El vuelo MH 370 de Malaysia Airlines se pierde con 227 pasajeros a bordo y 12 miembros de la tripulaciรณn. La รบnica certeza es que despegรณ de Kuala Lumpur con rumbo a Pekรญn, que desapareciรณ de las pantallas del radar civil 49 minutos despuรฉs y que en algรบn momento cambiรณ su ruta hacia el sur del ocรฉano Indico. Nada mรกs se sabe. Es «una catรกstrofe aรฉrea sin cuรกndo, dรณnde, cรณmo, ni por quรฉ», como la han definido medios internacionales.
El pasado domingo 30 se publicรณ en el diario La Jornada una columna en la que se usa informaciรณn sesgada, datos no corroborados y mentiras para hacer especulaciones de un claro tufo antisemita en torno a la tragedia. El autor publica una mentira como base de todo su argumento, es decir, que a bordo del Boeing extraviado viajaban cuatro registrantes de una patente de semiconductores con aplicaciones incluso en el terreno bรฉlico y que la beneficiaria en su ausencia es Freescale, una empresa del «banquero israelรญ-britรกnico Jacob Rothschild», que con la tragedia se quedarรญa con el cien por ciento de la patente.
La columna tergiversa un comunicado de Freescale difundido el pasado 8 de marzo en el que informa que 20 de sus empleados estaban en vuelo perdido de Malaysia Airlines e introduce una insidia al hablar de ellos como «empleados del Pentรกgono». De manera deshonesta, tambiรฉn omite mencionar que ninguno de los dueรฑos de la patente (centro de la teorรญa conspiratoria a la que pretende dar crรฉdito) se encuentra en la lista de 239 pasajeros del aviรณn.
El conspirรณlogo no solo sustenta su argumento en notas publicadas por medios online, sin firma y sin fuentes identificables (cuando no se cita a sรญ mismo), sino que tras seรฑalar que Freescale se especializa en «guerra electrรณnica» mediante «tecnologรญa furtiva», pasa a hablar, sin mรกs y sin venir a cuento, de la posibilidad de un ataque israelรญ contra el sistema elรฉctrico, internet, la red de celulares y las frecuencias de emergencia de Irรกn, haciendo รฉnfasis en que Israel cuenta con armas de alta tecnologรญa que le permitirรญan «cegar y ensordecer las defensas de Teherรกn en caso de un bombardeo».
El autor de la columna descubre para sus lectores las sociedades y los nexos entre empresas y sus ejecutivos, a quienes identifica como «israelรญ-estadunidense» o «israelรญ-britรกnico». Ninguno es israelรญ, pero รฉl les llama asรญ porque comparten un rasgo: su origen o su identidad judรญa. Asรญ, el escribidor encuentra en la tragedia, pretexto para cargar las tintas, otra vez, contra una comunidad a la que repudia, pero que es incapaz de nombrar, para que no se le acuse de lo que Miguel รngel Granados Chapa definรญa como judeofobia.
El 7 de diciembre de 2008, luego del asesinato de 173 personas en varios ataques terroristas coordinados, lanzados contra civiles en la estaciรณn de trenes de Bombay, un restaurante y dos hoteles, el mismo columnista preguntaba si la masacre no habรญa sido obra de “la banca israelรญ-anglosajona” como una estrategia para revaluar artificialmente el dรณlar. A aquel texto respondieron 500 mexicanos, quienes sin ambigรผedades, condenaban en una carta la forma en que se torcรญa la informaciรณn sobre un hecho doloroso, faltando el respeto a las vรญctimas y llegando a extremos comparables a los del panfleto antisemita Los protocolos de los sabios de Sion, que acusa al pueblo judรญo de planear el control del mundo a travรฉs de todo tipo de acciones criminales.
El autor vuelve a emplear la misma prosa furiosa y abigarrada de entonces. Usa a cientos de vรญctimas para su conjura canalla, sugiriendo que en la caja negra del vuelo MH 370 de Malaysia Airlines hallaremos una tragedia producto de intereses judรญos y entonces รฉl y los suyos podrรกn documentar su repulsa a lo que tramposamente llaman «sionismo».
Ya en 2008 al colaborador de La Jornada le salieron defensores que calificaban la dura crรญtica de aquella carta como un acto inhibitorio de la libertad de expresiรณn. Sin embargo, nadie exige que el columnista abandone la tinta con la que alimenta sus conspiraciones. Se trata de evidenciar que sus parrafadas no son mรกs que la medida de su odio, que la prรฉdica antisemita sigue entre nosotros.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).