Ilustración: Alejandro Magallanes

Pasa, Galán, pasa. Notas de dietario

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20.176. Ayer se celebró, adelantada, la navidad de los estudiantes. Los jóvenes reciben unos vales muy baratos con los que esa noche pueden beber sin tasa, y acuden miles de ellos no solo desde los pueblos de la provincia sino hasta de Madrid, para beber como desaforados. La ciudad queda embrutecida y a la mañana siguiente todavía se puede encontrar en los bares a algunos resistentes que se están tomando las últimas copas antes del colapso, a la voz de “¡que no decaiga!”. Esa tarde, la tarde después de la fiesta estudiantil, salgo de paseo y no muy lejos del hotel, en la calle Fray Luis de Granada, doy con uno de esos bares oscuros y tristes como hay cien mil en nuestro país, un bar hundido en relación a la acera, silencioso, para los perdedores del barrio… Se llama La Armuña. Reina una atmósfera sombría, mortecina, de establo abandonado. Hay tres mesas, un mostrador de latón, una máquina tragaperras y otra de tabaco. En la fiambrera solo se ve un cabo de un chorizo. Hay dos clientes gordos hablando con el dueño, un señor mayor, flaco, encogido en un taburete bajo, fumando Ducados, obviamente intoxicado de alcohol, y reconcentrado en sus cosas. Para animarles estos dos hombres dicen que seguro que anoche hizo buena caja, con la fiesta de los estudiantes… y que seguro que ni siquiera se ha acostado todavía. Luego los dos gordos tratan de animarle a introducir mejoras en el bar, le sugieren que siga el ejemplo de otro bar que ha incorporado una plancha, y allí, gracias a esa plancha, hacen panceta, morcilla de Burgos, y una cosa que ahora está de moda: un huevo con patatas fritas. ¡Y el tío cobra la ración a 1,70!…

Dicen esa suma como si fuera una enormidad.

–Oye, si no te costaría nada… les das panceta, salchicha, morcilla…

Detrás del mostrador el dueño sigue impertérrito, abstraído, con la mirada perdida, como si no les oyese, a pesar de la vehemencia con la que le brindan sus consejos. Él se limita a servirse un traguito de whisky dyc, luego enciende otro cigarrillo. Le pido un Ballantine’s, me lo sirve.

Es un hombre bajito, de rostro alargado, huesudo, demacrado, con una buena mata de pelo negro y grasiento. Viste con un jersey, y unos tejanos le cubren las piernecillas. De vez en cuando blasfema: “¡Me c… en Dios!… ¡Me c… en su puta madre!…” y repite un chascarrillo al principio incomprensible: “Tira, Galán! ¡Galán!” “Coño, Galán, vente pacá que nos haces falta!…” “¡Coño, Galán… Coño, Galán!”

Luego los dos clientes gordos se van, y me quedo solo con él. En la pared tiene una caricatura suya, bastante lograda: le han dibujado de cuerpo entero, pero con algo raro, una fijeza de los brazos alzados como si viese algo que le diera pánico o se le hubieran agarrotado… En esa pose recuerda el Angelus Novus de Klee, el “ángel de la historia”. Debajo, unas letras descabaladas le identifican con el nombre de “Pichardo”.

¿Usted no es de aquí? Y cuando le digo que soy de Barcelona me dice: ¿Y no conocerás a José Luis Muñoz, que tiene en la Barceloneta la pensión Salamanca? ¿No? Coño, Galán, me c… en Dios.

Le cuento que estoy aquí por una reunión de Comercial Santaguas, y dice: Los Santaguas sí tienen una empresa importante… tractores y maquinaria, y son de Roelos. ¿Los hermanos Santaguas? De Roelos. ¡Me c… en Dios! Es el pueblo al lado del mío. Mira, yo he sido alcalde de Espinar durante 36 años. En las elecciones le dimos una hostia, pero una hostia al otro… Yo soy del psoe. En realidad, en mi pueblo, en Espinar, el psoe soy yo… De 362 municipios que hay en la provincia, solo en doce han ganado los socialistas, y entre esos, el mío. ¡Se lo dice el cura!

–¿Usted es cura?

–¡Que no! Soy Ezequiel Pérez Sabina, alcalde de Espinar. ¡Pasa, Galán! ¡Coño, que te necesitamos!

–¿Y cómo consiguió ganar las elecciones?

–¿Cómo? Porque me salió de los cojones. –Se pone a imitar un pase torero–. El cura decía… Pero yo… ¡Los naturales se dan en Las Ventas, y con la mano izquierda! ¡Qué capotazo le di, me c… en Dios! Yo decía: “¡Que viene la nube por ahí… ¡Uy, que viene por ahí la granicera! ¡Me c… en Dios, venid para acá que os ensarto!”

–Y dígame, Ezequiel, ¿cuántos vecinos tiene el pueblo de Espinar?

–¡Ciento diez habitantes! Y me dice el cura: “Ya te va a dar mucho dinero Zapatero por esta victoria.” Y le digo: “Ya me lo he gastado, he comprado dos bulldozers y una grúa para tirar abajo la iglesia.”

–¿El cura, si lo entiendo bien, es de derechas?

–¡Coño, no lo va a ser, todos los curas son de derechas! Mira yo le hice volver la procesión que quería hacer, le dije: Mira, cura, que todos los vehículos necesitan permiso de tránsito y este carricoche que tú has sacado, te puedo multar. ¡Y tuvo que dar media vuelta con su procesión y su efigie…!Yo le dije al cura… ¿Sabes cuál es la puta más puta de la historia?

Entonces me cuenta un chiste blasfemo.

–Veo que a usted le gusta provocar.

–Pues sí, me c… en Dios, al cura sí.

–¿Y si un día alguien se le revuelve? ¡Que es usted muy enclenque y bajito!

–Yo a los cojones le llego a cualquiera.

Me cuenta otro chiste tan obsceno que no apetece escribirlo. Y luego:

–¡Tira! ¡Tira! ¡Tira! –y se pone a contarme su vida–: Mire usted, a los ocho años me envía mi padre a trillar, a mi madre le pareció bien, dijo: “Pues es una boca para fuera”, ¡y es que éramos siete en casa! Pero vea usted, con ocho años, con ocho años. Me dieron en pago unos calcetines… ¿Qué te parece? Trillando todo el día, y en pago unos calcetines… ¡Ocho años tenía!…

Tiene dos hijos, y hace cinco años se quedó viudo. Sus hijos entonces, para tranquilizarle, le dijeron: “Padre, aquí no ha pasado nada”, queriendo decir que no iban a ser una carga para él, que se pondrían a trabajar, aunque solo tenían trece y quince años. Y en efecto, ahora el pequeño trabaja allí en la siguiente esquina, y el otro, el Andrés, es nada menos que camarero en el Hospital Universitario… y ahora le han vuelto a llamar para que trabaje también en El Perro Verde.

–Le han dicho: “Vente para acá Galán que te necesitamos.” Y yo: “Tira, Galán, tira, Galán.”

En esas vuelve a entrar en el bar uno de los dos clientes gordos de antes, con una camisa a rayas blancas y azules bajo el chaleco parduzco. Ahora se fija en mí y le parece que nos conocemos de algo. Yo le pido a Ezequiel el segundo Ballantine’s y le explico al Gordo que no es posible que nos conozcamos, no soy de aquí, quizá me haya visto en la televisión, que salí el otro día.

El Gordo se queda callado un momento, tratando de recordarme en la pantalla, luego se me presenta, diciéndome que es amigo del dueño, pero que es en política “del otro lado”, o sea del pp.

Me pregunta cómo van las cosas en Barcelona. Que hay mucha crisis, le digo, pero se va tirando como se puede. Claro, hay que plantar cara como sea, en su sector también van mal las cosas, ha bajado el treinta por ciento el consumo de calefacción, y eso que estamos en el crudo invierno. Entonces también él se pone a contarme su vida.

–A los trece años era caramelero.

–¿Y eso qué es?

–Repartía caramelos en el cine. Luego fui botones, hasta que me dice el jefe que tengo que llevar la leche a cinco señores, y yo le digo que soy botones, no lechero. Me echó. Entonces me puse en una panadería. Luego cambié a chispas, o sea ayudante de electricista. Luego, y desde los veintitrés años, soy independiente, trabajo por mi cuenta. Y encima tengo empleadas a once personas y media. ¿Quieres saber por qué digo media? Porque a uno le tengo a media jornada. Y de esos once, uno es el hijo menor de Ezequiel…

Ezequiel ha vuelto a ensimismarse desde que el Gordo ha comenzado a exponer su vida dura, difícil, tan llena de potencia y sufrimiento y lucha, también, en fin, una vida victoriosa, en un lugar donde se ha tenido que pasar mucha necesidad. Ezequiel extrae con la parsimonia vacilante tan característica de los borrachos que llevan muchas horas en remojo otro cigarrillo del paquete de Ducados; se lo coloca parsimoniosamente entre los labios; lo enciende. Pensando para dentro, seguramente balanceándose en seguimiento de una idea peregrina o una imagen. Parece que solo sale de su estado letárgico cuando puede hablarle al forastero. Mientras, el Gordo habla, un poco emocionado, durante cinco o seis minutos, de sí mismo y de las dificultades que ha tenido que superar en la vida para salir a flote, le da tragos a un vaso de tubo, y se va definitivamente. Entonces arranca Ezequiel:

–¡Galán! ¡Pasa, Galán! –agarra de una balda una botella de whisky dyc, whisky segoviano, y se la lleva a los labios.

–Yo con su permiso voy a beber a gollete.

–Haga como quiera –le digo. Él mira de reojo hacia la calle, por ver que nadie le sorprenda bebiendo de la botella, bebe un trago corto, la vuelve a dejar.

–Pasa, Galán…

20.177. – La variedad del mundo se explica como una estratagema de los organismos para eludir la voluntad homicida de las bacterias.

O sea que esta fabulosa diversidad hay que entenderla como una “reacción”, mientras que lo tanático es la “acción”.

Pero ¿por qué se empeñan las bacterias en matar y los organismos en prevalecer, y por qué este juego de la voluntad ciega tiene que organizarse precisamente así?

Estamos como en el principio persa: en la lucha de la luz y las tinieblas, el bien y el mal, para explicar el mundo aproximadamente.

20.178. – Llevo a la anciana señora Ribas a ver la expo “Retratos de la Belle Époque”. Entre ellos, el de Cléo de Merode por Boldini, que me emociona porque la bella bailarina aparece como mención fantasmal en Europa de Gary. Había otro retrato de la misma famosa bailarina pero este sin interés.

Cléo estaba considerada la mujer más hermosa de su época; Leopoldo II de Bélgica, el rey diabólico, asesino de masas en su finca del Congo, en vano la perseguía anhelante por los salones de París.

Había un retrato del joven Proust por Blanche, pero no el retrato aquel tan turbador donde se le ve tan pálido, ojeroso de kohl, lánguido.

Ante el emocionante retrato de Chéjov por Braz, el gran pintor ruso, en el que el escritor posa, según la convención, con la mano apoyada en la mejilla y el índice en la sien, la señora Ribas dice que su abuela tenía en casa un retrato de alguien en la misma pose, y que todos le hacían a su abuela la broma de que el retratado le estaba diciendo que estaba loca.

Ante otro Boldini, impresionante retrato de una dama con un vestido de seda rosa acuchillado de luz, su opinión es: “Le convendría un buen depilado de cejas”, pues en efecto la dama del cuadro tiene unas cejas considerables.

De haber nacido antes y un poco más al norte, la señora Ribas, que de joven era tan guapa y fina y quizá velaba mejor su desmoralizadora memez, hubiera podido ser esa dama del vestido de seda rosa, o una amiga de Proust o de Cléo de Merode.

20.179. – El síndrome que no sé si llamar “el Resentimiento del Triunfador” o “el Rencor del Triunfador”, tan extendido en el gremio literario, me interesa. Así los escritores con éxito de público y que han ganado una fortuna pero no soportan el hecho de que el gremio de los críticos no les admire; otro que sí ha hallado gracia a los ojos de la crítica en vez de celebrarlo envidia la riqueza de un colega al que simultáneamente desprecia por comercial y vulgar; y, en fin, también hay quien teniendo éxito comercial y respaldo crítico no puede perdonar ni olvida las pequeñas heridas a su ego formidable que enemigos fantasmales le infligieron en el año de la Maricastaña. Seguramente es el rencor de haber tenido que luchar demasiado por el éxito, o de que este haya llegado tarde, y es verdad que si no llega al principio siempre llega tarde, como el coche descapotable rojo que el niño ambiciona para viajar por carreteras arboladas y francesas, con el cabello sacudido por el viento, y cuando llega el día en que se lo puede permitir ya se ha quedado calvo.

20.180. – Hoy se celebran las elecciones generales. Está cantado que ganará el pp, pero hace ya días que Niño Becerra, que auguró la catástrofe para España y que va viendo cumplidos punto por punto sus tétricas profecías –esas catástrofes a las que nos invita como a una fiesta– le recomienda a Rajoy que no gane. Es verdad que en todas partes se comenta que raro será que el Gobierno próximo (del pp) logre agotar la legislatura, pues habrá un malestar social exasperado; algunos sugieren la conveniencia de formar gobiernos de coalición, o de Salvación, y hoy he leído en El País un artículo de Pradera titulado “Al borde del abismo”, insinuando que vamos a la catástrofe, que mañana, mañana mismo, puede producirse un ataque definitivo a la estabilidad económica de España y que además estaremos con un presidente interino. Mientras, los nacionalistas catalanes hablan de sus cosas. Parafraseando a Maurice Chevalier: “Cuando un nacionalista se encuentra con otro nacionalista, lo único que hacen es hablar de cosas de nacionalistas.”

Por la noche se confirma la victoria del pp y un desplome vertiginoso del psoe.

Antes de acostarme escribo un artículo para Tiempo recordando a Chema Alvargonzález… y al entrar en la web para enviarlo encuentro la noticia de que hoy ha muerto, precisamente, Javier Pradera. ~

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