Salma, la piloto

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Conocí a Salma Hayek en la antesala de la oficina de Emilio Azcárraga, hace más de quince años. Era la primera vez que la veía. Había actuado en algunas telenovelas, pero yo no solía verlas a menos que fueran históricas. Era imposible permanecer indiferente a su hermosa presencia, a su increíble cabellera negra y a su actitud alegre y desafiante, mitad moruna, mitad caribeña. No pude resistir abordarla para preguntarle de qué planeta había salido. Me contó que era veracruzana y que una parte de su familia venía de Oaxaca. “Por eso –le dije de inmediato– creo que eres la perfecta Juana Cata.” Mientras esperaba al Tigre le conté trozos de la historia romántica entre Don Porfirio y aquella misteriosa zapoteca, su primer amor, quizá su gran amor. Se interesó. Minutos después pasó a hablar con Emilio, que le hizo (según ambos me confesaron después) una oferta millonaria para regresarse a México (vivía ya en Los Ángeles) y seguir haciendo telenovelas. Salma, increíblemente, la rechazó. Confiaba en “hacerla del otro lado”. A pesar de la negativa, Emilio accedió a que Salma hiciera el papel de Juana Cata en El vuelo del águila, telenovela histórica escrita por Fausto Zerón Medina. A partir de allí hicimos una buena aunque infrecuente amistad. Me hablaba de su experiencia en Estados Unidos. No tenía ofertas claras pero estaba segura de que su perseverancia daría frutos. Lo tenía estudiado todo en términos casi mercadotécnicos. Su tipo latino hacía falta, ella llenaría el hueco. Mientras le llegaba la oportunidad, un día me informó que estaba tomando clases de manejo de aeroplanos. “Es increíble lo que se siente cuando tienes el avión en tus manos”, exclamaba con un alarido, simulando tomar el control con sus puños paralelos en alto y apretando la quijada, como anticipando la sensación de dominio que llegaría después, con su carrera de actriz y productora.

Salma Hayek no podía faltar en este número dedicado a nuestro cine sin fronteras. Ha sido una embajadora de México en el mundo, ha hecho una meritoria carrera como actriz, rescató a Frida Kahlo para el gran público internacional e incursiona con éxito en la producción cinematográfica y televisiva. Antes de la ceremonia de los Óscares, habló brevemente con Letras Libres por teléfono, en veinte minutos de charla informal y ligera, que ahora transcribimos. Al final, insinuó la existencia en su compañía de “una cosa” que estaba “haciendo sola” y que le llevaría un año. Se refería seguramente a un proyecto empresarial, pero quizá aludía también a su maternidad, confirmada públicamente hace unos días. En cualquier caso, éste será el mejor papel de su carrera… Al menos para ese vuelo, Salma necesitó de un copiloto.

¿Cómo fue el salto de ser actriz a productora?

Fue una caminata cuesta arriba. Tengo muchos más años produciendo de lo que la gente piensa. Hace tanto que ya ni me acuerdo. El punto de partida fue descubrir que, cuando yo empecé, no había nada para latinos en el mundo empresarial. Entonces, consideré importante que yo lo generara. Planeábamos realizar Frida, y empezamos con una compañía de televisión, hace como ocho o nueve años. Estuvimos trabajando con Sony Television un año o dos, y justo cuando empezábamos a sobresalir, a vender algunos programas, a infiltrarnos en la televisión americana, Sony cerró su división de televisión, y para nosotros fue un golpe duro, una sensación enorme de pérdida de tiempo. A partir de ahí, empezamos a tratar de levantar proyectos con una compañía pequeña e independiente, sin ningún apoyo. No sé si en México se conozca el proceso de la televisión de Estados Unidos: para vender una idea, es un proceso muy largo, un concurso con varias fases al que se presentan cientos. En la penúltima fase, te compran un programa piloto, y si llegas a la última fase, sales al aire. Nosotros habíamos quedado en diferentes facetas, pero nunca habíamos entrado al aire; es hasta ahora, con Betty, cuando tenemos algo que entra al aire, y la verdad es que ha sido un gran éxito. Ha sido un proceso largo, y lo bueno es que en todo este tiempo, aunque muchas veces no lográbamos nuestro propósito, hemos aprendido.

¿Y cómo te atrajo la historia de Betty la fea, aquel libreto original del colombiano Fernando Gaitán?

No sólo creo que cualquier persona del mundo se podría identificar con ese personaje, sino que Estados Unidos en especial tenía un clima cultural propenso a que ese programa se convirtiera en un éxito. La obsesión que tienen con la apariencia en este país es una enfermedad.

Sí, es un mal universal…

Pero, además, era la oportunidad de hacer una serie sobre una familia latina, como es la de Betty, sin que se dieran cuenta de que es una “serie latina”: la protagonista vive y trabaja en un medio gringo, pero en ese medio las barreras han empezado a romperse: todos nos mezclamos, lo cual significa la aceptación de nuestra cultura.

¿Te has llegado a sentir estereotipada como mujer latina?

Sí y no, ya que tampoco me conciben como un estereotipo al cien por ciento. Y en realidad no saben muy bien qué hacer conmigo. Es muy fácil, cuando eres un estereotipo, que te den papeles de estereotipo; pero cuando, conviviendo contigo, comprueban que no perteneces al estereotipo que tienen en la cabeza, cuando no cabes “en la caja”, el trato les cuesta un poco.

¿Y cómo te has sentido tú con respecto a esta ambivalencia?

Sinceramente, hace mucho tiempo que dejé de prestarle atención, no me interesa en lo más mínimo. Yo sé lo que tengo que hacer, y soy lo que yo soy, no trato de caber en ninguna caja. El que lo entienda, bien, y el que no, que se haga a un lado.

¿Cómo vives el éxito del trío de los directores mexicanos postulados al Óscar, Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón?

¡Fantástico! Las películas más interesantes del año han sido de tres mexicanos, y eso me llena de orgullo, y aún más que no sólo son los tres directores, sino parte de sus equipos técnicos.

¿Cómo ves en retrospectiva tus años mexicanos y tu salto de México a Hollywood?

Ese sí fue un salto [risas]. Lo de artista-productora, te digo que fue de gallina cuesta arriba. Pero ese otro sí fue un salto, porque el cambio fue completamente abrupto. Y a la aventura. La verdad es que la constante en mi carrera es que nada ha sido fácil; a lo mejor allá afuera parece así, pero porque no ven el trabajo que hay detrás de cada logro. Muchas veces protestan: “Ay, ahorita no está haciendo películas”, pero no saben que me levanto todos los días a las seis de la mañana.

¿Cómo es un día en tu vida?

Lo padre es que todos son distintos, y eso te ayuda a tener mucha motivación. En general, me levanto muy temprano, ya sea para atender llamadas con Europa y Nueva York, ya sea para tener algo de tiempo para leer cosas que me interesan a mí. Normalmente salgo de casa sobre las ocho y media de la mañana. A veces termino de trabajar a las siete o las ocho de la noche, otras a las nueve o las diez, pero muchas veces hay que trabajar después: hay que ir a un estreno, a una fiesta, a apoyar esta causa o aquel otro evento, y entonces puedo acabar hasta la mañana siguiente. Ha habido días, trabajando en Betty, que me levantaba a las cuatro de la mañana y trabajaba durante la comida y entre escena y escena…

Tan distinta a la vida más plácida que tenías en México…

Sí. Mi asistente, muy chistosa, me dice “esto sí que no me gusta, yo pensé que iba a trabajar con una superestrella, que se levanta a las doce del medio día, y no aquí, todo el día en friega”. Claro, la mayoría de mi grupo de amigos artistas sale hasta tarde.

¿Son de México?

Son los europeos. Ellos son de ir a cenar o ir a una casa a las once de la noche, y yo me tengo que levantar temprano. Además, no tienen una oficina,
como yo.

¿Y estás haciendo algo como actriz ahora?

Durante un año más no voy a trabajar de actriz, porque estamos haciendo una cosa con la compañía que no te puedo decir por el momento, porque quiero que sea una sorpresa, y lo estoy haciendo sola. Me está yendo tan bien, que a los cuarenta años me puedo tomar otro año de no trabajar como actriz. Cuando regrese, no sé ni por cuál proyecto voy a empezar de los cuatro o cinco que tenemos.

Reforma publicó una encuesta el 14 de febrero sobre las personas de las que están enamorados los mexicanos y tú ocupas el primer lugar.

Qué bonito, es como cuando vivía en México. ¡Todavía vivo ahí! ~

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