Hasta ahora, la gente interesada en nuevas tendencias literarias no ha reparado lo suficiente en la figura del abridor. La del abridor no es una categoría ajena a nuestra época; su presencia es habitual en el mundo de la música –la banda o solista que calienta al público durante un tiempo promedio de entre treinta o cuarenta minutos antes de que la estrella o grupo principal salga al escenario (se la conoce también como “telonero”)–, en el mundo del béisbol –el lanzador que inicia el juego–, y en el mundo de las bebidas –utensilio que se utiliza para abrir botellas (se le conoce también como “abrebotellas” o “destapador”)–, por citar sólo algunos ejemplos.
Sin embargo, con el calco que la industria editorial hizo del calendario de la moda, la división del año en temporadas literarias también ha generado nueva maneras de canonizar escritores ya canónicos (hecho también conocido como “supercanonización” o “valoración extrema”) al otorgarles el prestigioso puesto de abridor.
Durante la más reciente temporada literaria, dos escritores pelearon –o compartieron, según la visión– este honor. El 2 de septiembre de 2013, el periódico El país declaró formalmente inaugurada la temporada con el siguiente titular:
Piglia, un extraño en Princeton que abre la temporada literaria
Unos días más tarde –quince, para ser exacto–, el portal ARN Digital comunicaba lo siguiente:
Vargas Llosa abre la temporada literaria con una hermosa novela de “supervivientes”
La pregunta –que puede sonar tonta (quizá, incluso, lo sea), pero que en vista de los escritores involucrados (un Premio Nobel –eso lo saben todos– y un Premio Rómulo Gallegos –entre muchos otros, alguno de ellos no carentes de polémica y de escándalo) es sin duda necesaria y/o relevante– es la siguiente: ¿Quién fue el verdadero abridor de la temporada literaria?
Evidentemente, no es productivo simplificar y concluir el tema declarando a Piglia el único y verdadero abridor, según la fecha en que se publicó el primer artículo. Eso implicaría relativizar un tema tan complejo como es el de las temporadas y los abridores.
Tampoco es factible fijarse en la calidad de las novelas de cada uno de los contendientes –la experiencia de leer El camino de Ida me pareció decepcionante, muy parecida a descubrir (si fuera el caso) al súper héroe favorito varios años después, con la condición física deteriorada, contando una y otra vez la misma historia pero cada vez de manera más burda y evidente, sin fuegos artificiales, ni ingenio, ni profundidad, apenas con el mismo personaje completamente amaestrado y que hizo que me preguntara con tristeza: ¿ahora qué sigue, luego de la pampa y de la universidad: “Emilio Renzi visita el zoológico”?; en cambio, no he leído todavía El héroe discreto –, puesto que no es eso lo que importa a la hora de declararlos abridores, cuando todavía nadie los ha leído ni apenas comprado.
Un último criterio imposible: declarar ganador a la persona que obtenga más menciones como abridor en internet:
Ricardo Piglia: 111,000
Mario Vargas Llosa: 3,110,000
Pero esto suscita demasiadas sospechas. La primera de todas, que ambos escritores terminen en cifras redondas; que la búsqueda de “Vargas Llosa + abre temporada literaria”, arroje como primer resultado la noticia de El país que declara a Piglia el abridor; o, quizá más importante, que vagando en internet uno descubre la existencia de otros posibles contendientes, como lo asegura el portal Biblioasturias.com, el 2 de septiembre de este año y, por lo tanto, el mismo día en que Piglia había sido nombrado abridor:
Pepe Monteserín abre la temporada literaria con su nueva novela: Me levanté herido.
¿Quién es el abridor?, ¿cuál de entre todos estos discursos huecos dice realmente algo? He ahí un misterio.
Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.