Ilustraciรณn: Luis Pombo

Arrodillarse hacia La Meca

Sumisiรณn no es una novela antimusulmana, como muchos han pregonado. Deudora del pesimismo europeo, imagina un paรญs que se rinde al credo religioso tras el fracaso de la promesa de la Ilustraciรณn.
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Una de las novelas mรกs vendidas en Europa, Sumisiรณn (Anagrama, 2015) de Michel Houellebecq, trata sobre un partido islรกmico que llega al poder en Francia de manera pacรญfica. Su publicaciรณn fue anunciada el otoรฑo pasado, en un ambiente ya de por sรญ tenso. En mayo, un joven francรฉs musulmรกn cometiรณ una masacre en un museo judรญo de Bรฉlgica. Durante el verano, manifestantes musulmanes que marchaban en Parรญs contra la guerra en Gaza clamaban: “¡Mueran los judรญos!” En el otoรฑo, se conocieron las historias de cientos de muchachos franceses, muchos de ellos conversos, que habรญan ingresado en las filas del Estado Islรกmico, en Siria e Iraq. Un prisionero francรฉs fue decapitado en Argelia. Y en varias ciudades se registraron ataques aislados de hombres con problemas mentales que gritaban “¡Allahu Akbar!” Se sumรณ a esta tensiรณn un debate pรบblico sobre otro bestsellerLe suicide franรงais, de ร‰ric Zemmour, que presenta a los musulmanes como una amenaza inminente al estilo de vida francรฉs.

El succรจs de scandale de Zemmour garantizaba que Sumisiรณn serรญa recibida con histeria. Hay que recordar que Houellebecq se habรญa metido en problemas una dรฉcada atrรกs por decir a un entrevistador que solo un “cretino” pudo haber creado el monoteรญsmo y que de todas las religiones el islam era “la mรกs estรบpida”. El a menudo mesurado editor de Libรฉration, Laurent Joffrin, declarรณ seis dรญas antes de la apariciรณn de la novela que Houellebecq le estaba “calentando la silla a Marine Le Pen en el Cafรฉ de Flore”. Edwy Plenel, un antiguo y dogmรกtico trotskista encargado del sitio de noticias Mediapart, pidiรณ en televisiรณn a sus colegas que, en nombre de la democracia, dejaran de escribir artรญculos sobre Houellebecq –el mรกs importante novelista francรฉs contemporรกneo, ganador del Premio Goncourt– para sacarlo de las fotografรญas, al mรกs puro estilo soviรฉtico. Los lectores comunes y corrientes no tuvieron un ejemplar de Sumisiรณn en sus manos hasta el 7 de enero, la fecha oficial de publicaciรณn. No habrรฉ sido el รบnico que comprรณ la novela esa maรฑana y la estaba leyendo cuando se difundiรณ la noticia de que dos terroristas musulmanes nacidos en Francia acababan de asesinar a doce personas en las oficinas de Charlie Hebdo.

La paradoja superรณ la imaginaciรณn de todos. Resultรณ una doble paradoja por el hecho de que la portada del Charlie de ese dรญa mostraba un dibujo satรญrico de Houellebecq que lo presentaba como un borracho de tendencias onanistas. Y fue triple cuando se revelรณ que Bernard Maris, uno de los amigos mรกs cercanos de Houellebecq, economista de izquierdas y colaborador de Charlie, se encontraba entre las vรญctimas. (Maris acababa de publicar un libro, Houellebecq รฉconomiste, donde decรญa que su amigo era el estudioso mรกs profundo de la existencia bajo el capitalismo contemporรกneo.) Houellebecq apareciรณ en televisiรณn, desolado, suspendiรณ a partir de ese momento su gira de promociรณn y se refugiรณ en el campo. Unas horas antes, el primer ministro Manuel Valls, en su primera entrevista despuรฉs de los ataques, se sintiรณ obligado a decir que “Francia no es Michel Houellebecq. No es intolerancia, odio y miedo”. Resulta difรญcil de creer que Valls hubiera leรญdo el libro.

Si tenemos todo esto en cuenta, pasarรก mucho tiempo antes de que los franceses lean y aprecien Sumisiรณn como el objeto extraรฑo y sorprendente que es. Houellebecq ha creado un nuevo gรฉnero: el relato distรณpico de conversiรณn. Sumisiรณn no es la historia, como algunos esperaban, de un golpe de Estado, y nadie en sus pรกginas expresa odio o siquiera desprecio hacia los musulmanes. Trata de un hombre y un paรญs que, a partir de la indiferencia y la fatiga, se descubren a sรญ mismos arrodillรกndose hacia La Meca. En el libro no hay ni siquiera drama; no hay un choque de ejรฉrcitos espirituales, ni martirio, ni una conflagraciรณn final. Pocas cosas ocurren, como en toda la ficciรณn de Houellebecq. Lo que se escucha al final es un escalofriante suspiro colectivo de alivio. Lo viejo ha quedado atrรกs; miren, lo nuevo ha llegado. Sea lo que sea.

Franรงois, el protagonista de Sumisiรณn, es un profesor de literatura en la Sorbona que se especializa en la obra de J. K. Huysmans, novelista del simbolismo. Como todos los protagonistas de Houellebecq, es lo que los franceses llaman un pauvre type. Vive solo en un moderno edificio de departamentos, imparte sus cursos pero no tiene amigos en la universidad y regresa a casa al encuentro de cenas congeladas, televisiรณn y pornografรญa. La mayorรญa de las veces consigue empezar una relaciรณn con una estudiante, que termina cuando la chica, durante las vacaciones de verano, le envรญa una carta que siempre arranca con que ha “conocido a alguien”.

Franรงois es un nรกufrago en el presente. No entiende por quรฉ sus alumnos tienen tanta impaciencia por hacerse ricos, o por quรฉ los periodistas y polรญticos son tan vacuos, o por quรฉ todos, como รฉl, se hallan tan solos. Cree que “solo la literatura puede dar esta sensaciรณn de contacto con otro espรญritu humano”, pero nadie mรกs comparte ese interรฉs. Su exnovia, Myriam, lo ama sinceramente pero รฉl no puede corresponderle, y cuando ella se va para reunirse con sus padres, que han emigrado a Israel porque no se sienten seguros en Francia, lo รบnico que Franรงois puede decir es: “Para mรญ no hay ningรบn Israel.” Las prostitutas, incluso cuando el sexo es excelente, solo agrandan el hoyo en el que Franรงois se encuentra hundido.

Estamos en 2022, en vรญsperas de la elecciรณn presidencial. Los observadores apuestan –entonces como ahora– que Marine Le Pen, del Frente Nacional, ganarรก la primera vuelta, con lo que obligarรก a los demรกs partidos a formar una coaliciรณn. La sorpresa es un partido nuevo, musulmรกn moderado (la Hermandad Musulmana), que atrae a una quinta parte del electorado, una cantidad similar a la que tienen los socialistas. El fundador y presidente del partido, Mohammed Ben Abbes –una mezcla de Tariq Ramadan y Recep Tayyip ErdoฤŸan antes de llegar al poder– es un hombre simpรกtico que se lleva bien con los dirigentes de las comunidades catรณlica y judรญa, quienes comparten sus posiciones conservadoras en el aspecto social, y tambiรฉn con las cรกmaras empresariales, a quienes agrada su defensa del crecimiento econรณmico. Los jefes de Estado extranjeros, con el papa a la cabeza, le han dado su bendiciรณn. Si consideramos que los musulmanes representan entre el seis y ocho por ciento de la poblaciรณn francesa, resulta poco creรญble que un partido asรญ alcance tanto peso dentro de diez aรฑos. Pero el experimento mental de Houellebecq se basa en una percepciรณn genuina: si la extrema derecha quiere deportar a los musulmanes, si los polรญticos conservadores los miran por encima del hombro y los socialistas, que los apoyan, quieren obligarlos a aceptar el matrimonio homosexual, ningรบn partido representa claramente sus intereses.

Franรงois se percata poco a poco del dramรกtico torbellino que hay a su alrededor. Escucha rumores de choques violentos entre grupos identitarios de extrema derecha (que existen en Francia) e islamistas radicales armados, pero los periรณdicos, preocupados por no sacudir el barco multicultural, han dejado de informar de esos hechos. En un coctel, Franรงois oye balazos a la distancia; los demรกs pretenden no haberse dado cuenta de nada y encuentran excusas para irse. ร‰l hace lo mismo.

Como se preveรญa, Le Pen gana la primera vuelta. Los socialistas y los conservadores de la Uniรณn por un Movimiento Popular no consiguen suficientes votos por su cuenta para derrotarlo. Deciden apoyar a Ben Abbes en la segunda vuelta y por un pequeรฑo margen Francia elige a su primer presidente musulmรกn. Ben Abbes permite que los otros partidos se repartan los ministerios, y solo reserva para la Hermandad Musulmana la cartera de Educaciรณn. A diferencia de sus socios en la coaliciรณn, entiende que el destino de una naciรณn depende de lo bien que se enseรฑen los valores fundamentales a los jรณvenes y de cรณmo se enriquezca su vida interior. No defiende el multiculturalismo y admira las exigentes escuelas republicanas en las que estudiรณ, y que Francia abandonรณ.

Salvo por lo que ocurre en los centros educativos, muy poco parece suceder al principio. Sin embargo, los meses siguientes Franรงois empieza por advertir pequeรฑos detalles, en el atuendo de las mujeres, por ejemplo. Aunque el gobierno no ha establecido un cรณdigo al respecto, en la calle รฉl ve menos faldas y vestidos y mรกs pantalones y blusas holgadas que esconden el contorno del cuerpo. Parece que las mujeres no musulmanas han adoptado por su cuenta este estilo para huir del mercado sexual que el propio Houellebecq ha descrito de manera escalofriante en novelas anteriores. Los รญndices de criminalidad juvenil descienden, y otro tanto ocurre con la tasa de desempleo cuando las mujeres, agradecidas por nuevos subsidios a las familias, dejan la fuerza laboral para atender a los hijos.

Franรงois cree vivir el desarrollo de un nuevo modelo social inspirado por una religiรณn de la que sabe muy poco y que –asรญ lo imagina– pone la familia polรญgama en su centro. Los hombres tienen distintas esposas para el sexo, el cuidado de los niรฑos y el afecto; las mujeres recorren todas estas etapas a medida que envejecen, pero en ningรบn momento tienen por quรฉ preocuparse de ser abandonadas. Siempre estรกn rodeadas de sus hijos, quienes a su vez tienen muchos hermanos y se saben amados por sus padres, para los que no existe la perspectiva del divorcio. Franรงois, quien vive solo y ha perdido contacto con sus padres, queda impresionado. Su fantasรญa (y quizรก la de Houellebecq) no es en realidad el imaginario colonial del harรฉn lleno de sensualidad, sino que se halla mรกs cerca de lo que los psicรณlogos llaman la “novela familiar”.

La universidad es otra historia. Con la llegada de la Hermandad Musulmana al poder, Franรงois, al igual que otros profesores que no son musulmanes, se retira prematuramente con una pensiรณn completa. Satisfechos por el dinero, indiferentes o temerosos, los docentes no protestan. Se pone una media luna en lo alto de la entrada de la Sorbona; en las paredes de los despachos universitarios, antes de aspecto triste y ahora restaurados con dinero de los jeques del Golfo, se colocan imรกgenes de la Kaaba. La Sorbona –cavila Franรงois– ha regresado a sus raรญces medievales, a los tiempos de Abelardo y Eloรญsa. El nuevo rector, que sustituyรณ a la especialista en estudios de gรฉnero que habรญa estado al frente de la instituciรณn, busca atraer a Franรงois de vuelta con la oferta de un mejor puesto y un sueldo tres veces mayor, a cambio de una conversiรณn formal. Franรงois responde cortรฉsmente que no tiene intenciรณn de pasar por eso.

Su mente se halla en otra parte. Desde la partida de Myriam, se ha hundido en un punto de desesperaciรณn desconocido incluso para sรญ mismo. Luego de pasar solo, otra vez, el Aรฑo Nuevo, una noche comienza a llorar sin razรณn aparente, y no puede parar. Poco despuรฉs, presumiblemente por motivos de su trabajo de investigaciรณn, decide permanecer algรบn tiempo en la abadรญa benedictina del sur de Francia donde su hรฉroe J. K. Huysmans viviรณ sus รบltimos aรฑos, luego de abandonar su vida disoluta en Parรญs y de convertirse al misticismo catรณlico en su madurez.1

Houellebecq ha declarado que en un principio su novela se iba a referir a la lucha de un hombre, en lรญneas generales basada en la de Huysmans, por acoger el catolicismo despuรฉs de haber agotado todo lo que el mundo moderno tenรญa por ofrecer. Se llamarรญa La conversiรณn y el islam nada tenรญa que ver en ella. Pero no logrรณ que la idea del catolicismo funcionara para รฉl, y la experiencia de Franรงois en la abadรญa se parece a la del propio Houellebecq como escritor, en un registro cรณmico. Solo dura dos dรญas ahรญ porque los sermones le suenan pueriles, el sexo es un tabรบ y no le permiten fumar. Asรญ, se dirige al pueblo de Rocamadour, en el suroeste francรฉs, el impresionante “alcรกzar de la fe” adonde los peregrinos en la Edad Media acudรญan a venerar la estatua de una Virgen negra ubicada en la basรญlica. Franรงois queda encantado y regresa, sin saber bien por quรฉ, a ver la estatua, hasta que:

Yo mismo me sentรญa dispuesto a perderme […] a fin de cuentas me hallaba en un estado extraรฑo, la Virgen me parecรญa subir, ascender de su zรณcalo y crecer en la atmรณsfera, el Niรฑo Jesรบs parecรญa dispuesto a soltarse de ella y se me antojaba que ahora le bastarรญa alzar el brazo derecho y los paganos y los idรณlatras serรญan destruidos y se le entregarรญan las llaves del mundo […]

Pero cuando esto termina Franรงois atribuye la experiencia a la hipoglucemia; vuelve al hotel por un confit de canard y para tomar un descanso. Al dรญa siguiente, no puede repetir lo que ha pasado. Despuรฉs de estar media hora sentado, tiene frรญo y regresa a su automรณvil para dirigirse a casa. Cuando llega, se entera a travรฉs de una carta que en su ausencia su madre, de la que estaba distanciado, ha fallecido. La han enterrado en una fosa comรบn.

Es en estas condiciones que Franรงois se topa con el rector de la universidad, Robert Rediger. Finalmente acepta su invitaciรณn a charlar. Rediger es la creaciรณn ficcional mรกs imaginativa de Houellebecq: en parte Mefisto, en parte Gran Inquisidor, en parte vendedor de zapatos (¡te quedan muy bien!), sus parlamentos son psicolรณgicamente brillantes y sin embargo, tambiรฉn, por entero transparentes. Su nombre es una referencia macabra a Robert Redeker, un desventurado profesor de filosofรญa que recibiรณ amenazas creรญbles de muerte tras publicar un artรญculo en Le Figaro en 2006 donde definรญa el islam como una religiรณn de odio, violencia y oscurantismo. Desde entonces, ha vivido bajo una protecciรณn policial constante. (Ni que decir tiene que ningรบn periodista se puso un botรณn de Je suis Robert para mostrarle apoyo.) El rector Rediger es exactamente su opuesto: un zalamero que redacta libros sofisticados donde defiende la doctrina islรกmica, y que ha subido en los rangos acadรฉmicos gracias a la adulaciรณn y el trรกfico de influencias. Es su cinismo el que, al final, hace posible la conversiรณn de Franรงois.

Para tender la trampa, Rediger arranca con una confesiรณn. En su รฉpoca de estudiante รฉl formรณ parte de la derecha catรณlica radical, aunque se pasaba el tiempo leyendo a Nietzsche mรกs que a los padres de la Iglesia. La Europa laica y humanista le desagradaba: en la dรฉcada de 1950 habรญa aceptado perder sus colonias por debilidad de carรกcter, y en los sesenta habรญa generado una cultura decadente que pedรญa a las personas que buscaran la felicidad como individuos en libertad, en vez de exigir que cumplieran con su obligaciรณn, que era tener familias grandes que fueran a misa. Incapaz de multiplicarse, Europa abriรณ entonces las puertas a una inmigraciรณn a gran escala procedente de los paรญses musulmanes, รกrabes y negros, y ahora las calles de las ciudades francesas parecรญan zocos.

Integrar a esas personas no fue nunca una opciรณn; el islam no se disuelve en agua, mucho menos en escuelas ateas y republicanas. Si Europa quiere recuperar su sitio en el mundo –pensaba–, serรก รบnicamente expulsando a estos infieles y regresando a la verdadera fe catรณlica. (Los sitios web de grupos franceses identitaires de la extrema derecha estรกn llenos de este tipo de razonamientos, si se les puede llamar asรญ, y los paralelismos con el islamismo radical, que Houellebecq subraya a lo largo del libro, saltan a la vista.)

Rediger llevรณ este modo de pensamiento un paso mรกs lejos que los catรณlicos xenรณfobos. En determinado momento no pudo pasar por alto que el mensaje de los islamistas coincidรญa con el suyo. Ellos tambiรฉn idealizaban la vida piadosa, sencilla y sin cuestionamientos, y despreciaban la cultura moderna y la Ilustraciรณn que la habรญa engendrado. Creรญan en la jerarquรญa dentro de la familia, con las esposas y los hijos cumpliendo la funciรณn de servir al padre. Igual que รฉl, odiaban la diversidad (especialmente la diversidad de opiniรณn) y veรญan la homogeneidad y las altas tasas de natalidad como sรญntomas de la buena salud de una civilizaciรณn. Y se estremecรญan con el eros de la violencia. Lo รบnico que los diferenciaba era que ellos rezaban sobre tapetes y รฉl lo hacรญa frente a un altar. Cuanto mรกs reflexionaba, mรกs tenรญa que admitir que en verdad las civilizaciones europea e islรกmica no eran comparables. Desde cualquier punto de vista realmente valioso, la Europa poscristiana agonizaba y el islam florecรญa. Si Europa tenรญa futuro, serรญa un futuro islรกmico.

Asรญ, Rediger decidiรณ pasarse al bando ganador. La victoria de la Hermandad Musulmana demostrรณ que tenรญa razรณn. Como le dice a Franรงois un antiguo miembro de los servicios secretos especializado en el islam, Ben Abbes no es un islamista radical que sueรฑe con restaurar un califato retrรณgrado en las arenas del Levante sino un europeo moderno, pero sin sus defectos, y esta es la razรณn de su รฉxito. Su ambiciรณn es igual a la del emperador Augusto: unificar de nuevo el gran continente y expandirse por el norte de รfrica, creando una formidable fuerza cultural y econรณmica. Despuรฉs de Carlomagno y Napoleรณn (y Hitler), Ben Abbes entrarรญa en la historia de Europa como su primer conquistador pacรญfico. El imperio romano durรณ siglos, el cristiano un milenio y medio. En el futuro lejano, los historiadores verรญan que la modernidad europea solo fue una desviaciรณn insignificante, de doscientos aรฑos de duraciรณn, en el eterno flujo y reflujo de las civilizaciones fundamentadas en credos religiosos.

Esta profecรญa spengleriana deja a Franรงois impertรฉrrito. Sus preocupaciones son prosaicas: quiere saber, por ejemplo, si รฉl mismo puede elegir a sus esposas. Aun asรญ, algo le impide rendirse. En cuanto a Rediger, entre sorbos a un buen Meursault y mientras una de sus tres esposas, una quinceaรฑera vestida de Hello Kitty, les lleva bocadillos, da el tiro de gracia. Mientras de fondo se escucha mรบsica prohibida, defiende el Corรกn aludiendo (en un toque brillante caracterรญstico de Houellebecq) a la novela sadomasoquista de Dominique Aury, La historia de O.

La lecciรณn de O –le cuenta a Franรงois– es exactamente la misma que la del libro sagrado: que “la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisiรณn mรกs absoluta”, de los hijos a los padres, de las mujeres a los hombres y de los hombres a Dios. A cambio, uno recibe la vida en todo su esplendor. Puesto que el islam, a diferencia del cristianismo, no ve a los seres humanos como peregrinos en un mundo ajeno y caรญdo, no plantea en consecuencia ninguna necesidad de escapar de รฉl, o de rehacerlo. El Corรกn es un inmenso poema mรญstico en alabanza al Dios, que creรณ el mundo perfecto en que nos encontramos, y enseรฑa cรณmo alcanzar la felicidad a travรฉs de la obediencia. La palabra libertad es solo sinรณnimo de desdicha.

Asรญ es como Franรงois se convierte, en una ceremonia breve y modesta en la Gran Mezquita de Parรญs. Lo hace sin alegrรญa ni tristeza. Siente un alivio similar al que se imagina que habrรก sentido su amado Huysmans al convertirse al catolicismo. Las cosas cambiarรกn. Va a conseguir esposas para no preocuparse mรกs por el sexo o el amor; tendrรก finalmente quien se encargue de รฉl. La llegada de los niรฑos le exigirรก un ajuste pero aprenderรก a amarlos y ellos, naturalmente, amarรกn a su padre. Dejar de beber serรก mรกs difรญcil pero le quedarรกn aรบn el tabaco y el sexo. ¿Por quรฉ no? Su vida estรก agotada, y tambiรฉn la de Europa. Es hora de una nueva vida: cualquier vida.

El pesimismo en la cultura es tan viejo como la cultura misma, y tiene una larga historia en Europa. Hesรญodo pensaba que vivรญa en una edad de hierro; Catรณn el Viejo culpaba a la filosofรญa griega de corromper a la juventud; San Agustรญn seรฑalรณ la decadencia pagana como la responsable del colapso de Roma; los reformadores protestantes creรญan hallarse en medio de la Gran Tribulaciรณn; los legitimistas franceses culpaban a Rousseau y a Voltaire de la Revoluciรณn; y hasta hace poco todos acusaban a Nietzsche del estallido de las dos guerras mundiales. Sumisiรณn es una novela clรกsica del pesimismo cultural europeo, y pertenece a la misma categorรญa en la que pondrรญamos La montaรฑa mรกgica de Thomas Mann y El hombre sin atributos de Robert Musil.

Los paralelismos son reveladores. Los protagonistas de las tres novelas presencian el colapso de una civilizaciรณn a la que son indiferentes y cuya degradaciรณn los deja a la deriva. Atrapados por la historia, Hans Castorp, el personaje de Mann, y Ulrich, el de Musil, no tienen medios para escapar salvo a travรฉs de la trascendencia. Tras escuchar debates irresolubles sobre la libertad y la sumisiรณn en su sanatorio suizo, Hans se enamora de una Beatriz tuberculosa y tiene una experiencia mรญstica al perderse en la nieve. Ulrich es un observador cรญnico de la esclerรณtica Viena de los Habsburgo hasta que su hermana regresa a su vida y รฉl empieza a tener indicios de “otra condiciรณn”, igualmente mรญstica, para la humanidad. Houellebecq impide esta ruta vertical de escape a Franรงois, cuya experiencia en Rocamadour puede leerse como una parodia de las epifanรญas de Hans y Ulrich, un fracaso tragicรณmico a la hora de elevarse. Lo รบnico que queda es la sumisiรณn a la fuerza ciega de la historia.

No hay duda de que Houellebecq quiere que veamos el colapso de la Europa moderna y el ascenso de una Europa islรกmica como una tragedia. “Significa el fin –dijo en una entrevista– de lo que es, quand mรชme, una civilizaciรณn antigua.” Pero ¿eso hace de Sumisiรณn una novela islamรณfoba? ¿Retrata acaso el islam como una religiรณn negativa? Esto depende de lo que uno considere una “religiรณn positiva”. La Hermandad Musulmana en esta novela no tiene nada que ver con los mรญsticos sufรญes, con los miniaturistas persas o con la poesรญa de Rumi, citados a menudo como ejemplos del islam “verdadero”, frente al salafismo radical y el islam imaginario de los intelectuales no musulmanes que al reflexionar sobre el tema trazan una analogรญa con la Iglesia catรณlica (como ocurre en Francia) o con la fe introspectiva del protestantismo (asรญ sucede en el norte de Europa y Estados Unidos). El islam aquรญ es una fuerza social extranjera, inherentemente expansiva, un imperio in nuce. Es pacรญfico, ciertamente, pero no tiene interรฉs en transigir ni en ampliar el campo de la libertad. Desea formar mejores seres humanos, aunque no sean mรกs libres.

Los crรญticos de Houellebecq califican la novela de antimusulmana porque asumen que la libertad individual es el mรกs alto de los valores humanos, y estรกn convencidos de que la tradiciรณn islรกmica concuerda con esta postura. No lo hace, y Houellebecq tampoco. El islam no es el blanco de Sumisiรณn –independientemente de lo que Houellebecq piense sobre esta fe–, pues sirve mรกs bien como un recurso para expresar una preocupaciรณn europea muy persistente: que la bรบsqueda monomaniaca de la libertad –libertad frente a la tradiciรณn y la autoridad, libertad para perseguir los propios fines– ha de conducir inevitablemente al desastre.

La novela que lo consagrรณ, Las partรญculas elementales, se centra en dos hermanos con heridas psรญquicas insoportables producto del abandono en que sus padres, hippies narcisistas tรญpicos de los aรฑos sesenta, los dejaron. Pero con cada nueva novela resulta mรกs evidente que para Houellebecq el punto de inflexiรณn, el momento histรณrico crucial, se produjo mucho antes, al comienzo de la Ilustraciรณn. Los atributos que el autor proyecta en el islam no son muy diferentes de los que la derecha religiosa desde la Revoluciรณn francesa adjudica al cristianismo premoderno: familias fuertes, educaciรณn moral, orden social, un sentido de pertenencia, una muerte con significado y, sobre todo, la voluntad de persistir como cultura. Y muestra una autรฉntica comprensiรณn real hacia quienes –desde los identitarios radicales de la extrema derecha hasta los islamistas radicales– desprecian el presente y sueรฑan con dar marcha atrรกs en la historia para recuperar lo que, consideran, se ha perdido.

Todos los personajes de Houellebecq buscan un escape, normalmente en el sexo, ahora en la religiรณn. La posibilidad de una isla, una novela publicada en 2005, transcurre en un futuro muy distante, cuando la biotecnologรญa ha hecho posible suicidarse apenas la vida se vuelve intolerable, para despuรฉs ser refabricado en forma de clon sin recuerdos de nuestros estados previos. Eso, para Houellebecq, serรญa el mejor de los mundos posibles: la inmortalidad sin la memoria. Europa en 2022 tiene que encontrar otra vรญa de escape del presente, y la palabra “islam” resulta ser el nombre del siguiente clon.

A pesar de las circunstancias extraordinarias en que Sumisiรณn se publicรณ, y los usos que en Francia le darรกn la izquierda (“¡islamofobia!”) y la derecha (“¡suicidio cultural!”), Michel Houellebecq no tiene nada que decir sobre cรณmo los paรญses europeos deberรญan lidiar con sus ciudadanos musulmanes o responder al terror fundamentalista. No se le nota enojado, no tiene un programa y no les estรก enseรฑando los puรฑos a los traidores responsables del suicidio de Francia, como sรญ lo hace ร‰ric Zemmour en Le suicide franรงais. Mรกs allรก de que Houellebecq tiene una gran perspicacia para retratar la cultura contemporรกnea –cรณmo amamos, trabajamos y morimos–, el enfoque de sus novelas se encuentra siempre en la longue durรฉe de la historia. Parece creer con sinceridad que Francia ha perdido, de forma lamentable e irreparable, la conciencia de sรญ misma, pero no debido a la inmigraciรณn o a la Uniรณn Europea o a la globalizaciรณn. Estos son solo sรญntomas de una crisis que arrancรณ hace dos siglos cuando los europeos le hicieron una apuesta a la historia: que, cuanto mรกs extendiรฉramos la libertad humana, mรกs felices serรญamos. Para รฉl, esta apuesta se ha perdido. Asรญ, el continente se halla sin rumbo, susceptible de una tentaciรณn mรกs antigua: someterse ante quienes aseguran hablar en nombre de Dios, que permanece tan distante y silencioso como siempre. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Geney Beltrรกn Fรฉlix.

Publicado originalmente en The New York Review of Books.

 

 

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(Detroit, 1956), renombrado ensayista, historiador de las ideas y profesor de la Universidad de Columbia, es colaborador frecuente de The New York Review of Books y The New York Times. Su libro mรกs reciente es El regreso liberal. Mรกs allรก de la polรญtica de la identidad (Debate, 2018).


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