Ilustraciones: Luis Pombo

Los premios literarios

Un escรกndalo sacudiรณ la Repรบblica de las Letras en Mรฉxico: Sealtiel Alatriste, alto funcionario de la UNAM y escritor discutible, recibiรณ el Premio Xavier Villaurrutia, galardรณn al mejor libro del aรฑo. Ante las acusaciones de plagio, se vio obligado a renunciar a su puesto y al premio. Zaid analiza todas las aristas de este caso.
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Justicia literaria

La vida no es justa, y tampoco la vida literaria. Pero no hay que resignarse a la injusticia hecha a obras, autores, pรบblicos, lenguas y paรญses.

Hay injusticias irremediables: las obras perdidas, las lenguas extinguidas. Y no es fรกcil hacer justicia a todas las obras y lenguas ignoradas. ¿Quรฉ sabemos de la literatura estonia, vietnamita o swahili? Se traduce poquรญsimo, y casi todo de unas cuantas lenguas. Se ha avanzado mucho en la justicia a la literatura nรกhuatl y maya, pero no hay nada semejante para las otras lenguas indรญgenas. Es injusto que el corpus de poesรญa cora recogido por Konrad Preuss en Die Nayarit-Expedition (1912) estรฉ en cora y alemรกn, pero no todavรญa en espaรฑol.

La traducciรณn misma o las ediciones descuidadas pueden no hacer justicia a las obras. Hay que remediarlo. Las buenas traducciones y ediciones son perfectamente posibles. La buena crรญtica literaria tambiรฉn, incluso la que no se escribe, pero se ejerce por los editores de libros, periรณdicos y revistas, antรณlogos y jurados que dan premios.

Una injusticia irremediable estรก en el sufrimiento de los que sienten el llamado a las letras, pero no logran escribir algo importante. ¿Por quรฉ las musas despiertan el deseo, y luego se resisten? Hay algo triste en los amores no correspondidos. Pero quรฉ se va a hacer. Muchos son los llamados a la dicha de lo bien dicho y pocos los afortunados con ese encuentro feliz. Hasta los afortunados pueden acabar fuera del paraรญso. No hay leyes ni cuidados que puedan reparar esa injusticia.

Para los afortunados, el premio estรก en la obra misma (el encuentro feliz), especialmente si resulta memorable, aunque el autor se pierda de vista. Antonio Machado exaltรณ esa consagraciรณn invisible que reciben los autores anรณnimos de coplas, refranes y metรกforas memorables. Desear eso es preferir la gloria de las palabras a la gloria del autor. Recrearse en la obra (hacerle justicia) es mรกs importante que reconocer a su creador (hacerle justicia).

Nada glorioso, en cambio, es tomar un texto ajeno y firmarlo como propio. Es una confesiรณn de impotencia. No hay mayor desgracia que el desdรฉn de las musas, y se comprende que los desgraciados traten de consolarse con un maniquรญ al que le ponen lo que les gusta. Pero la desgracia empeora con el robo, que debe ser castigado legalmente o cuando menos exhibido.

Las leyes, naturalmente, son fรกciles de aplicar cuando se calcan pรกrrafos exactos, no en casos menos obvios. Hay plagios involuntarios, cuando la lectura capta elementos atractivos que ni siquiera puede precisar en quรฉ consisten, aunque despuรฉs los use, recreรกndolos. No se puede llamar plagio a la influencia. La reinvenciรณn de la prosa que pasa de Julio Torri a Alfonso Reyes, de Reyes a Borges, Arreola y Monterroso, de Borges a Cortรกzar, es una creaciรณn personal en cada caso. Hay imitaciones legรญtimas, transparentes y hasta declaradas, como el famoso soneto de Fray Luis de Leรณn (“Ahora con la aurora se levanta”) que corre bajo el tรญtulo de “Imitaciรณn del Bembo”. Hay hasta coincidencias asombrosas que no son plagios.

Pero resulta una coincidencia demasiado asombrosa (seรฑalada por Guillermo Sheridan en su blog de Letras Libres, “Un premio mal habido”, 25 de enero de 2012) que el obituario de Camilo Josรฉ Cela escrito por Javier Villรกn para El Mundo diga:

 

Sus escritos tienen esa savia y riqueza de carรกcter de alguien acostumbrado a lidiar los marrajos que la vida echa al ruedo.

 

Y que, cinco aรฑos despuรฉs, en un arrebato de inspiraciรณn, Sealtiel Alatriste escriba tambiรฉn sobre Cela (“Un beso en una Alcarria soรฑada”, Revista de la Universidad de Mรฉxico, enero de 2007):

 

Sus novelas tienen esa savia y riqueza de carรกcter de alguien acostumbrado a lidiar los marrajos que la vida echa al ruedo.

 

Me limito a esa frase inconfundible para no cansar al lector con una transcripciรณn mรกs amplia del plagio; y me limito a este aunque hay muchos otros. La pรกgina de “Enrique Sealtiel Alatriste y Lozano” en la Wikipedia tuvo una secciรณn completa dedicada a las acusaciones de plagio, suprimida el 27 de enero de 2012 (como puede verse en el historial de la pรกgina).

El mismo Alatriste habla de sus plagios en una declaraciรณn “Sobre la naturaleza de lo original”, donde dice que no son plagios, sino homenajes (sumamente discretos: sin comillas ni referencia al texto homenajeado). Reconoce que una novela suya de 1994 sigue a otra de Henry James “hasta el punto de que prรกcticamente la secuencia anecdรณtica es la misma y muchos de los diรกlogos de mis personajes estรกn tomados literalmente de los de James”. Lo รบnico original del premiado es la desfachatez: dice que no fue un plagio, sino “una especie de cita literaria elevada al cuadrado” (“Alatriste habla sobre su producciรณn literaria”, El Universal, 2 de febrero de 2012, citado por Sheridan en “Que me equivoquรฉ: que no son plagios”, El Universal, 7 de febrero de 2012).

Hay otras injusticias: los libros importantes que no se editan o reeditan, los que se editan mal o se traducen mal o no se traducen; las omisiones, errores, tonterรญas o sesgos de la crรญtica literaria; la piraterรญa. Todas son, ademรกs, injusticias al lector.

Publicar un libro malo en una buena colecciรณn es un fraude al lector que confรญa en el editor. Juan Josรฉ Arreola decรญa con resignaciรณn que toda buena editorial tiene su departamento de claudicaciones. Pero son claudicaciones. Defraudan. Van destruyendo un patrimonio social: la confianza del pรบblico lector.

Se dirรก que los mediocres encumbrados no engaรฑan a nadie, porque andan visiblemente desnudos ante los ojos de los buenos lectores. Se dirรก que hasta los buenos crรญticos se equivocan. Es verdad. Si T. S. Eliot, Edmund Wilson, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz y otras inteligencias semejantes votaran por las mejores obras literarias, coincidirรญan, digamos, en un setenta por ciento. Pero hasta sus diferencias de opiniรณn orientarรญan al pรบblico, por inteligentes y creรญbles. El buen juicio literario no necesita ser unรกnime para ser justo.

Escribir algo notable y celebrado por algunos conocedores es tan afortunado que no hace falta mucho mรกs: basta con una buena ediciรณn. Que no salgan reseรฑas (o sean tontas), que no se venda mucho o que no gane premios, no es para ponerse a llorar. Pero no hay que olvidar el interรฉs pรบblico: la injusticia a los lectores por los fraudes y ninguneos.

Ningรบn premio mal habido, ninguna reseรฑa favorable para quedar bien, ninguna antologรญa descuidada o complaciente, ninguna historia de la literatura con mรกs oรญdo para los nombres que ojo para los textos, ninguna claudicaciรณn editorial, engaรฑarรก a los buenos lectores. Pero destruyen la fe pรบblica, desorientan al pรบblico lector y hacen perder el tiempo.

Hoy que se publica tanto, es imposible leer todo para escoger lo que interesa. Los avisos de unos lectores a otros son indispensables: no te pierdas esto, no me convence aquello. La divisiรณn del trabajo explorador sirve para compartir hallazgos y ahorrar tiempo. La recomendaciรณn creรญble es un tesoro. La crรญtica profesional deberรญa ser la extensiรณn de este servicio amistoso a todos los lectores: los amigos desconocidos que necesitan y agradecen la orientaciรณn inteligente y sincera. Cuando no hay reseรฑas, antologรญas, editores ni premios en los cuales se pueda creer, pierde la sociedad: se vuelve menos.

Ignacio Solares, Ernesto de la Peรฑa y Silvia Molina hicieron mal su trabajo como jurados al conceder el Premio Xavier Villaurrutia 2011 a Sealtiel Alatriste y Felipe Garrido. No lo merecen, y al encumbrarlos de esa manera los dejaron expuestos a un ridรญculo innecesario. En las redes electrรณnicas y en las conversaciones hay cientos de manifestaciones de burla o repudio.

El caso de Alatriste va mรกs allรก de su mediocridad literaria. En el mundo del chisme es un personaje de la picaresca intelectual. En el mundo del poder cultural dispone de un presupuesto multimillonario para hacer pesar su presencia. Recibe el Premio Villaurrutia cuando estรก a cargo de la poderosa Coordinaciรณn de Difusiรณn Cultural de la Universidad Nacional Autรณnoma de Mรฉxico. Es como si el premio Villaurrutia 1980 que recibiรณ Alรญ Chumacero hubiera sido para Margarita Lรณpez Portillo cuando su hermano era presidente. Como si hubiera pase automรกtico de las cumbres del poder a las cumbres literarias.

Algรบn adulador le propuso al presidente Lรณpez Portillo poner a su hermana como presidenta de la Asociaciรณn de Escritores de Mรฉxico, y estuvo de acuerdo (“Esa Mayo… es buena para escribir”). Afortunadamente, ella tuvo amigas que (arriesgรกndose a ser vistas como enemigas) la disuadieron de exponerse a una rechifla. Desafortunadamente, Alatriste no ha tenido amigos prudentes o no les ha hecho caso. Un alto funcionario que no es visto como un gran escritor, y ademรกs tiene fama de plagiario, debiรณ, prudentemente, no dejarse encumbrar al premio prestigiado por Rulfo, Paz y otros.

Su fama de plagiario es merecida, como lo ha demostrado Sheridan acumulando ejemplos (“El plagiario, el mezquino, la leche”, blog de Letras Libres, 10 de febrero de 2012). Su impunidad es escandalosa. En los medios literarios, el plagio es objeto de escarnio, pero nada mรกs (a menos que el plagiado proceda legalmente). Pero en los medios cientรญficos conduce al desempleo para siempre. Por eso, como seรฑalรณ Jesรบs Silva-Herzog Mรกrquez (“Celebraciรณn del plagio”, Reforma, 6 de febrero de 2012), es inadmisible que un rector de la unam (que, ademรกs, proviene de los medios cientรญficos) tenga y mantenga a un plagiario como parte fundamental de su equipo. Menos aรบn cuando Alatriste lo arrastra al escรกndalo, declarรกndose institucional: “Ya lo pensรฉ bien y yo no voy a decir nada. Y la UNAM tampoco va a responderles. Lo consultรฉ con el rector y en eso quedamos” (“Impugnan el Premio Villaurrutia a Sealtiel Alatriste”, Proceso, 29 de enero de 2012). Envolverse con la bandera de la UNAM, en vez de dar la cara como escritor, es exigir solidaridad corporativa y apelar a un fuero ajeno a la Repรบblica Literaria.

Lo mรกs ofensivo de todo es, precisamente, el atropello a la Repรบblica Literaria: que las instituciones millonarias pesen mรกs que el buen juicio lector. Hay que cuidar esa repรบblica fantasmal, aunque no tenga campus, burocracia, ni presupuesto; aunque sea รกcrata y alborotadora, aunque pueda parecer poca cosa desde las alturas de un funcionario con sueldo comparable al presidente de la repรบblica: casi $200.000 mensuales ($144.000 netos, segรบn www.transparencia.unam.mx).

El presupuesto de las actividades que coordina Sealtiel Alatriste es del orden de un millardo de pesos ($1,000 millones). No pude obtener la cifra exacta, pero segรบn la pรกgina oficial de la Coordinaciรณn (www.cultura.unam.mx), tiene veinticuatro dependencias a su cargo: cinco secretarรญas, cuatro coordinaciones, siete direcciones generales y ocho direcciones que cubren artes visuales, mรบsica, teatro, danza, cine, literatura, publicaciones, librerรญas, radio, televisiรณn, museos, centros culturales, recintos, extensiรณn acadรฉmica, formaciรณn integral, asuntos internacionales, finanzas y comunicaciรณn en el CCU, San Ildefonso, Casa del Lago, Palacio de la Autonomรญa, El Chopo, Tlatelolco, Santa Catarina y otros lugares.

Segรบn el boletรญn 727 de la Direcciรณn General de Comunicaciรณn Social, el presupuesto para “difusiรณn cultural y extensiรณn universitaria” de la UNAM en 2012 es de $2.602 millones. En 2011 fue de $2.426, de los cuales hay desglose (que redondeo a millones) para los siguientes conceptos (www.transparencia.unam.mx):

No es fรกcil hacer un cruce completo entre el organigrama de la Coordinaciรณn y los renglones presupuestales. Es obvio que los 174 millones de pesos del primer renglรณn no se refieren a todo el presupuesto de la Coordinaciรณn, sino a la oficina principal. Por otra parte, hay dependencias que figuran en el organigrama, pero no tienen su propio renglรณn en el resumen presupuestal; y otras que tienen su propio renglรณn, pero no figuran en el organigrama. Por ejemplo: se ha dicho que Ignacio Solares, como director de la Revista de la Universidad, es un subordinado de Sealtiel Alatriste; pero no estรก en el organigrama de la Coordinaciรณn y, segรบn el directorio de la revista, depende directamente del rector.

Siendo coordinador de Difusiรณn Cultural, Sealtiel Alatriste fue jurado del Premio Nacional de Ciencias y Artes dado en 2010 a Ignacio Solares (que habรญa sido coordinador de Difusiรณn Cultural) y a Gonzalo Celorio (que tambiรฉn lo fue). Es lamentable, pero mรกs aรบn la recรญproca en el Premio Villaurrutia 2011, donde un excoordinador de Difusiรณn Cultural (Solares) premiรณ al coordinador de Difusiรณn Cultural que estรก en el poder (Alatriste). El Villaurrutia naciรณ, y todavรญa se anuncia, como un “premio de escritores para escritores”, no de funcionarios de la UNAM para funcionarios de la UNAM.

En la solemne ceremonia de entrega de los Premios Universidad Nacional 2011, el discurso estuvo a cargo de Sealtiel Alatriste que, entre otras cosas, dijo: “Estamos sumidos en una crisis moral, social y econรณmica que requiere, de nuevo, replantearnos la hazaรฑa que estรก simbolizada en nuestra Universidad” (Revista de la Universidad de Mรฉxico, diciembre de 2011). Hay universitarios ofendidos de que las hazaรฑas de Alatriste sean vistas como sรญmbolo de la UNAM. ~

 

Este artรญculo apareciรณ en el Blog de la Redacciรณn el pasado 15 de febrero al mediodรญa, antes de la renuncia de Sealtiel Alatriste a su cargo en la Coordinaciรณn de Difusiรณn Cultural de la UNAM y al Premio Xavier Villaurrutia.

 

 

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Claridad en los premios

Carlos Pellicer invitรณ a cenar a unos amigos, y a los postres les anunciรณ una primicia. Estaba escribiendo sus Sonetos a la Virgen y les leyรณ algunos. Como era natural, se deshicieron en elogios. A lo cual respondiรณ:

 

–Mis queridos amigos. Estos sonetos concursaron en los Juegos Florales de Sahuayo. Ustedes fueron los jurados y no les dieron ni menciรณn.

 

Alejandro Avilรฉs y Manuel Ponce, separadamente, me contaron su desconcierto, y me aseguraron que los inconfundibles sonetos nunca llegaron a sus manos. Alguien hizo una preselecciรณn para ahorrarles trabajo, y ellos escogieron lo mejor que encontraron.

La administraciรณn descuidada desprestigia los premios. Los enjuagues existen, pero no hacen falta para que el resultado sea injusto. El jurado, los concursantes, los administradores y patrocinadores pueden actuar de buena fe con resultados sin sentido.

Hay quienes piensan que los premios deberรญan suprimirse porque estรกn amaรฑados y, aunque no lo estรฉn, son inciertos como indicadores de excelencia. La lista de premiados y no premiados con el Nobel de literatura parece darles la razรณn. No se puede decir que el primero (Sully Prudhomme, 1901) y el primero de lengua espaรฑola (Josรฉ Echegaray, 1904) sean mejores que Tolstรณi, Proust, Kafka o Borges, que no fueron premiados.

Claridad en los premios 1
Luis Pombo

Kjell Espmark, que presidiรณ el jurado de 1988 a 2005, trata de explicar lo que sucede en El Premio Nobel de Literatura: Cien aรฑos con la misiรณn, y destaca el problema de la claridad. El mandato escrito por Alfred Nobel para los cinco premios anuales pedรญa el galardรณn para quienes hubiesen “llevado a cabo el mayor servicio a la humanidad” en el aรฑo anterior; y, en el caso de la literatura, para quien “haya producido lo mejor en sentido ideal”. A partir de esta vaguedad, ¿cรณmo proceder?

Se comprende que algunos miembros de la Academia sueca propusieran rechazar la encomienda. Convertirse en tribunal de lo mejor en el planeta era ajeno a su misiรณn y superior a sus fuerzas. Estaban dedicados a cuidar el sueco: preparar diccionarios y editar a sus clรกsicos. (Curiosamente, ni Espmark ni la pรกgina oficial de la Academia mencionan que el primer proyecto de estatutos fue encargado a Descartes por Cristina de Suecia, que querรญa hacer de Estocolmo una Atenas del Norte.)

Nadie propuso a Tolstรณi para inaugurar el premio de literatura; y, cuando se supo que el honor habรญa sido para Prudhomme, se armรณ un escรกndalo. Docenas de escritores suecos protestaron en una carta pรบblica a Tolstรณi, “venerado patriarca de la literatura contemporรกnea”. Tolstรณi la agradeciรณ, aunque en la respuesta dijo tambiรฉn estar contento: se salvรณ de un dinero que “no puede hacer otra cosa que daรฑo”. La respuesta sirviรณ para que el aรฑo siguiente, cuando sรญ fue presentado, tampoco fuera premiado. Todavรญa en 1905, hubo un dictamen (encontrado por Espmark en los archivos) donde se condenaba La guerra y la paz por atribuir “al ciego azar un papel tan decisivo en grandes acontecimientos de la historia mundial”.

¿Por quรฉ se han multiplicado los premios? Porque son baratos. Los premios que apoyan el lanzamiento de un bestseller son nada frente al negocio del editor. Naturalmente, la mayor parte de los premios no sirven para vender, pero son actos de relaciones pรบblicas tan baratos para vestir a las instituciones que fรกcilmente acaban manejados de cualquier manera, con resultados contraproducentes: la oscuridad o el escรกndalo. Innecesariamente, porque si se quiere celebrar a alguien, basta con organizarle un homenaje, sin las complicaciones de un supuesto concurso donde resulta ganador.

Para el joven Salvador Elizondo, que estaba indeciso entre dedicarse a escribir, pintar o hacer pelรญculas (como su padre), fue decisivo recibir el Premio Villaurrutia 1965 por su primera novela (Farabeuf o la crรณnica de un instante), a los 33 aรฑos. A partir de ahรญ, se consagrรณ a las letras. El premio fue importante tambiรฉn para su editor, Joaquรญn Dรญez Canedo, que acababa de fundar la editorial Joaquรญn Mortiz (en 1962) y habรญa apostado por la calidad del libro, a sabiendas de que no serรญa un bestseller. Tambiรฉn fue importante para las letras mexicanas: ampliรณ sus horizontes con una novela que llamรณ la atenciรณn internacional (fue traducida a cinco idiomas). Y fue bueno para los lectores que, sin el premio, nunca se hubieran enterado.

Los premios pueden ser creadores: aportar una perspectiva inรฉdita en la recepciรณn de una obra. Animan al premiado y a la comunidad lectora en una direcciรณn significativa. No hay que tomar a la ligera su creaciรณn y mantenimiento, aunque el monto sea bajo. Lo que estรก en juego es mรกs importante que el dinero: la orientaciรณn de la opiniรณn pรบblica, la confianza en que los certรกmenes son serios.

Para que lo sean, no hay que improvisarlos. Por lo mismo, no puede haber muchos: la seriedad exige preparaciรณn, trabajos y cuidado. Su configuraciรณn es esencial para que tengan sentido. Las reglas deben ser claras y practicables. No tan restrictivas que produzcan un solo candidato (en cuyo caso parecerรญa que “tienen dedicatoria”), ni tampoco cientos. El jurado debe estar bien escogido. Las fechas y tiempos para recibir candidaturas, estudiarlas, discutirlas y dictaminar deben estar bien pensadas. Todo el proceso, incluso la discusiรณn que desemboca en el veredicto, debe sujetarse al escrutinio pรบblico. Ademรกs, serรญa bueno dar cierto protagonismo a los jurados, volviรฉndolos responsables de manera visible: pagรกndoles generosamente (porque es mucho trabajo) y filmando la discusiรณn para los noticieros culturales.

Un concurso de novela para escoger la mejor entre quinientas no puede ser serio, porque no es posible que todos y cada uno de los jurados hayan leรญdo todas y cada una de las quinientas novelas. Es un fraude al pรบblico y a los 499 perdedores, movilizados para cubrir las apariencias. Si existe un jurado previo encargado de eliminar las que no merecen llegar al jurado final, este procedimiento deberรญa ser explรญcito y los nombres de los encargados de la preselecciรณn deberรญan ser pรบblicos, asรญ como la lista que resulte de su trabajo.

Tampoco son serios los concursos dominados por camarillas de las grandes instituciones, aunque su propรณsito no sea ganar dinero, sino ascensos en la burocracia donde estรกn haciendo carrera. A los trepadores, como a los vendedores, no les interesa el buen juicio lector: bueno es lo que se vende, bueno es lo que se premia. Con distintos propรณsitos, abusan de la confianza pรบblica.

Nadie mรกs alejado de esos criterios extraliterarios que Xavier Villaurrutia. Tenรญa, segรบn cuentan, la manรญa antolรณgica de hacer listas de los mejores escritores. Un juicio que seguramente pesaba entre quienes lo respetaban, pero no tenรญa efectos en las ventas ni en la carrera burocrรกtica de nadie. Inspirado en รฉl, cinco aรฑos despuรฉs de su muerte en 1950, Francisco Zendejas inventรณ el Premio Xavier Villaurrutia “de escritores para escritores”, a diferencia del Premio Nacional de Literatura que era un premio del Estado.

El Villaurrutia no empezรณ premiando a los veteranos consagrados, aunque en retrospectiva pueda parecerlo. De seguir ese criterio, hubiese empezado por Alfonso Reyes, que nunca recibiรณ el premio, y por esos aรฑos (entre sus 64 y 66) publicรณ libros admirables: Memorias de cocina y bodega (1953), Parentalia (1954), A campo traviesa (1954), Trayectoria de Goethe (1954), Quince presencias (1955). Ahora nos parece que el primer premiado (Juan Rulfo, en 1955) era un consagrado, pero fue al revรฉs: el premio ayudรณ a consagrarlo, cuando tenรญa 38 aรฑos y acababa de publicar su primera novela, Pedro Pรกramo.

Esa capacidad de acertar y anticiparse al reconocimiento que alcanzaron Rulfo y Elizondo le dio prestigio al premio. Tambiรฉn el hecho de que en 1958, 1961 y 1962 fue declarado desierto. No cualquiera ganaba el Villaurrutia. Ni siquiera los veteranos de lujo, como Reyes. Fue un premio para escritores que ya no eran promesas, sino jรณvenes maestros dignos del espaldarazo del gremio.

Si el jurado del Premio Villaurrutia 2011 (Silvia Molina, Ernesto de la Peรฑa e Ignacio Solares) no encontrรณ nada mejor que los libros de dos veteranos mediocres (Sealtiel Alatriste y Felipe Garrido, de 63 y 70 aรฑos), debiรณ declarar desierto el premio. La Sociedad Alfonsina Internacional y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, que lo organizaron, nos deben explicaciones:

 

1. ¿Cuรกles son las reglas del Premio Villaurrutia? ¿Dรณnde estรกn publicadas?

2. ¿Quiรฉn nombrรณ a los jurados, con quรฉ criterio? ¿Seรฑalaron sus posibles conflictos de interรฉs? ¿Se abstuvieron de votar en algรบn caso?

3. ¿Dรณnde se publicรณ la convocatoria? ¿Quiรฉnes podรญan ser candidatos y quiรฉnes no? ¿Cรณmo llegaron las candidaturas al jurado?

4. ¿Dรณnde estรก la lista de las obras que concursaron? ¿Cuรกntas sesiones dedicaron a su discusiรณn? Si fueron decantando sus preferencias en votaciones sucesivas, ¿cuรกl fue el resultado de las votaciones intermedias? ¿Quiรฉnes quedaron como finalistas?

 

Dado que el escรกndalo resultante no se habรญa visto en los 56 aรฑos del Villaurrutia, y dada la importancia que ha tenido y puede seguir teniendo un premio de tanta tradiciรณn, lo razonable es declararlo desierto para 2011. No basta con descalificar a uno de los premiados, convicto y confeso de copiar lo ajeno sin usar comillas ni dar crรฉditos. Hay que descalificar al jurado, que no tomรณ en serio su trabajo y asรญ produjo un dictamen nada respetable. ~

 

Publicado originalmente en el Blog de la redacciรณn el 28 de febrero de 2012.

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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