La mentira de la nacionalización

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Durante años, los nacionalistas protestaron en la prensa y las calles por la liberalización de los precios de los hidrocarburos, que el modelo neoliberal de administración de esta industria consideraba fundamental para mantener a las petroleras interesadas en la exploración de nuevos pozos. ¿Para qué se supone que, al final, nacionalizaron la industria del petróleo? Para que esta pudiera independizarse de los intereses lucrativos de las trasnacionales y funcionar de un modo que asegurara la necesidad y soberanía del Estado. “No podemos depender del mercado para el cumplimiento de una tarea nacional estratégica: el autoabastecimiento energético”, decían de todas las formas y en todos los tonos.

A su prédica ayudaron los hechos: el poner los precios de los carburantes en un nivel que resultara interesante para las petroleras, esto es, a un nivel de mercado, se probó imposible para unos consumidores tan pobres como los bolivianos. Por esta razón, los gobiernos que se sucedieron desde la implantación del modelo neoliberal (1997) tuvieron que prescindir de la liberalización de la venta de carburantes, aunque al hacerlo arriesgaran el abastecimiento. El gobierno de Hugo Banzer eliminó la flotación de los precios internos en relación a las bolsas internacionales, el presidente Carlos Mesa congeló el barril para el mercado interno en 27 dólares.

Así, la prédica nacionalista, junto a la pobreza (y belicosidad) de los consumidores bolivianos, perforaron el modelo neoliberal de manejo de los hidrocarburos. En ese momento nadie sabía que años después los propios nacionalistas, por paradoja o, mejor, por payasada, etiquetarían este logro suyo –puesto que se lo arrancaron a los “gobiernos del neoliberalismo”– como “neoliberal”, y tratarían de abrogarlo. De ese modo, según dijo el Gobierno de Evo Morales en las últimas semanas, el congelamiento de los precios internos fue “neoliberal”, mientras que la liberalización de los precios, a la que Morales intentó volver con poco éxito a fines del año pasado, resultaba “nacionalista”. Una estupidez conceptual que, sin embargo, no sólo defendió el desacreditado vocero gubernamental, sino también algunos intelectuales izquierdistas que gozan de (injusta) fama de listos.

¿Por qué Morales intentó volver a la liberalización de precios? Porque, como bien ha dicho un periodista en la TV, perdió la “guerra contra el capitalismo”, es decir, contra el mercado. Ciertamente que es una derrota que estaba, como suele decirse, “cantada”. Se cumplió la profecía de los neoliberales (también se cumplirán otras, en los próximos años) y sobrevino el desabastecimiento de petróleo (Bolivia es rica en gas, pero tiene muy pocos “líquidos”). El Gobierno, derrotado por las leyes del mercado y por la falta de producción, se vio obligado a cambiar de discurso: Ahora dice que sólo con un precio interno del barril de petróleo que sea atractivo para las petroleras extranjeras es posible que estas hagan lo que el Estado boliviano nunca ha podido hacer (tampoco después de nacionalizar), que es distraer sumas enormes de sus ingresos escasos para invertirlas en la exploración de nuevos yacimientos.

Alguien podría concluir que, muy bien, los muchachos han aprendido su lección. El problema es el sufrimiento que le cuesta al país su proceso de educación. Y no sólo hablo del sufrimiento material, como resultado del desabastecimiento de carburantes, la necesidad de importarlos y el intento chapucero de implantar nuevamente la liberalización de precios, causando zozobra general. Me refiero también al sufrimiento moral de quienes creyeron honestamente en la nacionalización y ahora tienen que ver cómo ésta entrañó una profunda mentira. ¡Tanta lucha y tanto gasto para que todo siga dependiendo de los intereses lucrativos de las transnacionales!

– Fernando Molina

(Imagen tomada de aquí)

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Periodista y ensayista boliviano. Autor de varios libros de interpretación de la política de su país, entre ellos El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales (2009).


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