Tal vez no sea tarde para verlo, me dije.
Y viajé lejos,
en ferry hasta las islas, en el Anna Marú,
y te vi como asceta,
vencido entre las latas y los yates del Egeo.
Eras un pulpo
mitad Gorgona y mitad Jano,
más confuso que horrible,
oculto en la mazmorra del bajío.
Ni parecías ya la imagen clara
de la que habló Seferis:
un mito fantasmal, apenas entrevisto,
cuando cruzó el abismo por los fondos brillantes.
Te contemplé en Egina,
reseco al sol, crucificado,
como en un Gólgota para turistas.
He viajado y te he visto
cautivo en las vitrinas de un museo.
Al fin comprendo
lo esquivo y la congoja de tus ojos:
acaso son los mismos de Odiseus,
de lánguido mirar ante su reino
perdido en estas épocas modernas.
Que no me paralice la belleza
en que fueran pintados tu esplendor y misterio
ahora que de nuevo
sorprendo en un jarrón
tu orgulloso dibujo. ~