Oliver Stone: buscando a Castro

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     El régimen de Fidel Castro es uno de los más ricos en mentiras que ha dado la historia política moderna (lo supera su mito mayor, la Unión Soviética). Hay veces en que la realidad ofrece algún discreto apoyo para que el necesitado de milagros vea la presencia de la Virgen entre el follaje, a Don Juan Matus elevarse por los aires o a Zeta Jones salir del televisor y sentarse con un whisky en nuestro sofá. Pero el caso de Castro y su revolucionaria dictadura es, siendo cubano, extraordinario, como no podía ser menos. Las islas son proyección de los dones de lo utópico. Que Cuba sea una isla le otorga perfiles insaciables para la imaginación: una utopía tiene que estar aislada, y si lo está además por un poderoso (el famoso bloqueo, que es en realidad una prohibición lateral), por el
     Gigante por antonomasia, usa, con lo mal que suele caer un país de hacedores, no habrá buen razonamiento ni visión de hambrientos, presos, humillados y ofendidos que haga pensar a los recalcitrantes que Castro es un terrible dictador, el dirigente que más daño ha hecho a Cuba en toda su historia y, espero, en su porvenir. Marx pensó, en su mecánica economicista, que el capitalismo era la etapa previa del comunismo, pero Cuba, como la urss, tras el paso de la dictadura está alcanzando la economía medieval, salvo que en el caso de Cuba sólo hay un señor feudal, Fidel, administrador de la carne de res, de los dólares y de los turistas para beneficio propio y de una oligarquía militar, aunque, ojo: en nombre de la Revolución. Para cierta clase intelectual, la Revolución sigue intacta a pesar de la tozuda realidad. Cuando en un país hay gente juntando dos maderas para, arriesgando su vida, irse a la otra orilla, pensar que lo hace porque son pequeñoburgueses no sólo es excesivo, es canalla, pero todavía hay quien lo cree en nuestra comunidad intelectual. Aunque los tontos de reflexión jesuítica no sólo abundan en nuestro país. En Estados Unidos tienen a Oliver Stone.
     Con motivo de la presentación en San Sebastián de su último filme, Looking for Fidel (Buscando a Fidel), Stone ha sido pródigo en declaraciones. Como se recordará, Stone perpetró otro documental en 2002, titulado Comandante, del cual este último es secuela y cuya reacción adversa en Miami suscitó en el cineasta la agudeza de que esos espectadores habían “politizado la película”. No sé qué les parecerá a ustedes, pero yo apelaría a la antropología cultural y al estudio de las religiones para entender en su contexto esas tres palabras: un documental sobre Fidel Castro y la Cuba de los últimos cuarenta años había sido politizado, cuando lo lógico sería entenderlo más allá de la historia, o como una historia “personal”. Como si Fidel Castro fuera una persona… Quiero decir: Fidel es una persona, no cabe duda, pero eso no interesa a nadie, porque en Cuba nadie lo conoce como persona, ni siquiera sus concubinas, ni su dentista, ni sus médicos. No, Fidel es, y eso es lo único que nos importa, Castro: el Comandante. Pero Stone, que asegura que Castro “es uno de los hombres más sabios, es un superviviente y un Quijote”, vio rápidamente que no habían querido aceptar a su criatura en su esencia, desprovisto de historia. ¿Cómo se les habrá ocurrido a esos cubanos exiliados politizar un documental sobre Fidel Castro? ¡Lo que hace el capitalismo, siempre politizando!
     Oliver Stone no sólo piensa que Castro es sabio, superviviente (todos lo somos, hombre, mientras vivimos) y Quijote, sino que Castro es una persona, a la que admira (imagino que como dictador) porque “ha sobrevivido a seis presidentes norteamericanos”. Hombre, si se trata de eso, Stone puede seguir con la lista y ponerle unas velas a Franco y a Salazar, por no alargar la lista ni las velas. Pero lo que la criatura quiere decir es que hay una guerra de Estados Unidos contra Cuba, y va ganando Castro. Es lo bueno de no tener historia, que además de que no hay aspirinas en la isla, ni azúcar suficiente (la importan), ni carne, ni luz para poder trabajar las horas necesarias, los cubanos resisten una guerra contra el Imperio. Desaparecida la urss y su influencia en Cuba (sostenían buena parte de su economía para chinchar a los norteamericanos a pocas millas), la verdad es que a la administración estadounidense sólo le interesan esos cientos de miles de votos de cubanos residentes en su país. Lo demás es cuento.
     Castro es más listo que Oliver Stone: lo dejó entrar y molestar un poco, pero sólo un poco. De hecho, a Fidel le gustó Comandante. “Le pareció —confiesa sudoroso Stone— que lo había humanizado”. Subrayo que si el cineasta logró tal proeza, hay que aceptar que puede hacer cualquier cosa, porque “humanizado” aquí quiere decir: con aspectos íntimos, afectivos, que lo hacen como cualquiera de nosotros; se enternece, duda, tiene debilidades. Esta humanización del Comandante es la imagen que Stone quería brindar al pueblo norteamericano, porque “la única manera de evitar la violencia es conociendo y entendiendo al adversario”, frase que, puesta en roman paladino, como ya habrán adivinado, reza así: cada cual tiene su corazón, todo el mundo es bueno, Fidel también. A Raúl Rivero y a sus compañeros encarcelados por un delito de opinión que no es delito en ningún país libre, no sé si la imagen humanizada de Fidel les ayudará a “conocer al adversario”. En este último documental, Stone hace algo más necio: interroga a algunos presos políticos en presencia de Castro, es decir, de su carcelero, del que les administra el arroz y el agua… Stone se encontró en Cuba con una situación de apertura y libertad que no ha “encontrado en ningún otro país de la zona, ni en el Caribe ni en Centroamérica”: se refiere en estos términos a un país donde usted, extranjero, no puede viajar por la isla acompañando a un cubano sin un permiso (que será denegado) de la policía, donde no puede entrar en un hotel de turistas con un amigo cubano ni bañarse con él en las playas. Es la forma que Castro tiene de amar a su pueblo, humillándolos y convirtiéndolos a todos en jineteros y jineteras, quiero decir, jodiéndolos. Stone está orgulloso de su Comandante, y gracias a que “Fidel se fiaba de mí” pudo hacer esta larga entrevista de cuarenta horas, resumida en cincuenta minutos, Looking for Fidel. Si Fidel se fía del humanizador cineasta, tenemos buenas razones para no fiarnos de Stone, porque con tales piedras se han hecho tales castros. –

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(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)


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