En las salas de espectáculos a oscuras se indican discretamente las salidas con letreros luminosos que dicen Exit. ¿Por qué en inglés? Porque son importados.
Exit, según el Oxford English dictionary, es una palabra latina adoptada en el teatro isabelino para indicar que un personaje sale de escena, por ejemplo: Exit Hamlet. Es la tercera persona singular del verbo exire (salir): ex (fuera), ire (ir). En español, la indicación es Sale o Mutis.
De exire derivaron exir (salir) en español, que ya no se usa, y exir (salir) en portugués, que es anticuado (según el Dicionário Houaiss da língua portuguesa). La palabra latina exitus (salida) es una flexión de exire.
Según el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas, éxito, ejido y forajido derivaron de exitus. Según el Diccionario de la Real Academia Española (edición 23): ejido es el “campo común de un pueblo, lindante con él, que no se labra, y donde suelen reunirse los ganados o establecerse las eras”. A su vez, era es el “espacio de tierra limpia y firme, algunas veces empedrado, donde se trillan las mieses”. Y trillar es “quebrantar la mies tendida en la era, y separar el grano de la paja”.
En México, ejido es también una forma de propiedad social de tierras, aguas y bosques en las afueras de un poblado, concedida a los campesinos sin tierras por el Estado de manera condicionada, para su explotación en parcelas generalmente individuales (Diccionario jurídico mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam). La Academia no registra este significado, pero sí los mexicanismos ejidal y ejidatario. (Al inventar ejidatario, quizá pesaron prestatario y arrendatario. Habría sido mejor ejidario.)
forajido (contracción de fora exido, salido afuera) es “dicho de una persona: delincuente que anda fuera de poblado, huyendo de la justicia”. Es otra forma de llamar al bandido, que no es, como parecería, el miembro de una banda, sino el proscrito por bando, que tiene que irse del pueblo y vivir en despoblado, donde acaba como salteador de caminos.
éxito es el “resultado feliz de un negocio, actuación, etc.”, la “buena aceptación que tiene alguien o algo” y también, aunque poco usado, el “fin o terminación de un negocio o asunto”. Este último significado fue el primero.
Según Corominas, éxito era simplemente el desenlace de una acción, y por eso Leandro Fernández de Moratín (siglo XVIII) pudo hablar de un éxito infeliz. Señala también que en Argentina se habla de buen éxito. Estos usos implican que éxito era neutral, no necesariamente bueno o malo, y por eso había que adjetivarlo.
En Google hay unas 3,000 páginas de “éxito infeliz” (casi todas de otros siglos), 35,000 de “mal éxito”, 250,000 de “buen éxito” y 31 millones de “éxito”. De hecho, el uso simple de éxito como desenlace positivo acabó imponiéndose, y ahora es ante todo lo contrario de fracaso.
En portugués, según Houaiss, el primer significado de éxito es neutral (“resultado final, consecuencia, efecto”), pero el segundo es “resultado satisfactorio, feliz, bom sucesso”. Se observa lo mismo (un primer significado neutral) para success en inglés y succès en francés, según el Oxford y Le Grand Robert de la langue française.
Pero hay una diferencia importante en español para suceso. En sí no tiene significados positivos. Los tiene neutros: “cosa que sucede, especialmente cuando es de alguna importancia”, “resultado, término de un negocio”; y negativos: “hecho delictivo”, “accidente desgraciado”. En cambio, sucesso en portugués, succès en francés y success en inglés no tienen significados negativos: son neutros o positivos.
Que se perdiera la adjetivación de éxito es un hecho lingüístico que refleja un cambio cultural. El único desenlace aceptable en la cultura del progreso es el positivo. No cabe el éxito infeliz.
Durante milenios, el fracaso y lo irremediable fueron parte de la vida normal. La sabiduría (religiosa o no) consistía en aceptarlo, y la creatividad personal y social no pretendía remediar lo irremediable, sino superarlo de otra manera: creando formas de darle sentido.
En la cultura del progreso, esto se fue volviendo difícil, cuando no indebido. El éxito es ahora una religión, cuyo primer mandamiento fue proclamado en 1953 por el coach Red Sanders, arengando a su equipo de futbolistas: Winning isn’t everything; it’s the only thing (hay página de la Wikipedia con este título). Precisamente lo contrario del ideal deportivo proclamado por Pierre de Coubertin, al restaurar la tradición de los juegos olímpicos en 1894: Lo importante es la alegría del juego. No ganar, sino competir.
Sobre las paradojas de la nueva religión, en la cual ya no importa la alegría de las cosas bien hechas, sino el puntaje y la calificación, escribí hace tiempo:
EL ÉXITO
Ganó un concurso de caligrafía y le tocó de premio una
[máquina de escribir.
Tenía tan buena mano que pedían ver su cara.
Les gustaba cómo escribía: por eso lo invitaban a hablar.
Le celebraron tanto lo que hacía que ya no tuvo tiempo
[de hacerlo. ~
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.