La televisión a debate

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Para esclarecer estos asuntos, celebramos en la redacción de Letras Libres una conversación con Pepa Bueno –editora y presentadora de la segunda edición del Telediario de tve–, David Trueba –cineasta y crítico de televisión de El País– y Félix Romeo –crítico de televisión de esta revista. Entre los tres desmontan buena parte de los tópicos que rodean al medio.

 

De todos los debates posibles sobre la televisión en España, parece inevitable empezar por la existencia y el funcionamiento de las televisiones públicas. ¿Deben existir? Y, si es así, ¿cuál debe ser su cometido?

PEPA BUENO: Soy una firme convencida del sector público. Debe sufrir una reconversión seria y profunda, tiene que estar bien gestionado, ser viable económicamente y responder a las expectativas de los ciudadanos. La televisión pública tiene sentido porque debe haber una herramienta que atienda a la inmensa mayoría de los ciudadanos que no tienen acceso a otras herramientas de comunicación. Tiene que ser plural y generalista. Y debe tener envergadura y relevancia social. No creo en la pbs americana [canal público estadounidense de carácter cultural y educativo], en España sería inviable, de modo que tenemos que aspirar a la audiencia. No como objetivo y, por supuesto, sin ningún tipo de atajo para conseguirla, pero tiene que ser una aspiración.

FÉLIX ROMEO: Lo de las audiencias y el generalismo no lo entiendo bien. En la televisión pública aragonesa la audiencia se consigue con Walker. Ranger de Texas, MacGyver y los partidos del Barça. ¿Qué sentido tiene? ¿Tiene que pagar la televisión pública aragonesa al Barcelona, una entidad privada? ¿Tiene que pagar por Walker. Ranger de Texas para conseguir esa audiencia? Eso hace que me cuestione la televisión pública. Llevar a la práctica los términos abstractos de generalismo y audiencia significa poner MacGyver, Los ángeles de Charlie y Colombo. Es un dinero muy mal gastado. No me parece de interés público, ni de interés general, ni informativo ni nada.

DAVID TRUEBA: Me da la sensación de que con la televisión pública pasa un poco como con la democracia misma, solo que 150 años después. Las dudas que tenía la gente en el año 1850 sobre si era factible que un país se rigiera por el voto de un pescadero y un profesor de universidad forman el mismo debate que se produce hoy con la televisión. Es decir: ¿es la democracia, el resultado democrático, la panacea? Y es un debate interesante, porque nadie se atreve a cuestionar la democracia, pero la televisión sí: ese resultado económico, de audiencia, de gustos. El Estado viene a ser un corrector, por lo menos en el planteamiento de Pepa y de casi todos los defensores de la televisión pública, entre los cuales me incluyo. Pero eso no me gusta. Creo que el Estado –o por lo menos los partidos que se presentan para gobernar un Estado democrático– debe asumir la función de cubrir los aspectos que considera su responsabilidad. ¿Qué pensaríamos de un Estado que renuncia a la sanidad o la educación pública porque considera que el mercado regula la posibilidad de educarse y de sanarse de todo el mundo? Fumaroli, que aboga por la supresión del ministerio de Cultura o por lo menos defiende que los ministerios de Cultura no dirijan las colecciones de los museos ni decidan qué artistas hay que promocionar en el extranjero, dice que es absurdo que el Estado haga eso y no controle la televisión, donde se educan durante tres horas al día todos los niños del país. Defiende una política no intervencionista sobre el mercado cultural, pero intervencionista sobre la televisión. Creo que el Estado tiene que plantearse unas obligaciones televisivas en la medida en que la televisión es invasiva.

Ahora bien, ¿cómo se determina ese servicio público? Ahí es donde entra el criterio: desde los años de Urdaci en la televisión pública, donde el informativo formaba parte de la agenda diaria del jefe de prensa del partido, hasta que el Partido Socialista pone por primera vez a un presidente independiente –nombrado por el parlamento–, hay una gran diferencia. La misma que hay entre Mira quién baila, pagando a la nieta de Franco para que vaya a concursar y tener audiencia, y tener audiencia emitiendo las Olimpiadas. Tenemos que saber qué consideramos válido e inválido como propuestas de un medio público, y eso tiene que responder a un criterio.

BUENO: El peligro de ese criterio es que puede condenar a la televisión pública a la irrelevancia social. Nuestra primera misión es informar: un servicio público. A los españoles les cuesta mucho dinero tener diecisiete corresponsales. Si no los tienes te ves obligado a emitir vídeos de YouTube y a que la gente trate la información directamente. Esa puede ser una apuesta. Otra es tener un tratamiento profesional de la información; después formar –solo soy una periodista, pero tenemos esa responsabilidad social– y entretener. Renunciar a esta tercera pata es condenar a la televisión pública a la desaparición. Si algo es irrelevante y cuesta tanto como la televisión pública, porque hacer televisión es caro y hacerla de calidad más todavía, desaparece.

ROMEO: Todo eso está muy bien, pero no veo por qué el Estado tiene que intervenir en el mercado televisivo cuando no lo hace, por ejemplo, en los medios de prensa. El Estado no tiene periódicos y no veo por qué debería tenerlos.

BUENO: ¿Quién pone la información al servicio de la sociedad?

ROMEO: Pues las revistas, los periódicos la ponen todos los días.

BUENO: ¿Cuánta gente lee las revistas y cuántos leen los periódicos?

ROMEO: Ese no será el problema en cualquier caso.

BUENO: El Estado tiene el derecho de poner la información al servicio de los ciudadanos que no tienen otras herramientas para comunicarse.

 

Si es como dice Pepa Bueno, debemos preguntarnos: ¿cómo lo pagamos? Se ha eliminado la publicidad. Ahora la televisión pública se financia vía Presupuestos Generales del Estado y a través de una tasa a los operadores de telecomunicaciones. ¿No es un poco raro que las telefónicas tengan que pagar la televisión pública?

TRUEBA: Me parece perfecto, porque son concesiones del Estado, que exige a cambio una contrapartida. Como a un farmacéutico. El Estado, aparte de la subvención directa que da a los periódicos, no les hace más exigencias porque los lanza a un territorio ignoto. No así a las cadenas de televisión, cuya competencia limita. Me gustaría que hubiera una mano más amplia, que hubiera más televisiones. El gobierno socialista, que tiene la gran virtud de haber democratizado la televisión pública nacional, cometió el mayor error sobre la gestión de las televisiones privadas que se ha cometido: permitir que se fusionen, concederles los canales de tdt en paquetes, no abrir concursos para que entren canales independientes, minoritarios, vecinales, etcétera. Gracias a eso, el gobierno ha conseguido que, en un momento de crispación brutal, los telediarios de Antena 3, de Telecinco y de La Sexta sean una balsa de aceite conseguida a cambio de privilegios y dinero: eliminar la publicidad del canal público para dársela a ellos, permitirles pactar una subida del 20% en la tarifa publicitaria al día siguiente…

ROMEO: Y emitir la publicidad en el mismo segmento en todos sus canales.

TRUEBA: Se puede ser crítico con eso y a la vez tener un criterio estable sobre el Estado. La tele entra en un espacio de convivencia: invade la sociedad, incluso a la gente que no tiene televisión. El modelo británico –solo quien tiene un televisor paga– sería el ideal, pero en España, una vez empezada la casa por el tejado, tienes dos opciones: destruir la casa y empezarla de cero o tratar de sustentar el tejado poniendo andamios y salvando lo que de bueno tenía ese tejado, que es que cubría de la lluvia.

ROMEO: El problema verdadero es la falta de libertad en el medio. David ha hablado de un tema fundamental: la nostalgia del monopolio, que existe en la sociedad y en la economía española, y paraliza la economía. Los agentes son los mismos que hace 45 años. La libertad no ha servido esencialmente para lo que debería servir. El problema no es que haya televisión pública o no, sino el control de esa televisión, de los canales. Hay una prolongación del modelo del monopolio: un poco camuflado, un poco cambiado, pero la misma idea. Sería mucho mejor que hubiera más televisión, porque en ese más estarían los menos. Solo caben los menos donde hay más.

BUENO: En los campos en los que el gobierno hace concesiones, esas empresas tienen la responsabilidad social de devolverle al Estado la parte proporcional que se establezca. Este modelo me parece bien, pero el gobierno que dota a la sociedad de la herramienta que ha hecho posible la televisión más independiente editorialmente de la historia deja en el aire la definición exacta del modelo de financiación que podría haberla blindado para el futuro. Ahora mismo, cualquier cambio en la ley deja la tele, o al menos su envergadura y su alcance, al albur de decisiones políticas. Es un error tremendo. Por otro lado, creo que el modelo británico del canon, que sería el perfecto, es inasumible en España.

 

¿Por qué?

BUENO: Tenemos una tradición que viene del proteccionismo de la dictadura, de su paternalismo. Hay determinadas cosas que se nos dan gratis: así han sido y así tienen que seguir siendo. Sería socialmente impensable que la gente dijera: me compro un televisor y con él pago la televisión pública.

ROMEO: Pepa tiene parte de razón, pero lo que dice me produce una profunda tristeza. Llevamos treinta años de democracia y no hemos sido capaces de crear un órgano gestor que imite, por ejemplo, a la bbc. Me entra melancolía por el fracaso de no haber hecho nuevas instituciones y porque las instituciones que marcan las pautas sean las mismas desde hace tantos años.

Tendríamos que haber hecho eso antes para que la televisión siga siendo la misma al margen de que llegue el pp o el psoe. Precisamente porque es algo que se paga entre todos. Hablo, simplemente, como ciudadano que paga. Si no hemos conseguido eso, mal vamos.

TRUEBA: Además, la televisión acrecienta la separación de clases, por lo menos en un país como España, donde es muy consumida por aquellos que no tienen acceso a otro tipo de entretenimiento y muchísimo menos consumida por las personas que tienen mayores recursos. Se ha convertido en un instrumento estamental. En vez de haberse usado como la educación –que, con todos sus defectos, ha servido para conseguir que toda España lea y llegue prácticamente a los límites universitarios–, la televisión lastra esa igualación y cada vez encuentras mayor diferencia entre los niños que están abandonados ante la televisión y los que tienen un adulto que les puede dedicar tiempo.

BUENO: Ahí me pongo, por así decirlo, “evangelizadora”. Ese es el papel de la televisión pública. Si la televisión es el único medio de comunicación para amplias capas de la sociedad, esa tarea no la puede hacer nadie más.

ROMEO: Si con lo que decías antes me quedaba melancólico, con lo que acabas de decir ya me meto bajo tierra.

 

Karl Popper, defensor del mercado y no muy amigo de las regulaciones drásticas, decía que la televisión no funciona como lo demás. Normalmente, a mayor oferta, mayor calidad. Con la televisión, para Popper, no sucede así. Y en España se ha visto: ha aumentado la oferta, pero no la calidad. ¿Qué opináis?

BUENO: Este debate ya lo viví cuando llegó la televisión privada; entonces creímos que de la competencia se iba a derivar la calidad y luego comprobamos que no era así.

TRUEBA: No estoy de acuerdo. La gente decía: “Ya veréis cómo va a empeorar.” Era lo que había pasado en todos los países europeos.

BUENO: Sin embargo, en el entorno en el que yo me movía, había cierta expectativa de que aquello iba a obligar a reposicionarse a la televisión pública y que las otras, para competir y abrir ese mercado, iban a mover la industria. Con la tdt el debate acabará en los mismos términos: habrá productos de calidad y una inmensa mayoría de productos que critiquemos.

ROMEO: La competencia en televisión, como en cualquier otro asunto, solo puede ser positiva. El problema se produce cuando hay una competencia restringida, y tutelada por el gobierno. La limitación hace que todas las cadenas tengan que dirigirse a la misma audiencia, la de los máximos.

BUENO: Nos acercamos a este debate llenos de apriorismos y soberbia intelectual. En el Telediario 2 tenemos una sección de cultura generalista. Se colocó en un segmento privilegiado del Telediario, una zona donde te juegas el punto. Lo puse ahí porque era donde me encajaba, pasamos un par de meses mirando cómo iba y se mantiene a la misma hora, aunque los técnicos de marketing decían: “No pongas cultura, cuando dices Quijote se van quinientos mil espectadores…”

TRUEBA: Eso se podría usar en tu contra. Todos los contenedores culturales que ha tenido la televisión pública han ido degradando la audiencia. El ejemplo de cómo sobrevive un espacio dentro del Telediario puede servir para hablar de cómo bajaba la audiencia de Estravagario o Página 2 o cualquier programa con respecto a si en ese mismo horario pones Gol a gol.

BUENO: Hay cosas que la televisión pública tiene que hacer. Tiene la obligación de hacer una sección de cultura, aunque sea dura en términos de audiencia. Si funciona, funciona. Y, si no, lo más probable es que la estemos haciendo mal. No es problema del contenido. Es que no lo hacemos con talento. Nuestro reto es hacer interesante lo que consideramos importante. Y, si no, el problema es nuestro. Pero la audiencia no tiene la culpa.

ROMEO: Por supuesto, pienso que haces el trabajo bien. Espero que tú y el cirujano que opera a mi madre lo hagáis lo mejor posible, solo faltaría. No hablo de eso. Lo ideal, para que estemos todos satisfechos, es que cuanto haya más, mejor. Y que la regulación no esté en la emisión. El gobierno está limitando. No hablo de la televisión pública, sino del poder sobre las televisiones, de esa regulación que va contra la libertad de los ciudadanos.

BUENO: No me parece incompatible la existencia de una televisión pública de envergadura, potente –financiada con recursos del Estado y la aportación de empresas que tienen concesiones–, con que haya el mayor margen de libertad posible para que entren las televisiones. Otra cosa es la gestión que haya hecho el gobierno.

ROMEO: La contradicción es que los gobiernos nunca han permitido que eso exista. Y será por algo. Al principio te he dicho: “¿Generalista es poner MacGyver?” A lo mejor yo no entro en ese generalismo y me parece horrible pagar ese dinero.

TRUEBA: Hablando de restricciones, la televisión es muy interesante como previsión del futuro de internet. Lleva muchos años funcionando y podemos obtener unas conclusiones que deberían hacernos ver internet de otra manera, porque el proceso que se está produciendo es exactamente igual al proceso televisivo. Unas empresas muy grandes acotan el territorio y finalmente, porque ya lo empiezan a plantear, se habla de la imposibilidad técnica de tenerlo todo. El embudo es demasiado pequeño para que todo el mundo cuelgue sus vídeos, para que la gente tenga las fotos de su comunión, el vídeo de la niña y la protesta de Trípoli. Ya empiezan a asomar: habrá que cobrar. En veinte años a lo mejor lamentamos cómo, delante de nuestras narices, algo que se inventó para ser una ventana abierta donde todo el mundo pudiera colgar sus cosas, hacer sus comentarios y ofrecer sus vídeos se ha convertido en algo donde solo comentan estos, solo se opina sobre esto…

 

Parece existir un consenso en que la televisión pública nacional es razonablemente buena

y que la mayor parte de la televisión privada es bastante mala.

TRUEBA: Pero la televisión privada ha ofrecido y ofrece elementos de desarrollo del lenguaje muy importantes y ha explotado, seguramente más que la pública, las posibilidades del medio. Ha tenido libertad formal y ha innovado. Los programas que han hecho avanzar la televisión tenían un contenido nulo. Por ejemplo, Crónicas marcianas era un programa perfecto. Conseguía resolver todos los elementos de un programa sacrificando el contenido. Era un lenguaje basado en un lenguaje, un programa etéreo. Se discutía de nada, pero se discutía, porque habían descubierto que fidelizaba a la audiencia. Lo comprobé con mi padre. Si gritaban, se interesaba. Pasa en la vida: vas por la calle y si gritan te giras y permaneces atento porque sabes que hay drama. Luego resulta que están discutiendo de una idiotez mientras en otro lado hay una conversación inteligente en susurros a la que no prestas atención. La televisión es así. Tiene algo de ágora pública. Y la televisión privada ha hecho mucho por la televisión.

BUENO: La aparición de la televisión privada, aparte de que permitió renovar formatos, meterle contemporaneidad a lo que se veía en casa, trajo alegría, profesionales con otro lenguaje, otra chispa, y nos puso frente a nuestras contradicciones y nuestras inercias. Fue un elemento muy positivo.

TRUEBA: Para ser justos, hubo un cambio anterior: la entrada de Pilar Miró en la televisión pública. Fue la primera vez que se sacudieron los formatos.

BUENO: Efectivamente. Pilar trata de frenar la inercia de una televisión creada en los años cincuenta para servir al régimen y que se perpetúa durante la democracia como modelo de funcionamiento al servicio de quien mande. Teníamos a los mejores técnicos, pero la aparición de la privada fue un revulsivo importante: les obligó a hacer su propia reconversión. No juzgo mal a las emisoras privadas, tienen un negocio e intentan que funcione. Ahora bien, son concesiones del Estado, por lo tanto los gobiernos tienen la obligación de hacer que cumplan determinadas reglas que se pacten en el inicio y de que el uso de la ley, sin crear órganos superiores, esté vigente para las televisiones como para el resto de los ciudadanos.

 

¿También en contenidos debería el gobierno poner límites?

BUENO: Eso lo hace una ley que ya existe, no el gobierno.

TRUEBA: Las televisiones dijeron que eran capaces de autorregularse, que no hacía falta un consejo audiovisual ni nada parecido para decirles lo que tenían que hacer porque ya habían captado el mensaje: nada de ciertos contenidos en horario infantil, etcétera. Eso que se incumple todos los días es el único delito en España que no tiene ninguna repercusión.

BUENO: El gobierno tiene la responsabilidad de exigir a estas concesiones el cumplimiento del pacto por el que se les concedió esa licencia. Y para lo demás está el Código Penal, del que no hacemos uso. Aunque nos quejamos mucho de la televisión pública y privada, los ciudadanos no estamos acostumbrados a instar al ministerio público a que haga su trabajo. La libertad de expresión está suficientemente garantizada en España. Tendríamos que ser más críticos y exigir al ministerio público que nos representa que haga su tarea. Y al gobierno que cumpla los pactos.

ROMEO: A mí ya me parece control excesivo el hecho de que el gobierno decida qué cadenas emiten y cuáles no. No es el gobierno quien tiene que decidir qué se ve, sino que tienen que ser los espectadores; y, en el caso de ser menores, sus padres.

 

¿Por qué el aumento de la oferta televisiva no ha incrementado, tanto como cabía esperar, la diversidad de esa oferta?

ROMEO: Como decía, todas las cadenas privadas se dirigen al mismo ámbito, al mismo espectador prototipo.

Eso hace que las televisiones sean muy limitadas. Las publicidades son muy restringidas y se hace una televisión clónica.

TRUEBA: Creo que tiene que ver con la lectura del índice de audiencia como la clave por la cual se rigen los directivos de las televisiones. Está basado en una encuesta acientífica y, además, mal hecha, porque la oferta inicial que se hace sobre la posibilidad de colocar un audímetro en tu televisor es rechazada por más del cincuenta por ciento de las personas a las que se les ofrece. Y por lo tanto vuelve sobre la empresa, que coloca los audímetros donde le ha sido fácil colocarlos.

BUENO: Siguiendo un criterio sociológico.

TRUEBA: El criterio sociológico se pierde en la segunda vuelta. Hacen un planteamiento de mapa y dividen las ciudades por zonas, basándose en la clase. El único privilegio por tener un audímetro en casa es que te costean una parte de tu cuenta de teléfono, sobre la que ellos intervienen directamente con datos. Renuncias a una pequeña parcela de tu libertad por una cuestión técnica, pero tienes a cambio ese privilegio, que todas las personas de alto nivel rechazan.

BUENO: No creo que sean todas las personas de alto nivel. Las televisiones se tienen que fiar de algún criterio y el que han pactado entre ellas, que son negocios privados, es el que hay.

TRUEBA: Lo han pactado sobre un criterio erróneo.

ROMEO: Voy a poner un ejemplo. Tengo un amigo que hace el programa de las ocho de la mañana en una autonómica. Como hay muy pocos audímetros y a esa hora la televisión tiene una visibilidad extrañísima, no tienen datos de audiencia. Hacen unos contenidos muy imaginarios, porque tienen que suponer cuál es la verdadera necesidad del espectador. Y seguramente también se castrarán contenidos porque no hay ninguna relación con la audiencia objetiva.

BUENO: La tele la hacen profesionales, con un criterio sobre lo que es relevante: eso decide una escaleta o iniciar la producción a las ocho de la mañana.

TRUEBA: Es el criterio que te hace a ti abrir con Libia y a otros informativos con la niña muerta…

BUENO: Decide el criterio de los profesionales, porque si llegamos a ese momento pánico que dice Félix, en el que unos profesionales intuyen cuáles podrían ser las necesidades, es una locura. Hacemos los programas pensando qué es importante y relevante. Habrá veces que acertemos, que sea un tema poco excluyente y enganche a mucha gente, y otras veces que no acertemos, porque a veces lo importante solo interesa a un grupo. Eso es una cosa y el negocio es otra.

TRUEBA: Siempre que se discute de televisión se habla de audiencia, de éxito, de dedicación profesional y del criterio de la televisión estatal. Pero se nos olvida una cosa: qué busca la gente. A lo mejor le estamos pidiendo a la gente que vaya a la televisión como va a la universidad y a lo mejor la gente no usa la televisión así, sino que la usa como spa, como campo de juegos, como prisión para sus hijos o sus padres. ¿Qué le pide la sociedad y cada individuo a la televisión? Si me sentara con una persona totalmente diferente a mí, pediríamos a la televisión cosas muy distintas, porque cuando vamos al cine a él no se le ocurre frecuentar el barrio en el que yo veo casi todas mis películas y yo no he frecuentado nunca la sala en la que él ha visto todas las suyas.

ROMEO: El mundo televisivo se tiene que parecer más a una librería, donde hay libros de Planeta, de Plaza & Janés, de Xordica… Por supuesto, los libros de Planeta van a

estar bien expuestos y los de poesía van a estar en un sótano, pero que estén por lo menos. El que va a los cines Renoir tiene derecho a encontrar lo que busca.

 

El problema es cómo hacer eso si, por lo que vemos, la buena televisión no es rentable.

BUENO: El problema de la televisión, y de los medios en general, es el mismo que el de las parejas: quieres que una sola persona o un solo medio te lo dé todo. Y probablemente cada medio te da una cosa. El espectador medio ha dejado de buscar determinadas cosas en la tele. Eso pudo ser la defunción del medio y no lo ha sido. La transformación de los medios y la cantidad de canales informativos servirá para que cada uno ofrezca una cosa. Probablemente, la tele y la literatura casen mal. ¿Por qué los amantes de la literatura tenéis que tener un programa de libros, más allá de una tertulia sobre libros o de una película que se basa en un libro?

ROMEO: Por lo mismo que hay uno sobre la Jesulina.

BUENO: Durante un tiempo me aterroricé porque pensé que la gente ya no buscaba en la tele el pensamiento crítico. Buscaban entretenimiento, una niñera, el sentarme por la noche y que me cuenten una historia. Es decir, evasión y no información. No es verdad. La tele sigue siendo el canal de información mayoritario. Pero probablemente no busquen determinadas cosas que encuentran en otros sitios. Aspirar a ser el medio total donde todo lo que buscas…

ROMEO: Pero es que puede caber todo. Solo faltaría que la tele que yo pago solo dé contenidos para otra gente. Entonces, no pagamos la tele. “Oiga, yo no encuentro nada aquí, dejo de pagar.”

BUENO: He dicho que la televisión pública tiene que ser generalista, es decir, que atienda a la mayoría. La tdt le permite tener canales específicos: somos los únicos que tenemos un canal de información todo noticias, el infantil, el de deporte. Todo es mejorable, pero La 2 acabará siendo un programa cultural, y en veinticuatro horas de programación tienes que encontrar algo que te guste. Y ese es el deber de la televisión pública.

ROMEO: No hablo solo de la tele pública. Casi es lo que menos me interesa. Lo que me interesa es que el gobierno liberalice y entonces haya más de donde escoger.

TRUEBA: Faltan muchos detalles importantes. Por ejemplo, el acceso a las emisoras europeas. ¿Por qué, si formamos parte de un mercado común, no vemos esos canales?

ROMEO: Godard, en un libro maravilloso –Jean-Luc Godard. Pensar entre imágenes–, dice que no seremos europeos, o no seremos casi demócratas, hasta que en nuestras televisiones veamos lo que está sucediendo aquí al lado. Deberíamos poder ver la televisión europea, asiática, de América Latina. Las televisiones españolas son impermeables.

TRUEBA: Pasa también con las autonómicas. Extremadura tiene un canal que gasta treinta millones y la televisión de Cataluña uno que gasta 450. Te aseguro que cualquiera que haya visto las dos dirá que prefiere los 450 de la televisión catalana y que está dispuesto a que se gaste de sus impuestos, porque es la mejor televisión autonómica que hay en España y compite directamente con la nacional. ¿Qué le pasa a la televisión aragonesa? No solo que gasta menos dinero y tiene menos posibilidades, sino que tampoco les interesa que crezca, porque, en cuanto una cosa crece, es peligrosa. Les pasa a los gobiernos catalanes ahora con tv3, que es un problema. ¿Qué hago, cómo quito a este, cómo pongo lo que me conviene? Tratan de hacer cosas que todavía pueden hacer en la radio y en los periódicos que mantienen con la publicidad, pero en la televisión pública les cuesta más, porque la nombra el parlamento y porque la ve mucha gente. Y cuando algo lo ve mucha gente, pagas la cuota de ser visible. ¿Por qué quitan tv3 de Valencia? No por una cuestión política o lingüística, sino porque la gente puede comparar y eso es demoledor. Quiero que esa comparación esté al alcance de todos los ciudadanos españoles y europeos. Cuando dicen que la televisión británica es mucho mejor que la española, yo diría: vete a verla. La televisión británica es muy mala. Lo que ocurre es que son capaces de hacer cosas que no hace la televisión española. La bbc es capaz de gastar dinero en una serie documental hecha por grandes técnicos o de producir una serie sobre Shakespeare interesante, divertida, hecha por expertos. Aquí no, porque se dice: “Eso cuesta mucho y no da dinero”… Pero lo que tienen de relleno en Gran Bretaña son Mira quién baila y Gran Hermano a paletadas.

ROMEO: Los programas británicos llegan aquí copiados tres años después.

TRUEBA: También sería bueno porque, por ejemplo, aquí decimos que un programa de libros no tiene futuro o no puede ser televisión. Todos los países dignos del mundo tienen un programa de filosofía, cosa que aquí no tenemos. No hace falta mencionar Apostrophes de Bernard Pivot u otros programas exitosos.

 

Imaginemos que se rebajara el control político de las concesiones y hubiera mayor libertad en la creación de cadenas nuevas. Incluso en ese caso, para hacer The Wire tienes que poder pagarlo. Y en España parece que nadie cree que pueda ser rentable un producto así.

TRUEBA: Ahí estás tocando temas técnicos: la televisión de suscripción en España lleva quince años de retraso porque ha estado en manos de gente que no ha querido que se hiciera buena televisión de suscripción y ha vivido del fútbol y los toros. Se gastaba todo el dinero en el fútbol, en los toros y en las películas norteamericanas –que por suerte han dejado de comprar. Si a mí me dieran la mitad del dinero para comprar películas, las compraría mucho mejor.

Pero nadie se atreve a criticar porque los medios forman en España una especie de tela: todos los periódicos están relacionados con alguna televisión. Luego te preguntas: “¿Por qué hablan tanto de Belén Esteban en los periódicos?” Llevo una columna de televisión desde hace año y medio y no he nombrado a Belén Esteban. No hay necesidad. Belén Esteban es una tía estupenda que gana un sueldazo increíble en un canal, para el que genera mucho dinero, pero eso no significa que tenga que ser importante para nosotros.

BUENO: Ahí funcionan las sinergias de grupo.

TRUEBA: Telecinco en particular es una televisión perfecta, porque creó un concepto que no se había probado: que los personajes de los que hablaba la televisión fueran creaciones suyas. Es como si el Telediario abriera diciendo: “Bob Esponja ha declarado esta mañana”…

ROMEO: Telecinco es un mundo. Es metatelevisión.

TRUEBA: ¿Qué ha hecho la televisión de pago? Ha querido competir por el fútbol, además, con el precio pagado porque se emitía en abierto y tienes que pagar más para conseguir que algo te lo cierren, que sea tuyo. Ha sido un vicio de salida que ha hecho un daño increíble. hbo [canal de pago estadounidense dedicado a las series de ficción] no es más que un buen director de un canal que recibe dinero fijo de una clientela y dice: “Con este dinero voy a hacer esto.” Y los televidentes no pasan factura a la mañana siguiente con el audímetro. Si quieres hacer buena televisión, elige un buen método para medirla. ¿Por qué la televisión elige el peor método para medir su calidad y su éxito? Porque son idiotas o porque no les interesa la televisión, sino solo el dinero. Y, cuando solo quieres hacer dinero, el método de medición te da igual.

ROMEO: Una televisión no tiene por qué ser productora. Puede comprar a productores europeos o de América Latina y hacer su propia parrilla televisiva. No sería nada descabellado. No sería más caro y los espectadores ganaríamos. Se vería. Y, además, quien viera esa cadena compraría en el segmento publicitario que no está en otros canales. La publicidad en España es muy invasiva y limitada. Hay gente que querría anunciarse en otros soportes. Se puede hacer una televisión y producir muy poco. Si fuera por los autores españoles, la mayoría de las editoriales independientes españolas no existirían, pero editan a Henry James o Nabokov, y son productos dignísimos.

BUENO: La televisión puede asumir cualquier contenido, pero necesita especial talento, porque tiene que ser entretenida. Es condición sine qua non. Hay medios que no tienen por qué ser entretenidos.

TRUEBA: Todos los medios de comunicación tienen que ser entretenidos.

BUENO: Como la tele es muy invasiva, le exigimos una presencia permanente de talento y de brillantez que no se da en otros órdenes de la vida ni de la creación. Evidentemente, como en todo, hay una gran mayoría de producción medianita y de repente encuentras un diamante. Se han hecho buenos productos en la pública y en la privada. No creo que todas las privadas sean el reality show en el que ahora se han convertido. Se han hecho grandes programas, se han renovado formatos y se ha dado cabida a talentos peculiares.

TRUEBA: Si se le exigiera a la televisión una presencia habitual de talento y brillantez, la gente se suicidaría por las calles. La gente no le exige absolutamente nada. Lo que pasa es que nosotros nos hemos definido como espectadores exigentes. Pero no solo es importante lo que tiene éxito de audiencia, sino también aquello que deja un recuerdo o genera una posibilidad al que viene después. Y la televisión vende mentiras increíbles. Una es la de la popularidad y la audiencia. Y otra es la de que lo que hacen tiene éxito. Es mentira. Los canales españoles se equivocan más que las editoriales. De cada veintiún programas o series que ponen en antena, solo uno tiene éxito. Venden que saben hacer muy bien lo que hacen, pero su porcentaje de error es infinitamente más grande, por ejemplo, que el de los del cine. No sería posible que un director hiciera veintiuna películas y solo una tuviera éxito: no habría llegado a hacer tantas películas. En cambio, la televisión se permite eso y además vende cosas que son mentira: “lo hacemos muy bien, no fallamos nunca, le damos a la gente lo que quiere”. Es mentira. Vamos probando, vamos haciendo y, de pronto, suena la flauta.

BUENO: Lo que pasa es que es un producto testado por cuatro millones y muchos de los productos que tú testas, las películas, están testados por quinientos mil.

TRUEBA: Lo que digo simplemente es que son humanos. Humanos muy preocupados por el dinero.

 

También es interesante la influencia que tienen en el debate político varias de las cadenas de tdt, y también otra paradoja más de la audiencia: por ejemplo, que Intereconomía no llegue al dos por ciento de espectadores pero que parezca que marca la agenda política del país.

BUENO: Hay un conglomerado de medios que están presentes en todas las terminales y rebotan un mismo mensaje. El efecto es multiplicador. Lo colocas por la mañana y el que entra en los digitales lo encuentra, el que oye la radio lo encuentra, si pone la tdt lo encuentra…

TRUEBA: Intereconomía ha transmitido al consumidor que era un canal pequeño, independiente, con potencia y con dos cojones. Ha vendido esa marca que tiene que ver

con lo que decía Félix, dejar que surja. ¿Por qué ha fracasado la marca cnn en España?

BUENO: Pero ¿ha fracasado? ¿Qué es fracasar?

TRUEBA: Fracasar es que lo cierran. A eso llamo yo el fracaso en un canal.

ROMEO: Por lo que respecta al debate político, España es un país muy poco plural y es pp y psoe todo el día. Hay una tristeza en el país muy grande por esto. Son dos pesos pesados del aburrimiento, y eso repercute mucho, porque los políticos van a la tele acojonados y solo dicen lo que les ponen en el guión.

BUENO: Me parece muy peligrosa la deriva a la que conduce ese discurso que se está fomentando desde muchos sectores. El descrédito de la clase política…

ROMEO: No hablo de eso: yo iba a los programas de debate de la televisión autonómica –los han quitado porque se acercan las elecciones: es impresionante– y todos decían lo que les habían escrito. No había ninguna idea. Porque hay mucho miedo. Creo en la política, me encanta y me gustaría que la vida política española fuera mucho más rica de ideas.

TRUEBA: Cuando llegan las elecciones, como viven en un mercado que ellos controlan, lo único que los políticos quieren es que su negociado –porque en el fondo viven en una sociedad de consumo igual, donde consumir es votarles– esté controlado. Obligan a todas las televisiones a incluir unas proporciones de información sobre ellos absolutamente regladas y delimitadas.

BUENO: Parte de la independencia editorial de la televisión pública significa que los españoles estamos dotando a la democracia española de herramientas que no existían, como los consejos de redacción en la radiotelevisión pública, el Estatuto del informador y el Consejo de informativos, que se opone a que tengamos que tratar y pautar la información electoral, y se lo decimos a la audiencia. En cada bloque electoral, decimos: “Esto se hace en contra de la voluntad de los profesionales que les estamos hablando.”

TRUEBA: El otro día, en el Telediario del fin de semana la primera noticia hacía referencia a Libia y la segunda fue el mitin del psoe seguido del mitin del pp. ¿Hay alguien que diga: “Eso tiene que ser así”?

BUENO: En absoluto. Son los periodistas quienes deciden cuál es la escaleta.

TRUEBA: ¿Y los periodistas consideran que ese mitin es lo más importante que ha pasado ese día?

BUENO: Los españoles estamos a punto de votar y hay que escuchar a los partidos a los que tienen que votar. Probablemente ese es el criterio.

TRUEBA: ¿Y todos los días tienen que salir el pp y el psoe en los Telediarios?

BUENO: No por obligación, sino porque lo decidimos los profesionales. Lo que da el servicio de informativos está hecho con este criterio: los españoles tienen que votar en tres meses, es nuestra obligación contarles de qué hablan los partidos. No juzgamos. Si te parece que es vacío, probablemente eso determinará tu voto.

TRUEBA: Los políticos se equivocan al creer otra mentira: piensan que lo que dicen en televisión es importante. Por eso hacen lo que dice Félix. Repiten unas frasecitas que les ha dicho el asesor, el jefe de prensa o quien sea, muy brillantitas, como esa figura que los partidos fomentan cada vez más: el alumno que se prepara para responder al profesor en primera fila. Ves que solo dicen frases hechas y piensas: “No entendéis el lenguaje.” El que ganó las elecciones pasadas fue Solbes tuerto: un tipo que no hablaba bien y que estaba cansado desde que se levantaba.

BUENO: Los políticos españoles no han aprendido la lección que vimos hace años: con la televisión pública no se ganan unas elecciones.

TRUEBA: La televisión hace creer al resto de la humanidad una mentira tras otra. Parece hipnotismo. ~

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