La maรฑana del 6 de enero de 2002, The Boston Globe abrรญa su nota de primera plana con una revelaciรณn: “Desde mediados de la dรฉcada de los noventa, mรกs de 130 personas han salido a la luz para narrar terribles historias de su infancia sobre cรณmo el exsacerdote John J. Geoghan los acariciaba y los violaba, en episodios ocurridos a lo largo de tres dรฉcadas en una media docena de parroquias de Boston. Casi siempre, sus vรญctimas eran pequeรฑos. Uno de ellos, de tan solo cuatro aรฑos de edad. Apenas en julio pasado, se hizo pรบblico que el cardenal Bernard F. Law sabรญa de los problemas de Geoghan desde 1984…”
Estas lรญneas eran apenas el primero de los datos ampliamente documentados de una serie de trabajos que provocarรญan una reacciรณn inรฉdita a nivel internacional; acaso, el ejemplo mรกs acabado de cรณmo un diario es capaz de ofrecer un servicio pรบblico valioso a sus lectores y a su comunidad a travรฉs del uso de recursos periodรญsticos, de los cuales hoy el mรกs importante parece ser la paciencia, la dedicaciรณn y la obstinaciรณn de sus autores.
Spotlight, cinta del realizador Tom McCarthy que toma su nombre de la unidad de investigaciones especiales del Globe que destapรณ los casos de al menos setenta sacerdotes que pese a conocerse que habรญan abusado de menores, eran transferidos por sus superiores de una parroquia a otra, muestra los primeros detalles de la construcciรณn de un gran reportaje que iniciรณ con el descubrimiento de que la iglesia local habรญa desembolsado alrededor de 10 millones de dรณlares para silenciar a las familias de unas cincuenta vรญctimas de abuso de sus curas y evitar que acudieran a los tribunales, mediante acuerdos que garantizaban mantener los casos en secreto.
Sin evitar por completo la idealizaciรณn de sus personajes, la historia muestra el trabajo de reporteros y editores que sin archivos digitales, documentan cada caso travรฉs del rastreo de datos en las pรกginas de sus viejas ediciones, cruces de datos, entrevistas a las vรญctimas y la bรบsqueda de los sacerdotes acusados, mientras por la vรญa legal peleaban la desclasificaciรณn de documentos de diversos casos en poder de la Corte, que revelaban que la Arquidiรณcesis y el cardenal Law conocรญan lo que sucedรญa sin hacer nada para detenerlo.
La pieza se aleja de la sordidez sin dejar de lado el dolor de vรญctimas, a las cuales se describe mayormente de origen sumamente humilde y a veces de hogares desintegrados, lo que los volvรญa vulnerables. “Cuando eres un niรฑo pobre de una familia pobre, la religiรณn es importante y un sacerdote te presta atenciรณn, es una gran cosa… Te sientes especial; es como si Dios te pidiera ayuda”, se escucha decir a un hombre joven, uno de los afortunados, que es como lo define uno de los abogados de varias familias, pues รฉl al menos sigue vivo.
Pero Spotlight no se permite mostrar un triunfo del periodismo, sin referirse a sus fracasos, al descuido con el que algunos de los reporteros de esta unidad actuaron cuando tiempo atrรกs tuvieron en sus manos las acusaciones contra veinte curas, las cuales sepultaron en una nota en pรกginas interiores a la que nunca se dio seguimiento. Lo siguiente es el momento de publicar y cometer el error de denunciar a un cardenal que encubriรณ a uno de sus sacerdotes, lo cual no cambia nada, o mostrarle a la comunidad que se trata de una conducta sistemรกtica de los sacerdotes y de la instituciรณn que los cobija.
The Boston Globe y Spotlight guardaron y reunieron por meses los indicios para escribir, sin duda sobre sus afirmaciones, que ellos (obispos y cardenales) sabรญan y permitieron que se siguiera lastimando a niรฑos, y que no podรญan, no debรญan salir impunes… La pelรญcula alude en ese sentido a la รฉtica profesional y a uno de los valores cardinales del periodismo, no escribir para una clientela, sino contra las certidumbres de nuestro propio entorno; los reporteros Matt Carroll, Sacha Pfeiffer y Michael Rezendes, y sus editores Stephen Kurkjian y Walter Robinson, no solo habรญan hecho su vida en Boston, donde la poblaciรณn es mayoritariamente catรณlica, sino que ademรกs habรญan sido criados como catรณlicos y algunos incluso eran practicantes.
La cadena de testimonios se multiplicรณ y saliรณ a la luz el encubrimiento criminal de los prรญncipes de la Iglesia en todo Estados Unidos. Las acciones legales iniciadas que llevaron a la Arquidiรณcesis de Boston a pagar 85 millones de dรณlares de indemnizaciรณn a 552 vรญctimas de abusos sexuales, languidecieron ante casos como los de la Arquidiรณcesis de Los Angeles que costaron la Iglesia 660 millones de dรณlares para cubrir los crรญmenes de 220 sacerdotes contra 508 vรญctimas de abuso sexual.
No hay ni puede haber final feliz en esta historia; sin embargo, Tom McCarthy hila y conduce los hechos con una sutileza que conmueve y avergรผenza porque tambiรฉn nos dice que parte de ese periodismo se ha ido: pues los diarios han dejado de apostar a unidades de investigaciรณn con autonomรญa y libertad dentro de sus operaciones cotidianas, lo que implica que editores y reporteros dediquen semanas y meses a la investigaciรณn y redacciรณn cuando hoy la caracterรญstica es la incontinencia, la frivolidad, y la notoriedad se ha vuelto carnada de reporteros cuyo servicio pรบblico se agota en enardecer a su clientela y nunca atreverse a frustrar las expectativas tumultuosas. ~
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).