Formas de enfrentar a un trol en internet

El desafío de las redes sociales es hacer más para proteger a sus usuarios sin cometer abusos.
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Charlie Zelenoff dice ser boxeador, asegura tener un récord de 55 victorias y cero derrotas, aunque oficialmente  solo tuvo un combate como amateur que perdió al minuto con 14 segundos. Durante años se ha dedicado a insultar a deportistas profesionales que han caído en su juego: desde las redes sociales fanfarronea, hace comentarios despectivos, lanza retos. La semana pasada, un campeón de peso completo, Deontay Wilder, decidió hacerle frente, cansado del acoso, que llegó a los insultos racistas además de comentarios hirientes y amenazas contra su hija, que sufre de espina bífida.

Después de hacerle firmar un documento en el cual aceptaba enfrentarse a un boxeador profesional y renunciaba a demandar en caso de salir lastimado, Wilder se encontró con él en un gimnasio de Los Ángeles, donde le dio una pequeña paliza, después de que Zelenoff intentara renunciar y huir. El boxeador sostiene que su intención era salvarle la vida a aquel chico: “Quise detenerlo antes de que se metiera con la persona equivocada. Uno nunca sabe con quién se está metiendo”.

El peleador británico Curtis Woodhouse recurrió a algo similar con un joven que durante meses lo había acosado con tuits y mensajes directos, en los que le hablaba de sus hijos, su esposa y le deseaba que muriera en la siguiente pelea. Woodhouse ofreció mil libras esterlinas por su dirección y su identidad. Tras recibir la información, anunció que lo iría a visitar; todo parecía una broma hasta que publicó una foto de la calle de su agresor virtual, quien nervioso comenzó a tuitear disculpas, alegando que sus ataques eran mera diversión inofensiva.

Hace no mucho, el periodista y escritor italiano Roberto Saviano hablaba de la necesidad de hallar una forma de marginar a los violentos y salvar del matonismo los intercambios en las redes sociales. Para él, nadie se beneficia más de la degradación del debate público, de la reducir la crítica a expresiones soeces y tempestades de mierda, que el poder. Pero los sistemas de filtrado de contenidos o el bloqueo de agresores por parte de los usuarios no han logrado modificar un hecho fundamental: la percepción que algunos tienen de los demás como blancos y no como seres humanos.

El escritor irlandés Leo Traynor y su esposa fueron acosados durante años  a través de Twitter con mensajes antisemitas de cuentas que constantemente se veían obligados a bloquear y reportar por comportamiento abusivo, pues algunas llegaban a amenazas muy serias de violencia. Una señal inequívoca de que además sus agresores los conocían, fueron dos “regalos” dejados a la puerta de su casa: un recipiente lleno de cenizas con una nota que decía “Dile hola a tus familiares de Auschwitz”, y un ramo de flores muertas con el nombre de usuario en Twitter de ella.

Ambos cerraron sus cuentas, pero el juego continuó en Facebook y por correo electrónico, donde aquello se volvió insoportable. Se vieron inundados por mensajes inmundos e imágenes terribles de campos de concentración enviadas por un nadie con el avatar de un ojo. Un rastreo de direcciones IP permitió al fin descubrir el origen de las amenazas: la casa de una pareja de amigos, más precisamente su hijo de 17 años, a quien enfrentaron calmadamente en una cena, contándole con todo detalle las noches de insomnio y el terror que habían vivido, hasta hacerlo romper en llanto, mientras juraba que todo había sido “un juego”.

Hace menos de un año, en Reino Unido Twitter incorporó un botón para reportar abusos, luego de que un grupo de activistas, parlamentarias y periodistas comenzaran a recibir mensajes misóginos y violentos que incluían amenazas de violación. Para Mic Wright, analista de The Telegraph, estos recursos todavía dan margen para el mal uso, pues un usuario con miles de seguidores podría alentar a otros a silenciar a un crítico.

Wright sostiene, igual que lo hace Tanya Oro, periodista en The Guardian, que el discurso ofensivo o los comentarios de desprecio que se hacen en internet son un problema que debe resolver la sociedad y no la plataforma tecnológica, pues el odio precede a la existencia de Twitter y sobrevivirá después que desaparezca.

El desafío de las redes sociales es hacer más para proteger a sus usuarios sin cometer abusos, porque en esta propuesta de diálogo horizontal todos tienen voz. Organismos internacionales coinciden en que en una democracia deben protegerse las expresiones mesuradas, pero también aquellas que chocan, irritan, inquietan y pueden ser consideradas profundamente ofensivas por un sector de la población.

Tanya Oro no duda en definir a los troles de internet como “solitarios, temerosos y tontos”, que es exactamente lo que encontraron los protagonistas de los tres casos narrados arriba cuando dijeron “basta”. Las amenazas de muerte, las amenazas de violación, las amenazas de violencia son ilegales y para hacer frente a estas tenemos leyes; es otra manera de ponerse los guantes.

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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