“Soy de Virginia pero nací en Morelos.”
“Soy del DF pero vivo en Nueva York."
La semana pasada 22 mexicanos que no habían vuelto al país desde que cruzaron la frontera cuando eran niños, llegaron al Aeropuerto Benito Juárez. Este grupo de jóvenes es el segundo que viene a México como parte de una serie de visitas organizadas por la Secretaría de Relaciones Exteriores (esta vez con el apoyo de la US-Mexico Foundation). El objetivo del gobierno es estrechar lazos con la nueva generación de líderes migrantes en Estados Unidos y darles la oportunidad de “reencontrarse con su país”.
Los “Dreamers” (soñadores) –el nombre que generalmente se usa para referirse a los jóvenes indocumentados que crecieron en Estados Unidos, aunque muchos no están de acuerdo con el término— pudieron viajar a México por primera vez en años gracias al programa de acción diferida, que desde 2012 los protege de la deportación. La acción diferida incluye la posibilidad de que los beneficiarios soliciten permisos para viajar fuera del país (advance parole) y puedan reingresar a Estados Unidos con el mismo estatus.
“Finalmente estoy aquí, pero tengo miedo de no poder regresar a Estados Unidos."
Siempre han vivido con miedo a la deportación, a la separación de sus familias y a las puertas que se les cierran por su estatus migratorio. Pero llegar a México abrió otros miedos: miedo a encontrarse con familiares de quienes no se acordaban, miedo a no poder separarse otra vez de hermanos o padres que fueron deportados, miedo a no poder comunicarse en español, miedo a no pertenecer, no ser de aquí ni de allá.
Estar en México también les dio otra perspectiva sobre sus miedos. De los Dreamers deportados con los que se encontraron durante su visita aprendieron el miedo a no tener la opción de regresar a Estados Unidos. Sobre la situación de los luchadores sociales en México concluyeron: “A mí me pueden deportar por mi activismo. Pero a los activistas en México los pueden matar. Ellos son los que verdaderamente se están arriesgando”.
“Durante este viaje no voy a poder ver a mi familia porque viven lejos de aquí, pero me siento acompañada porque ustedes son mi familia."
De este grupo de 16 mujeres y 6 hombres solo unos cuantos se conocían antes de la visita, pero desde que llegaron a México se identificaron como parte de una comunidad: “Mi comunidad es la indocumentada”.
Hablan el mismo lenguaje. Con chasquidos de dedos expresan su apoyo cuando uno dice algo con lo que están de acuerdo o cuando alguien comparte algo sensible; se comunican en inglés, español y espanglish; y no se conforman con haber sido invitados a sentarse en la mesa con gobierno y sociedad civil. Cuestionan, critican, buscan algo concreto: ¿cuál es nuestro papel en México?¿qué esperan de nosotros? ¿qué podemos hacer desde nuestro lugar? ¿qué podemos aportar a partir de nuestras experiencias a un país que apenas estamos conociendo, a un país del que nuestros padres huyeron?
(Continuará…)
es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.