Todo es más difícil de lo que parece una vez que estás en el gobierno

Rectificaciones, tesis, vaguedades y pocas sorpresas: Un análisis de la entrevista de Ana Pastor a Pedro Sánchez.
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Pedro Sánchez ha concedido su segunda entrevista en televisión desde que es presidente del gobierno. La primera fue en RTVE, poco después de haber tomado posesión en el cargo. Fue, como era de esperar por muchas razones, mucho más amable y cauta que la que le hizo este domingo Ana Pastor.

Sánchez acudía a la cita después de una semana cercado por un debate ya agotado, pero al que se le sigue intentando exprimir una gota más, sobre su tesis doctoral. Las dudas sobre la obtención de su título de doctor vienen de lejos: se dice que ya cuando en su partido intentaron hacerle caer, trataron de buscar por ahí a ver si encontraban algo. Hasta el momento, lo más grave es lo que ha señalado Arcadi Espada: parece que cita de oídas a M. Granovetter, que en la referencia en la tesis de Sánchez aparece como Voir M. Granovetter. Aun así, Ana Pastor, que a veces parece presa de su fama de periodista insistente y dura y acaba por apenas dejar hablar o resultar repetitiva, decidió dedicar buena parte de la entrevista a ese asunto: ¿plagió la tesis? ¿Se la han escrito? ¿Por qué no estaba publicada en internet? Etc. Lo más que sacó de ese asunto fue que Sánchez no va a querellarse con los medios que lo han acusado de plagio. Muchos siguen en sus trece, un poco como los músicos del Titanic, tocando mientras se hunde.

El guion, una vez finiquitado el asunto de la tesis, presentó una estructura clara, que ya se anunciaba en la promo del programa: las rectificaciones del gobierno: las contradicciones o, como ha escrito Mariano Gistaín, la política del volantazo. Para casi todos, la explicación fue que la política es una cuestión de prioridades. Hay una escena mucho más explícita en The Wire, la serie de David Simon sobre Baltimore. Un alcalde blanco está a punto de ganar las elecciones y se reúne con un exalcalde negro que dimitió. El que llega, que admira la gestión del otro, quiere saber por qué se fue. La respuesta es que cada mañana alguien le llevaba una taza de café llena de mierda que él tenía que beberse de un trago. Menos gráfico pero igual de sincero fue Pedro Sánchez con la respuesta sobre la venta de bombas a Arabia Saudí: entre dos males, eligió proteger las relaciones diplomáticas y comerciales. No se me ocurre un ejemplo más claro de realpolitik. En ese asunto, fue donde más cerca estuvo Pastor de provocar el error forzado que tanto buscó en la entrevista. Pero Sánchez mantuvo la calma y la sonrisa algo forzada. Siguió llamando por su nombre a la periodista, como para demostrar que estaba cómodo. Ella le decía que en su gobierno había habido muchas rectificaciones, él que todo es ruido.

En la conversación se mencionó a Ciudadanos y a Podemos, al PdCat, al PNV y al PP de Mariano Rajoy, pero ni una palabra del de Pablo Casado, que sigue siendo el principal partido de la oposición, aunque no lo parezca.

Sobre las medidas que confirmó a lo largo de la entrevista: habrá subida del IRPF para el último tramo –dijo que los ricos no pagan IRPF porque “tienen otros métodos”, como las sicav–; subirá el impuesto de sociedades; habrá subida del impuesto al diésel; se verá qué se hace con las concertinas como se verá qué hacer con la prostitución (“de momento, que se abra el debate”, dijo) pero habrá una ley contra la trata. Sobre la exhumación de Franco, Sánchez dijo que espera que esté fuera antes de fin de año. Sobre si rechazaba convocar elecciones antes de diciembre, Sánchez se mostró prudente (es decir, que no pone la mano en el fuego), Pastor vio un titular ahí. Pero en realidad el titular, más allá del asunto de las bombas vendidas a Arabia Saudí, es que los dos hicieron el trabajo que se esperaba de ellos, sin grandes sorpresas.

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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