La guerra fiscal ha empezado. A la alianza rocosa que forman la izquierda plurinacional y los nacionalismos perifรฉricos le vale para seรฑalar a Madrid como la causa de un malestar econรณmico que actuรณ como catalizador del independentismo en la pasada crisis, e incluso antes: el agravio econรณmico ha sido combustible del soberanismo al menos desde el Memorial de Greuges de 1885. Ahora se busca que ese malestar sirva al propรณsito comรบn de horadar las bases territoriales del orden del 78.
A la coaliciรณn liberal-conservadora que gobierna Madrid le gusta ese espejo: frente a รฉl puede reivindicar una polรญtica de gestiรณn ortodoxa e impuestos bajos. Que el discurso centralizador provenga esta vez de la periferia da cuenta del estrago econรณmico que ha causado el procรฉs a Cataluรฑa. No obstante, no es descabellado abordar una armonizaciรณn de bases impositivas que preserve la iniciativa y la autonomรญa fiscal de las comunidades autรณnomas. En todo caso, como ha explicado รngel de la Fuente, la financiaciรณn por habitante en Madrid se mantiene en la media de las comunidades de rรฉgimen general. No sucede asรญ en el Paรญs Vasco y Navarra, verdaderas privilegiadas fiscales, cuya exclusiรณn del debate de la armonizaciรณn demuestra que las preocupaciones materialistas no han regresado: este es otro episodio mรกs de una batalla ideolรณgica que se dirime en la cultura y el relato.
Quizรก por ello se eche en falta una discusiรณn que se tome los impuestos en serio. La naciรณn se construye sobre un sentimiento de solidaridad horizontal, un โnosotrosโ. La pertenencia a esa comunidad tiene que ver con la contribuciรณn que cada ciudadano hace a ella por medio del esfuerzo fiscal. Por eso se produce una identificaciรณn entre los impuestos y la idea de ciudadanรญa plena: โNo taxation without representationโ es un lema de la Gloriosa inglesa que se hizo cรฉlebre con la guerra de independencia americana, pero describe un conflicto que estรก presente en todas las revoluciones liberales y aun protoliberales, de Villalar a La Fronda.
La salud de la naciรณn depende en buena medida de que haya una fiscalidad justa, solidaria y suficiente. Si los ciudadanos perciben que la fiscalidad no es justa, porque recae desproporcionadamente sobre unos mรกs que sobre otros, sin atender a los criterios equidad y progresividad que establece la Constituciรณn, se puede producir una desazรณn econรณmica que se traduzca en disrupciรณn polรญtica o desafecciรณn social, poniendo en riesgo la cohesiรณn nacional.
Los ciudadanos tambiรฉn pueden percibir que la fiscalidad no es solidaria, esto es, que no sirve al fin de financiar prestaciones y servicios pรบblicos de calidad que contribuyan a paliar las desigualdades sociales de origen y rindan un provecho al conjunto de la comunidad. Si los rendimientos de la fiscalidad no se observan con claridad en los beneficios del estado de bienestar, entonces los ciudadanos quizรก prefieran estrecharlo a cambio de que les sea aliviado el pago de impuestos.
Por รบltimo, si la fiscalidad es insuficiente, el Estado no podrรก financiar los servicios pรบblicos propios de un estado de bienestar que provea con justicia y solidaridad.
Desde que se produjera la quiebra del bipartidismo en 2015, la polarizaciรณn en torno a la fiscalidad ha aumentado en Espaรฑa. Como ha explicado Luis Miller, hasta esa fecha, los votantes de derechas tendรญan a percibir como excesivos los impuestos cuando gobernaba la izquierda, y al revรฉs: los votantes de izquierdas percibรญan una mayor presiรณn fiscal cuando la derecha estaba en el poder. La polarizaciรณn en torno a la cuestiรณn era, en cualquier caso, baja. Sin embargo, con la irrupciรณn de los nuevos partidos la fiscalidad se ha activado como una divisiรณn electoral que ha ido alejando progresivamente a los votantes de izquierda y derecha. Por un lado, los votantes del PP y, especialmente, de Vox muestran un rechazo creciente a la fiscalidad, mientras que su aceptaciรณn aumenta sobre todo entre los votantes de Podemos y PSOE, aunque tambiรฉn entre los de Ciudadanos.
La fiscalidad se ha convertido en una cuestiรณn de confrontaciรณn ideolรณgica alentada por los partidos y favorecida por el contexto econรณmico. La precariedad y el elevado desempleo, sobre el telรณn de fondo de la globalizaciรณn y la revoluciรณn tecnolรณgica, han suscitado debates que pueden afectar al objetivo de una fiscalidad justa, solidaria y suficiente, y cuyas consecuencias sociales y polรญticas pueden ser disruptivas.
Desde el punto de vista de una fiscalidad justa, sabemos que los ciudadanos que se sitรบan en el quintil de renta mรกs baja padecen una presiรณn relativamente mayor, lo cual entra en conflicto con el principio de progresividad. El agravio es aรบn mayor si tenemos en cuenta que los agujeros del sistema y la movilidad global del capital proporcionan ventajas fiscales a las grandes compaรฑรญas y las rentas mรกs altas. Ante la dificultad para gravar la actividad de las multinacionales, los estados han respondido con una bajada del impuesto de sociedades. El resultado, como ha explicado Gabriel Zucman, es la pรฉrdida de progresividad de los sistemas fiscales y el aumento de la desigualdad. Y la desigualdad genera desconfianza social, desafecciรณn institucional, conflictividad polรญtica y desperdicio de talento para la economรญa.
A los creyentes de la curva de Laffer se les prometiรณ que las polรญticas de impuestos bajos mejorarรญan la innovaciรณn y la productividad, pero Zucman advierte del error: hay paรญses que usan la polรญtica fiscal para extraer beneficios econรณmicos de actividades que tienen lugar en otros lugares. Y la soluciรณn ha de pasar por un gran acuerdo fiscal europeo.
El despliegue de los fondos Next Generation es un hito de la UE que invita al optimismo, pero tambiรฉn obligarรก a tomar decisiones fiscales que han de abordarse desde la ambiciรณn de justicia social. Europa ha marcado como prioridad a los estados las polรญticas de digitalizaciรณn y transiciรณn ecolรณgica. En este รบltimo รกmbito es previsible que los estados implementen nuevos impuestos que favorezcan el cambio hacia una economรญa verde. No obstante, estas polรญticas generarรกn costes, especialmente para los miembros de la clase trabajadora, que deben ser tenidos en cuenta. Ayudar a los perdedores de la descarbonizaciรณn en la transiciรณn ecolรณgica serรก fundamental para que esta no genere mรกs desigualdad y rechazo social.
Comprometer la igualdad es comprometer la nociรณn de solidaridad que debe caracterizar la polรญtica fiscal. Las contribuciones solidarias han de permitir financiar un estado de bienestar que provea servicios pรบblicos de calidad y corrija las brechas socioeconรณmicas de origen. En la prรกctica, sin embargo, el sistema espaรฑol se ha revelado como poco redistributivo, en buena medida porque la mayor partida de gasto pรบblico corresponde a las pensiones, cuyos beneficiarios constituyen el grupo socioeconรณmico con menor riesgo de pobreza. El modelo es difรญcilmente sostenible habida cuenta de la precariedad laboral que padecen los miembros del grupo mรกs productivo: los jรณvenes. La trampa de exclusiรณn, sin embargo, comienza mucho antes, desde una educaciรณn que deja sistemรกticamente atrรกs a los hijos de las familias mรกs humildes.
Contar con un estado de bienestar fuerte, que presta servicios pรบblicos de calidad y redistribuye de forma eficiente es fundamental para legitimar la presiรณn fiscal que permite su desarrollo. Hay que gastar bien, pero para ello es preciso recaudar bien antes, y eso nos lleva al รบltimo elemento de nuestro anรกlisis: la fiscalidad ha de ser suficiente.
Hace unos dรญas, el profesor รngel Rivero advertรญa en una entrevista aquรญ que el liberalismo โse ha asociado engaรฑosamente a la limitaciรณn del Estado hasta extremos en los que la vida social se hace imposibleโ. Efectivamente, el liberalismo es, ante todo, el corpus doctrinal que celebra la ciudadanรญa frente a la tribu, la igualdad frente al privilegio, el pluralismo frente al dogma y el sometimiento del poder a las leyes. Sin embargo, ha ganado notoriedad la concepciรณn minarquista de un liberalismo tosco que bendice la tacaรฑerรญa y promueve la atomizaciรณn social, que es tanto como erosionar la cohesiรณn nacional.
En un contexto de polarizaciรณn como el que vivimos, algunos polรญticos encuentran incentivos para hacer populismo con los impuestos. Y con la guerra fiscal declarada por la izquierda plurinacional y los nacionalismos perifรฉricos, Isabel Dรญaz Ayuso ha lanzado un รณrdago al bloque de gobierno: Madrid seguirรก bajando impuestos. Es una afirmaciรณn con plena significaciรณn electoral, pero que carece de sentido formulada en abstracto: ยฟA quiรฉn hay que bajar los impuestos? ยฟY hasta cuรกndo? Una fiscalidad que aspire a ser justa, solidaria y suficiente exigirรก polรญticas que limiten las exenciones que han agujereado la recaudaciรณn hasta hacerla lucir como un queso gruyere, contemplarรก alivios fiscales para las clases medias y bajas, pero tambiรฉn formas de gravar la riqueza que ahora consigue eludir los controles mientras sube la pleamar de la desigualdad.
Por รบltimo, el esfuerzo fiscal que se pide a la ciudadanรญa debe ir de la mano de una conducta fiscal ejemplar en los servidores pรบblicos y las celebridades. Los escรกndalos de corrupciรณn que han empaรฑado el legado del rey Juan Carlos son graves no solo porque deslucen una biografรญa que en sus mejores dรญas se consagrรณ a la consolidaciรณn de la democracia, sino porque se trata de delitos cometidos contra la hacienda comรบn. El rey emรฉrito ha defraudado a los espaรฑoles en los dos sentidos del verbo. Es un buen momento para recordar que cumplir con las obligaciones fiscales es una forma de servir a nuestro paรญs. Pagar impuestos tambiรฉn es patriotismo.
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.