Todo lo que me gusta engorda o es ilegal, y todo lo que no me gusta es fascismo. No cabe matizaciรณn en lo que me disgusta: es absoluto y universal. Un dรญa sin wifi es como un dรญa sin agua, y de un concejal autoritario al fascismo no hay apenas distancia, porque ambas cosas me repelen. Los que en democracia piensan asรญ consideran que sus problemas, o los que le crea un determinado polรญtico o incluso el sistema en su totalidad, solo pueden leerse de forma absoluta, y por lo tanto equipararse con una ideologรญa genocida. Es una postura en cierto modo narcisista, e incluso un reflejo de prosperidad: ya no nos matamos entre nosotros para resolver problemas polรญticos, tenemos un Estado del bienestar, libertad de expresiรณn, comemos comida ecolรณgica, le quitamos las pepitas a las sandรญas, defendemos los derechos de los animales y llamamos nazi a Merkel.
Poco despuรฉs de que la UE llegara a un acuerdo con Grecia para un tercer rescate financiero, el hashtag #Thisisacoup (Esto es un golpe de Estado) consiguiรณ ser trending topic mundial. El Nobel Paul Krugman ayudรณ a su difusiรณn al apoyarlo en su columna de The New York Times. El columnista de El Paรญs Ernesto Ekaizer fue mรกs allรก y comparรณ la situaciรณn griega con la invasiรณn de Irak. Al dรญa siguiente, en una tertulia, comparรณ a Tsipras con los kapos judรญos de los campos de concentraciรณn que colaboraron con sus verdugos nazis. Y luego tuiteรณ una viรฑeta en la que Grecia era degollada por ISIS, que representaba la crisis. Un nuevo medio de comunicaciรณn hablรณ de “el Vietnam de Europa” en un editorial sobre el acuerdo de la UE con Grecia. Y miles, ya desde hace aรฑos, comparan a Merkel con Hitler y a Alemania con el rรฉgimen nazi. El exsecretario de Programa de Podemos, Juan Carlos Monedero, se atreviรณ hace unas semanas, incluso, a considerar que el “terrorismo financiero” causa mรกs sufrimiento que el nazismo.
En una reciente conferencia Joaquรญn Almunia, ex comisario de Competencia de la UE, comentaba que la historia de la crisis griega es imposible de comparar, es un caso รบnico. La crisis del euro lo es tambiรฉn. Por eso quizรก se compara tanto. Es una forma de “encajar una realidad caรณtica y difรญcil de interpretar en categorรญas previas para las que ya tenemos reacciones y narrativas hechas”, segรบn Jorge San Miguel, de Politikon.
Es posible criticar duramente a Alemania sin hacer alusiones al nazismo, al Tratado de Versalles o a golpes de Estado. El columnista del Financial Times Wolfgang Mรผnchau considera que el รบltimo acuerdo con Grecia “ha reducido la Eurozona a un sistema tรณxico gobernado por los intereses de Alemania y mantenido mediante amenazas con la absoluta miseria a quienes desafรญan el orden establecido.” El semanario The Economist lleva aรฑos exigiendo a Merkel que haga uso de su superรกvit y reforme sus infraestructuras. No solo porque lo necesitan sino porque ademรกs le vendrรญa bien a su economรญa y por lo tanto a la Uniรณn Europea.
La negativa alemana es profundamente moral. Schรคuble, ministro de Finanzas alemรกn, cree que “en los buenos tiempos el compromiso de los europeos para hacer reformas es muy bajo. Es un comportamiento muy humano. Por eso necesitamos utilizar esta crisis”. A Alemania le preocupa profundamente el “riesgo moral” de los rescates financieros. El riesgo moral o moral hazard en economรญa es, segรบn Krugman, “aquella situaciรณn en la que una persona decide tomar determinado riesgo mientras otro corre con el coste si las cosas salen mal”. Alemania sigue los preceptos del ordoliberalismo, un liberalismo que no reniega del papel del Estado sino que lo convierte en garante de la competencia y que hace especial hincapiรฉ en las normas constitucionales y el cumplimiento de los compromisos. La inflexibilidad alemana es profundamente moral, pero tambiรฉn ideolรณgica.
Tsipras y Varoufakis llevaron hasta las รบltimas consecuencias su negociaciรณn porque detrรกs estaba una UE que harรญa “whatever it takes” (las famosas palabras de Draghi) para salvar el euro. Alemania propone medidas de austeridad a otros paรญses sin tener en cuenta las consecuencias de esas polรญticas. Muchos partidarios de Syriza en Espaรฑa lo son desde la certeza de que no sufrirรกn las consecuencias de su desastrosa gestiรณn. Y muchos de los que llaman nazi a Merkel o dictadura a la UE en el fondo saben que el hecho de poder decirlo prueba que no es verdad.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciรณn de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemรกn' (Libros del Asteroide, 2023).