ha colado el populismo. El populismo requiere el conflicto para prosperar y perpetuarse, de tal modo que asistimos a una paradoja: el conflicto es consustancial a la democracia liberal y, al mismo tiempo, ha dado alas al movimiento que representa la mayor reacciรณn antiliberal desde el fin del comunismo.
En tercer lugar, el concepto de pluralismo, bandera de la democracia liberal, ha sido frecuentemente maltratado hasta aparecer desvirtuado. Se ha tendido a equiparar pluralismo con relativismo, y el relativismo choca de modo frontal con otro de los pilares liberales: el progreso. Ese progreso del que hablaba Fukuyama, llevado en volandas por la razรณn cientรญfica, ha sido cuestionado con argumentos relativistas que se han hecho pasar por pluralistas.
Y nada mรกs lejos del liberalismo que el relativismo. La visiรณn liberal del progreso implica un compromiso con la razรณn y con una nociรณn de โverdadโ. En cambio, el populismo ha sabido desdibujar los lรญmites del pluralismo para utilizar contra la democracia liberal sus propias armas. Asรญ, ha igualado la respetabilidad de todas las opiniones en nombre del principio liberal del pluralismo; ha apelado a la validez moral de todas las ideas sostenida en el mismo argumento; ha inaugurado el tiempo de la posverdad, en el que la realidad solo es otro punto de vista; ha devaluado a los expertos hasta convertirlos en una voz cualquiera; ha creado un universo de โhechos alternativosโ, ha privado a la verdad de singularidad: ahora son โverdadesโ, que se eligen a conveniencia y que son susceptibles de apropiaciรณn: โmi verdadโ, โtu verdadโ.
En cuarto lugar, el progreso cientรญfico abanderado por el liberalismo ha desembocado en situaciones que parecen contradecir sus principios. El desarrollo de internet ha creado nichos digitales que han servido como caldo de cultivo para el populismo, al tiempo que la viralidad de las redes sociales ha favorecido la transmisiรณn de informaciones no contrastadas, cuando no inventadas. Por otro lado, estas mismas redes han fomentado el aislamiento en comunidades cognitivas y de socializaciรณn que permiten a los individuos mantenerse al margen de las ideas y los grupos sociales que desafรญan sus puntos de vista o no comparten sus valores, contribuyendo a la polarizaciรณn. De este modo, asistimos a una progresiva quiebra del espacio comรบn y de la convivencia promovido por la democracia liberal.
En quinto lugar, esa fragmentaciรณn del รกgora social ha terminado por desviar el discurso liberal, que con frecuencia ha desatendido la nociรณn de ciudadanรญa para volcarse en compromisos segmentados en la defensa de las identidades grupales. Una de las razones que se han esgrimido para explicar la derrota de Hillary Clinton es que la candidata demรณcrata centrรณ su campaรฑa en dirigirse a las minorรญas (los latinos, las mujeres, los homosexuales, los jรณvenes) en lugar de hablar de la ciudadanรญa compartida.
Por รบltimo, el liberalismo ha de hacer frente a las dificultades inherentes a la modernizaciรณn. La construcciรณn de las identidades nacionales pasรณ por un proceso de homogeneizaciรณn y centralizaciรณn: la definiciรณn de las fronteras del estado, la puesta en marcha de una burocracia y una administraciรณn pรบblica centralizadas, la construcciรณn de verdaderos ejรฉrcitos, el diseรฑo de un currรญculo escolar รบnico con una doctrina y una historia comunes, la popularizaciรณn de unos sรญmbolos que identifican a la naciรณn. Sin embargo, con la posmodernidad hemos iniciado un viaje a la descentralizaciรณn, la heterogeneidad y el individualismo que no estรก exento de conflictos, amenazas y accidentes. Estas dificultades son aprovechadas por los nostรกlgicos y los nacionalistas, dos atributos que con frecuencia aparecen mezclados en las propuestas populistas, para defender un retorno a la seguridad, a los valores y a las formas de organizaciรณn propias del pasado.
Asรญ, para que la democracia liberal continรบe siendo el modelo polรญtico hegemรณnico ha de resolver sus contradicciones internas. Ha de ofrecer respuestas institucionales para combatir las desigualdades que hacen aflorar el descontento. Ha de acomodar el pluralismo para que la complejidad social creciente no derive en el enfrentamiento. Ha de librar una batalla por un progreso guiado por la razรณn y alejado de relativismos. Ha de recuperar el espacio comรบn para la convivencia promoviendo una visiรณn social inclusiva, tambiรฉn en internet. Ha de recuperar la idea de ciudadanรญa como gran aglutinador social y como identidad compartida. Y ha de proveer herramientas y cuidados para que nadie quede atrรกs en la transiciรณn tecnolรณgica y el avance modernizador
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.