Piranesi: la melancolía como cárcel interior

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Los artistas han generado una multitud de representaciones de la melancolía, pero las imágenes que han creado giran en torno a muy pocos temas. El más conocido es la figura doliente de una persona que apoya el rostro en su mano, cristalizado en el famoso grabado en cobre de Durero, de 1514, que representa al ángel de la melancolía. Este estereotipo ha estado presente desde hace siglos en el arte occidental. Otros lugares comunes han dibujado los símbolos de la muerte, cráneos y esqueletos, como alegorías de la depresión que produce el carácter efímero de la vida y de las cosas que nos rodean. Hay también muchas obras que pintan la melancolía impresa en paisajes lóbregos de ruinas antiguas.

Me he preguntado muchas veces si algún artista ha intentado representar los sentimientos y los temores internos que produce la melancolía. ¿Ha sido pintado el paisaje interior del sufrimiento melancólico? Lo que generalmente encontramos son las representaciones externas del humor negro, junto con los símbolos y las señales que denotan el profundo malestar que domina a los aquejados por este mal. Mientras que en la literatura y la música abundan las descripciones y representaciones de los estados interiores de los melancólicos, en las artes plásticas hay pocas expresiones de su universo interno.

¿Hay algo dentro de la cabeza de un melancólico que un pintor pueda dibujar? Al mirar los rostros angustiados, tristes o en trance que pintan los artistas, nos invade la tentación de penetrar el mundo recóndito que su expresión adusta o pensativa parece ocultar, y que al mismo tiempo denota la presencia de dolores íntimos insondables. Es cierto que los rostros abatidos de María Magdalena, pintados por Artemisia Gentileschi o Francisco de Zurbarán, y los paisajes desolados, representados por Caspar David Friedrich o Giorgio de Chirico, nos revelan estados anímicos ocultos en las profundidades de la mente. Acaso algunas obras de arte abstracto expresan esas moradas interiores.

Fue Victor Hugo quien nos dio una indicación de dónde buscar, cuando habló del “cerebro negro de Piranesi” en un poema (“Les mages”). El escritor Aldous Huxley, posiblemente a partir de Hugo, nos ofrece una intuición sobre lo que podría ser la más dramática representación de los estados melancólicos del alma: las famosas cárceles metafísicas dibujadas por Giovanni Battista Piranesi en el siglo XVIII. Las dieciséis láminas de las Carceri d’Invenzione han ejercido hasta nuestros días una poderosa influencia en la literatura, la música, el cine y la arquitectura. Las cárceles imaginarias de Piranesi son, según Huxley, la imagen de la acedia renacentista, del Weltschmerz romántico y del ennui francés. En suma, serían un dibujo de la melancolía como cárcel absurda y casi vacía, en la que las escaleras, las pasarelas y los puentes no llevan a ninguna parte, donde el cielo casi no se ve, donde hay extrañas máquinas irreconocibles, salvo acaso como instrumentos de tortura. Las Carceri nos llevan a un mundo interminable de grandes vestíbulos, habitaciones, cámaras y pasajes oscuros que no tienen ningún sentido inteligible, y en los cuales aparecen apenas esbozados unos pocos prisioneros.

El cerebro de un melancólico es una cárcel donde los humores se queman y se corrompen, donde el espíritu vaga solitario bajo una oscura luz saturnina. Quien quiera explorar hoy este mundo carcelario debería ver el maravilloso video que hizo Grégoire Dupont en 2010. Observará que las cárceles que imaginó Piranesi son el inverso o el negativo de las moradas del castillo interior que exploraba santa Teresa de Jesús, que tanto sabía de melancolías. Al contrario del luminoso castillo de la santa, las cárceles de la melancolía son como un cristal negro y opaco que cubre las moradas grises, las murallas graníticas y las torres vanas que hay dentro de la cabeza del melancólico. ~

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Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


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