Durante el siglo XVII, las élites europeas deseaban fervientemente las sedas y especias que venían de tierras lejanas, sin embargo, el transporte de estas delicadas mercaderías asiáticas era extremadamente azaroso como consecuencia de las inclemencias del tiempo y la piratería y aunque las ganancias eran muy atractivas los riesgos eran aún mayores.
Por otro lado, las inversiones necesarias para tirar barcos a alta mar eran muy elevadas incluso para las más familias adineradas, pero a alguien se le ocurrió, por ejemplo: ¿por qué arriesgar todo nuestro patrimonio y prestigio por una aventura?, ¿será posible limitar el riesgo?, ¿podríamos compartir el riesgo y los beneficios con otras personas? Atendiendo a esas preguntas surgió la primera empresa pública: la Vereenigde Nederlandsche Geoctroyeerde Oostindische Compagnie (Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales Unidas) que permitió a los Países Bajos, durante casi 200 años tener un flujo constante de especias y bienes suntuarios de la época entre el Cabo de Buena Esperanza (donde se concentraban las mercaderías provenientes de Irán, Indonesia, Bangladesh, Sri Lanka, Tailandia e India) y los Países Bajos (Ferguson, 2008).
Al día de hoy, las empresas que deciden salir a cotizar en un mercado de valores persiguen los mismos intereses que aquella compañía neerlandesa: obtener recursos financieros para una gran empresa (por ejemplo una sociedad que desee cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores debe tener cuando menos un capital social de cuando menos 20 millones de Unidades de Inversión, algo así como de 91 millones de pesos como mínimo) mediante la convocatoria de inversionistas dispuestos a compartir riesgos y ganancias. A cambio las empresas que reciben estos recursos deben estar dispuestas a divulgar periódicamente la información financiera relevante de la sociedad, auditarla con un tercero independiente y con ello garantizar que se está haciendo buen uso de los recursos.
El camino para convertir la idea de un emprendedor en una empresa que cotice en una bolsa de valores es largo. A la bolsa llegan empresas maduras, con un modelo de negocios probado y capacidad de cumplir con una gran cantidad de requerimientos regulatorios como contar con un área específica para mantener la relación con los inversionistas, cuadros directivos con una capacidad de gestión probada, ejércitos de abogados, consultores y auditores.
¿Tiene sentido salir a buscar dinero en la bolsa de valores? Cuando estamos hablando de iniciativas que demandan gran cantidad de recursos financieros, resulta probable que la bolsa sea la única manera de obtener esos recursos. Sin los recursos del público inversionista la empresa que fabricó la computadora desde la que escribo (Hewlett Packard), la que elaboró mi reproductor de música (Apple) y hasta la que produjo la bebida que consumo (prefiero omitir la marca) difícilmente existirían. El mundo como lo conocemos sería imposible de sostener sin los recursos que se canalizan a través de las bolsas de valores a las empresas. ¿Exagero? Juzguen ustedes mismos. De acuerdo con el ranking mundial 2010 de las 50 empresas más innovadoras de Business Week, solamente 3 no cotizan en bolsa. De la lista de las 100 marcas más valiosas del mundode la Consultora en Branding Corporativo Millward Brown, todas cotizan en la bolsa.
Sin embargo, en México el reducido tamaño de nuestra Bolsa Mexicana de Valores (BMV) dificulta el “levantamiento” de dinero a través de ella, debido a que su capitalización mercado, como porcentaje del Producto Interno Bruto, es de 21.4% contra el 37.4 % de Brasil, 64.6% de China o el 55.7% de la India. (WorldBank, 2010). Lo que se traduce en que en un año el mercado de valores mexicano representa 232,859 miles de millones de dólares contra los 589,106 de Brasil, los 2,790,912 de China y los 645,658 de la India.
Es decir, hay poco dinero y por ello observamos una baja actividad en la colocación de acciones en la bolsa mexicana. Hay 136 sociedades que cotizan en el mercado de la Bolsa Mexicana de Valores. Veinte de ellas se incorporaron en los últimos 5 años; de estas, dos (Santander y Fresnillo) son empresas extranjeras cotizando en el mercado local, otras 2 son empresas medianas que colocaron valores bajo la figura de Sociedad Anónima Promotora de Inversión (Monex y Proteak) y las 16 restantes son empresas grandes que bien pudieron surgir de escisiones como la de Telmex México y Telmex Internacional (otros 3 casos) y de colocaciones primarias (cuando se vende en el mercado de valores una serie de acciones por primera vez) como es el caso de Genoma Lab o Sports World.
Pese a que el mercado de valores en México es pequeño comparado con el de otras economías emergentes, los empresarios deberían considerarlo como una fuente para la obtención de recursos frescos con los cuales potenciar el crecimiento de sus negocios. Existen casos notables de empresas mexicanas que han sabido aprovechar el capital obtenido de las diferentes bolsas de valores como Cemex, la tercera cementera del mundo, Bimbo una de las empresas de panificación más importantes del planeta y que recientemente adquirió parte de los activos de Sara Lee en Estados Unidos.
es asesor financiero, Gerente de la Practica Financiera de Visionaria.