Los huesos de mi padre

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Serรกn รฉstos los 206 aristocrรกticos huesos de mi padre?

Todos completos, con su maxilar inferior, su frontal,

sus falangetas, su astrรกgalo,

su vรณmer, sus clavรญculas?

No se habrรกn confundido

en la Fosa Comรบn

con los de un vagabundo

de esos que abundan en las calles de Lima,

y mueren sin un grito? Cรณmo voy a confiar

en que sean รฉstos los huesos de mi querido padre,

don Octavio, Tachito,

si en la Fosa Comรบn donde lo echaron

puede ocurrirle cualquier cosa

a los huesos de uno?

Su hermano, tรญo Reynaldo habรญa jurado

encontrar a mi padre, y recorriรณ toda esta Lima a pie

durante un aรฑo, para hallar a mi padre, el poeta,

que se habรญa perdido en la ciudad,

como suele ocurrirles a los ancianos y a los locos.

Todos los dรญas salรญa, despuรฉs del desayuno,

a buscar al hermano mayor,

a aquel poeta provinciano,

talentoso, desgraciado y perdido

por los barrios de Lima. Llevaba

una vieja foto de mi padre, amarillenta,

donde aparecรญa con su pelo ya blanco,

sus ojillos brillantes de inteligencia, sus mejillas flรกcidas

labradas por aรฑos de inรบtiles batallas

contra lo que รฉl llamaba su destino adverso

cuando se hallaba de un รกnimo blasfemo,

dispuesto a enrostrarle a un Dios

en el que no creรญa,

sus continuos fracasos.

La boca grande, elocuente.

La frente alta y despejada. Con un terno marrรณn, creo,

a rayitas. Esa imagen debiรณ corresponder

a una รฉpoca feliz, tal vez la de Huaraz,

cuando estรกbamos todos juntos, mi hermana

mi madre y yo, mucho antes

del divorcio.

Reynaldo la mostraba

a la gente, los interrogaba venciendo

su enorme timidez: โ€œยฟHa visto a este hombre?โ€

indesmayablemente a pie,

tรญo de a pie como un remoto soldado de una guerra perdida,

raso, humilde, cumplido,

indagando en los parques, en los hospitales,

en las estaciones de autobรบs,

en los mercados,

pues querรญa encontrarlo,

รฉsa era la misiรณn que se habรญa impuesto

antes que la muerte se lo lleve.

Pero la muerte se llevรณ primero a tรญo Reynaldo

de un cรกncer al estรณmago,

sin saber que mi padre lo habรญa precedido en el รบltimo

rumbo,

y no fue sino mucho mรกs tarde que mi hermana

al fin encontrรณ a mi padre

en una Fosa Comรบn del cementerio de Miraflores

donde sus huesos misteriosamente habรญan venido a dar

porque nadie habรญa reclamado su cadรกver.

La muerte

que con callado pie todo lo iguala

lo habรญa sorprendido en un asilo municipal

donde llevan a los locos que vagan por las calles de Lima

y habรญa muerto, enloquecido y solo,

รฉl, Octavio, Tachito, el poeta, el hermano mayor

que habรญa nacido en cuna de oro.

Siempre pensรฉ que morirรญa rodeado

como Maese Manrique

de sus hijos, hermanos y criados

reconciliado con su terco destino

y cesarรญa la angustia

la loca angustia que desorbitaba sus ojos

porque no querรญa morir como un fracasado

y su muerte le cerrarรญa para siempre

las puertas de La Gloria.

No reposรณ un instante en vida

acechando a la suerte en todos los caminos,

en todos los concursos,

esperando un cambio del destino

un premio, algo definitivo

que sacase su nombre del anonimato

y le diese la paz. Ya no soรฑaba con el Premio Nobel,

sino con la publicaciรณn de sus poemas

que eran profundamente hermosos

y cada dรญa mรกs bellos

cuanto mรกs desgraciada era su vida.

Se sentรญa en deuda

con nosotros sus hijos,

y los recuerdos de nuestra infancia feliz lo atormentaban

hasta hacerlo sangrar

como un patriarca loco que ha perdido

el paraรญso inadvertidamente

por una mala mano en el tresillo

un mal consejo, o una debilidad de temple

inconfesable.

Entonces querรญa estar solo, huรญa

de la familia, se confundรญa

en Lima entre los vagabundos, le aterraba

y le atraรญa como un destino escrito

la mendicidad al final del camino. No aceptaba

el rol que todos querรญan para รฉl:

el del abuelo sabio y respetado

que mora y aconseja en el hogar de su hija: prefiriรณ

seguir en la batalla hasta el final,

irse a la calle

esperando un milagro.

Sus despojos

fueron a dar a la Fosa Comรบn

hasta que el proceso

de putrefacciรณn termine, en cosa de tres aรฑos

y sus huesos, mondos, nos fueron entregados

en una caja de zapatos, con una etiqueta

identificatoria.

Ahora reposan en el Cementerio el รngel

en una de esas fรบnebres bibliotecas de huesos

a pocos bloques de donde mi madre duerme su sueรฑo

eterno.

La muerte, piadosamente,

ha acercado los huesos de dos seres que la vida separรณ,

y sus nombres han vuelto a aproximarse

en el silencio de este Camposanto

como cuando se vieron por primera vez

y se amaron.

En ocasiones

mi hermana y yo llevamos flores,

a un sepulcro y el otro,

y todavรญa sufrimos por su amor desgraciado,

que sin embargo dio maravillosos frutos. ~

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