La telenovela del Blog del Narco

“Lucy”, la supuesta creadora del Blog del Narco, es un personaje de telenovela parecido a La Reina del Sur: sola y asustada, pero valiente y patriota, fácil de abrazar.
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El nuevo capítulo comenzó en abril de 2013, cuando dos diarios, The Guardian y The Texas Observer, publicaron una entrevista con “Lucy”, la supuesta creadora del Blog del Narco, quien publicitaba la aparición de su libro Morir por la verdad. Un mes después, la mujer volvió a buscar al reportero de The Guardian para contarle una nueva historia.

La anónima periodista veinteañera había recibido una llamada de su compañero —el presunto analista de sistemas que la ayuda a alimentar y mantener en línea el blog—, quien solo dijo una palabra, “corre”, para luego colgar el teléfono. “Era nuestra palabra clave en situaciones extremas, nuestro último recurso, pero nunca la habíamos utilizado”, explicó para luego pasar a contar cómo después de vender algunas joyas de su bisabuela, se compró un boleto de avión a un lugar desconocido de España donde está “sola y asustada”.

Basta con ir al capítulo uno de La Reina del Sur, la novela de Pérez-Reverte, para encontrarse una escena similar que también termina con el exilio en España de la heroína; las instrucciones del Güero Dávila a Teresa Mendoza para que el día que reciba esa llamada salga corriendo: “El día que suene el teléfono y eches a correr estarás sola”.

Morir por la verdad, el libro de “Lucy”, cuesta 17.46 dólares, pero está lejos de ser un trabajo periodístico o tener una estructura que le dé valor documental. Ingenuo y superficial en sus descripciones, el título acusa muy escaso trabajo de investigación y contexto, y ningún análisis del fenómeno. Plagado de enunciados generalistas, la autora o los autores no escatiman en líricas frases victimistas o lacónico estoicismo heroico: “Con este blog habíamos firmado nuestras sentencias de muerte”, “¿Por qué no nos detenemos? Porque queremos un México mejor”, “Esperamos estar vivos el tiempo suficiente como para sostener este libro en nuestras manos”, “Podríamos estar muertos mientras lees esto”, “Nuestras voces tiemblan mientras hablamos del tema en este preciso instante”.

No hay por supuesto fuentes de cifras ni de la mayoría de las afirmaciones que se hacen, pero se aclara que todas han dado su permiso para usar sus investigaciones y escritos. La parte sustancial del libro está compuesta de descripciones de fotografías y videos de crímenes brutales publicados en el Blog del Narco entre marzo de 2010 y febrero de 2011, acompañados de imágenes de cuerpos desmembrados o bañados en sangre. En algunos pasajes incluso puede leerse de hechos ocurridos “ayer por la mañana”, lo que exhibe que buena parte del trabajo consistió meramente en copiar lo publicado originalmente en internet, sin limpiar el texto.

Desaseado y escrito en un español marcadamente defectuoso, Morir por la verdad refiere hechos de diciembre de 2012, aunque cuando alude al ex líder de Los Zetas, Heriberto Lazcano, muerto en octubre del mismo año, se refiere a él como un hombre vivo y prófugo. Más aún, es posible encontrar disparates como “vivir durante doce meses fue una vez considerado un derecho de todo mexicano”, o párrafos de una prosa inexpugnable como el siguiente:

“Las autoridades mexicanas hicieron declaraciones extrañas a la prensa indicando que estaban por capturar a varios de los líderes más buscados de los cárteles. Al final no capturaron a ninguno de estos líderes y en su lugar dijeron que habían capturado a uno de sus hijos. Pronto descubrimos y le informamos al público que habían capturado al hombre equivocado” [sic].

Pero si algo abunda en la obra es la ausencia de coherencia en la argumentación. Nunca se explica cómo es que la publicación “sin filtro” de “relatos de atrocidades”, “las balaceras, las decapitaciones y tantos otros actos sangrientos” se convierte en información útil que salva vidas, cuando la función del periodismo es justamente la de mediar y aportar a la comprensión de los fenómenos y no solo reproducir el material de dos bandos en disputa creyendo que eso es equilibrio informativo.

El servicio social que dicen hacer los fundadores del blog es —por decir lo menos— peculiar; según ellos, publicar los rostros de los mutilados y asesinados permite a sus seres queridos reconocer y reclamar los cuerpos. Por otro lado, aseguran, las torturas y ajusticiamientos grabados en video por criminales y subidos sin ningún criterio al sitio readaptan y devuelven a la senda del bien a los traficantes: “Diariamente recibimos mensajes de personas que dicen que dejaron de vender drogas porque no querían que sus familiares los vieran decapitados en nuestro blog”.

Morir por la verdad acusa a medios y periodistas de haber dejado de informar por miedo o a cambio de algo, pero omite mencionar las numerosas notas e investigaciones que el Blog del Narco pirateó  de periodistas y empresas periodísticas con nombre, y a los cuales nunca dio crédito. No obstante, el libro de “Lucy” presume: “Los medios mexicanos nos han ofrecido cientos de miles de dólares por el blog, pero nos hemos negado a venderlo, porque creemos que quieren comprarlo por una razón. Y esa razón es no mantener a la gente informada”.

En este libro no hay periodismo. Ni siquiera logra ser un documento exhaustivo del tema del cual pretende hablar. Los capítulos iniciales y las conclusiones, donde tendría que encontrarse la justificación de quien creó una plataforma para que los asesinos se refocilaran en su crueldad, están escritos con la distancia y la candidez de un trabajo escolar y no con la información, el contexto y el análisis esperado de un periodista que pretende estar cambiando al país. “Lucy”, sin embargo, es un personaje de telenovela parecido a La Reina del Sur: sola y asustada, pero valiente y patriota, fácil de abrazar, porque a pesar de su miedo saca tiempo para escribirnos desde España  “He soñado, aunque sean pesadillas pero he soñado, y en algunas de ellas he sido fuerte”. Y muchos creen la telenovela de “Lucy”; en un tiempo y un lugar en los que ya no se cree en nada, pero se tiene necesidad de creer, la ficción es un gran refugio.

 

 

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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