El poema
Quizรกs este es el poema de Chumacero que antologarรญa:
Muerte Del HombreSi acaso el รกngel desplegara
la sรกbana final de mi agonรญa
y levantara el sueรฑo que me diste, oh vida,
un sueรฑo como ave perdida entre la niebla,
igual al pez que no comprende
la ola en que navega
o el peligro cercano con las redes;
si acaso el รกngel frente a mรญ dijera
la ultima palabra,
la decisiรณn mortal de mi destino
y plegando las alas junto a mi cuerpo hablara,
como cuando el rocรญo desciende lento hacia la rosa
al dar el primer paso la maรฑana,
ya mirarรญa en mi sangre
el negro navegar, la noche incierta,
el pรกjaro que sufre sin sus alas
y la mรกs grave lentitud: la muerte.
Aun cerca de la รญntima agonรญa
estรกs, oh muerte, clara como espejo;
mรกs abierta que el mar,
mรกs segura que el aire que entrรณ por la ventana,
mรกs mรญa y mรกs ajena
por mi sangre y mis brazos
en esta soledad.
Estรกs tan fรฉrtil como niรฑo
que, angustiado, llora antes de ser,
entre la sangre siendo
y por la piel mรกs vivo que la piel;
te llevo como รกrbol, tierra y cauce,
y eres la savia pura,
la flor, la espuma y la sonrisa,
eres el ser que por mi sangre es
como la estrella รบltima del cielo.
Si acaso el รกngel sigiloso abriera la ventana
te mirarรญa salir interminablemente
como un tiempo cansado
hacia su sombra vuelto,
como quien frente al mundo se pregunta:
ยฟEn quรฉ lugar estรก mi soledad?
Si acaso el รกngel me mirara,
abierta ya la niebla de mi carne,
sin nubes, sin estrellas,
sin tiempo en que mecer la luz de mi agonรญa,
encontrarรญa tan sรณlo a ti, oh muerte,
llevรกndome a tu lado, fiel;
te encontrarรญa tan sola a ti, sin mรญ,
ya sin cuerpo ni voz,
sin angustia ni sueรฑos,
te hallara entonces pura, oh muerte mรญa.
Dos momentos
Chumacero me calificรณ dos veces. En 1984 terminรฉ una investigaciรณn titulada โรndices de la revista Contemporรกneos (1928-1931)โ que, ademรกs de los รญndices analรญticos, tenรญa un estudio preliminar sobre el grupo de poetas que la habรญa creado. Le fui a entregar el libro al director del Instituto de Investigaciones Filolรณgicas, el Dr. Rubรฉn Bonifaz Nuรฑo, que lo hojeรณ someramente y me dio las gracias. Le preguntรฉ si serรญa posible publicarlo en la UNAM y me dijo que no, que el instituto no estaba en condiciones, pero que si encontraba yo algรบn editor fuera de la UNAM que se interesase, la UNAM no opondrรญa obstรกculo alguno. La reuniรณn no durรณ mรกs de tres minutos.
Salรญ de su oficina bastante ofuscado, pues la UNAM me habรญa contratado (a medio tiempo) para hacer ese estudio especรญfico y, sobre todo, porque era evidente que la Coordinaciรณn de Humanidades publicaba libros a (literalmente) lo bestia, incluyendo algunos escritos e ilustrados por parientes de sus funcionarios, una especie de biblionepotismo. Rumbo mi cubรญculo me topรฉ con mis queridos amigos Ernesto Mejรญa Sรกnchez y Tito Monterroso y les contรฉ lo que habรญa pasado. Tito tomรณ el trabajo y sentenciรณ que era un libro descomunal. Y, en efecto, no se necesitaba su amor a la brevedad para percatarse de su extensiรณn ofensiva (unas 900 pรกginas en tres tomos). Mejรญa y Tito me recomendaron llevarlo al Fondo de Cultura Econรณmica (FCE).
Me pareciรณ que serรญa una osadรญa hollar siquiera ese edificio que, en ese tiempo, se me antojaba tierra santa. Pero me armรฉ de valor, me presentรฉ y dije que deseaba proponer un libro. Lo recibieron, tomaron mis datos, le asestaron un sello a la portadilla y me dijeron que se comunicarรญan conmigo.
Un par de meses mรกs tarde llamaron y me dieron cita para una semana despuรฉs (la mรกs larga de mi vida). Me condujeron a una oficina que resultรณ ser la del director, don Jaime Garcรญa Terrรฉs. Ya he contado el pasmo que me produjo estar ante el poeta que, con la pipa en la boca, hojeaba mi manuscrito en su trinchera de diccionarios y pruebas de imprenta. Me dijo que el FCE estaba interesado en publicarlo, pero sรณlo el estudio preliminar. Alcancรฉ a balbucear si estaba hablando en serio. Tomรณ un par de cuartillas y me leyรณ dos pรกrrafos. El primero decรญa que habรญa algunos errores de fรกcil correcciรณn y el segundo declaraba que el libro debรญa contratarse.
El libro, que se llama Los Contemporรกneos ayer (tรญtulo que propuso Adolfo Castaรฑรณn), apareciรณ en la colecciรณn โVida y pensamiento de Mรฉxicoโ y fue un placer acatar las correcciones que propuso Chumacero. (El resto del libro, los รญndices de la revista, aparecerรญan mรกs tarde publicados por la UNAM, en la colecciรณn de รญndices de revistas mexicanas literarias modernas.) Tiempo mรกs tarde me enterรฉ โa pesar de la reserva en que se tiene a los dictaminadoresโ de que su autor habรญa sido Chumacero.
Tres aรฑos mรกs tarde, en 1988, el FCE me encargรณ hacer โcon bastante prisaโ una biografรญa de Ramรณn Lรณpez Velarde, cuyo centenario se acercaba. Redactรฉ velozmente un libro que se llama Un corazรณn adicto: la vida de Ramรณn Lรณpez Velarde. Al aรฑo siguiente le dieron el premio Xavier Villaurrutia, junto a uno de Carmen Boullosa. El dรญa de la ceremonia Carmen y yo dijimos nuestros discursos y Chumacero leyรณ el acta de premiaciรณn en su carรกcter de jurado y miembro de la Sociedad Alfonsina. Cuando me entregรณ el diploma, Chumacero me dio un abrazo fuerte, inesperadamente cรกlido, y me dijo al oรญdo โbuen libro, muchacho, buen libroโ.
Sentรญ que, por segunda vez, don Alรญ me habรญa armado caballero.
Aeternum vale.