Tres empresarios jóvenes

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Sarah Aguilar, Guillermo González y Erik Lozano.

“Estamos demasiado acostumbrados a los vicios de las oficinas tradicionales”

Los arquitectos Guillermo González y Emilio Ades, los ingenieros industriales Erik Lozano y José Julián Carrera, más la licenciada en Comunicación Sarah Aguilar acaban de poner en marcha Cómo, una innovadora empresa que ofrece oficinas a la medida para emprendedores noveles, reciclando desde el mismo espacio diáfano –una antigua bodega– hasta las divisiones entre cubículos, que comienza enseñándome Guillermo en fotos.

Guillermo González. ¿Ves? Las separaciones están hechas a partir de palés, donde transportaban mercancías, y la idea es reutilizar objetos; justamente como lo es la bodega. Buscamos darle ese enfoque a todo para no caer en el modelo tradicional de oficinas, que normalmente estarían separadas por tablarroca. Nosotros, integrado en cada palé, diseñamos un mobiliario plegable, algo que por ejemplo el pánel de tablarroca no lo permite. A los que entran se les da la opción de tener una mesa pequeña, una repisa o una mesa larga, y esto hace más flexible todavía el espacio. Y les facilita las cosas darles el espacio amueblado, que cuando estás empezando es muy difícil. Todo el proyecto está enfocado a gente que está empezando.

Por lo que veo, se puede ensanchar o achicar los cubículos al gusto y los espacios están abiertos, ¿no?

G.G. Todo este modelo de oficinas es para que la gente se conozca, haga vínculos, se potencien los equipos de trabajo para hacer las cosas más grandes y mejor. En cuanto al proyecto arquitectónico, buscamos que no estuvieran cerradas las oficinas ni hubiera pasillos. Cuando están abiertos todos los palés se pierde la línea entre las oficinas, y entre el espacio público y el espacio privado: casi te metes a la oficina de alguien, sin querer, y eso genera un roce y una convivencia muy natural.

Pero para eso, las empresas tienen que ser afines, o al menos complementarias… ¿O no necesariamente?

G. G. No necesariamente, al contrario. El chiste es que haya más diversidad de personas para que den diferentes relaciones.

Sarah Aguilar. Hasta ahora son una productora, dos arquitectos, unas chicas que hacen diseño de imagen y moda y una consultoría de negocios. También quiere estar una amiga que tiene un negocio de cup cakes, así que estamos viendo si podemos instalar una estufa eléctrica, y parece que en principio no tendría que haber problema. A los chicos les preocupa el olor.

El olor o los permisos de la delegación…

S. A. Bueno, tenemos muchísimos extinguidores [risas]. Yo creo que esas cosas se irán dando sobre la marcha. Muchos de los adultos que nos visitaron en la inauguración quedaban un poco perplejos por cómo se trabajaría en esta dinámica, y decían “seguro hay mucho ruido”. Pero yo creo que también estamos demasiado acostumbrados a los vicios de las oficinas tradicionales, y en realidad, en cuanto vas explorando este espacio te das cuenta que hay muchos falsos mitos sobre qué necesitas para trabajar a gusto.

Pongamos que soy una incipiente empresaria que ofrece servicios editoriales, y quiero tener un cubículo. ¿Qué hago?

G. G. Si quieres un cubículo, todo está modulado, y buscamos darte lo que no te daría un Starbucks: impresora, copiadora y otros servicios básicos de oficina, como línea telefónica, que ya vienen incluidos en la renta.

¿Por qué precio?

G. G. Las estaciones individuales se rentan por día, por semana o por mes. Por día cuesta 100 pesos, puedes estar todo el día ahí e incluye café y agua. Por mes cuesta 1,500. Y a diferencia del Starbucks aquí tienes la posibilidad de estar conviviendo con gente que trabaja, no que está tomándose un café.

¿Y lo puedo usar como dirección corporativa?

G. G. Claro, como dirección fiscal.

Después de la estación individual viene el primer espacio, que llamamos espacio inicial, que es el privado. Está compuesto de dos módulos y el precio es 4,900. Y a partir de ese –porque justamente cuando alguien está creciendo es muy difícil establecer qué espacios se necesitan–, pueden ir creciendo por módulo, o también, una vez ya ahí, pueden ir quitando un módulo, depende de cómo les vaya. En ese sentido estamos intentando ser lo más flexibles posible.

¿La bodega la rentan entre todos los que forman parte del proyecto? ¿Quién pone el capital?

Erik Lozano. Hasta ahorita somos tres socios capitalistas y estamos también ahí trabajando. Yo tengo ahí mi agencia de producción, Guateque, Guillermo tiene también su despacho, Tiliche, y el otro socio también tiene ahí su despacho. Pusimos el capital inicial y por ahora mensualmente, en lo que se llena de inquilinos.

¿Cómo se empieza una empresa, siendo tan jóvenes como ustedes y en un país donde hay cierta reticencia hacia las iniciativas privadas?

G. G. De hecho, así salió el nombre, como lo platicaste ahorita. Nosotros llevábamos año y medio en la azotea de un edificio de Polanco, y vimos que es muy difícil empezar. Los trámites en México y los gastos fijos son cosas que, cuando se está empezando, no se tiene idea de lo que pueden llegar a implicar. Y así salió el proyecto: está muy mal que no haya espacios para la gente que está saliendo y tiene más ganas de hacer cosas, y que al final el mundo corporativo los absorbe. Fue muy natural cómo surgió la idea.

E. L. Fue circunstancial, sí. Teníamos que buscar una oficina, nosotros para la agencia, Guillermo para el despacho, y fue bastante complicado; por fin la encontramos y en lo que nos organizábamos empezaron a salir proyectos y hubo mucha sinergia entre nosotros. Si nos caía un proyecto de alguna marca, nos ayudaba Guillermo, y viceversa, y vimos que funcionaba. Esta simbiosis fue lo que también nos llevó a esta idea: por una lado esto soluciona encontrar un espacio y por otro hay esta suerte de interacción entre diferentes disciplinas, que enriquece mucho cualquier tipo de proyecto que tengas. Además, sabiendo que México es uno de los países más difíciles para empezar tu propio negocio, ayudar a la gente con la burocracia; en un futuro queremos meter un departamento de recursos humanos chiquito, contabilidad, abogados, etc. Ahorrarte toda la administración y que puedas dedicarte plenamente a tu negocio.

¿Por qué creen que es tan difícil en México empezar tu propio negocio?

E. L. Yo creo que una parte importante son los trámites. No sé: para dar de alta una empresa necesitas pagarle a un abogado quince mil pesos, y no lo puede hacer nadie más, porque es tan complicado y tan enredado, que tardas varios días. En Estados Unidos puedes empezar una empresa vía internet y aquí…

G. G. Por un lado es eso y por otro, que nadie te conoce. Tienes gastos fijos, pero nadie te está contratando, porque si no tienes la ayuda de tu tío o tu papá, es muy difícil empezar. Lo que pasa en México, y en muchos lugares, y con todos los gobiernos, es que no se dan los espacios para vincularse. No es que no haya becas en México: es que la gente no sabe dónde pedirlas; no es que no haya oportunidades de trabajo: es que no saben dónde pedirlo.

¿Y cuál es tu papel, Sarah? ¿Enfocado en la promoción?

S. A. Sí, cuando pudieron invitarme a mí, hicimos eventos juntos y funcionó también muy bien. La idea es seguir con la estrategia de medios y en el mediano plazo, empezar a desarrollar un calendario de actividades con la delegación y participar de la regeneración de la zona [Marina Nacional] que es muy evidente: pronto se mueve cerca la Colección Jumex y ya hay parte del Museo Soumaya.

Y en este momento la bodega mide 350 metros cuadrados, pero hay un potencial: la manzana entera son como diez mil y cacho metros.

G. G. Sí, aquí entran dos puntos importantes. Todo el modelo de oficinas va acompañado de otra parte: en vez de ser pasillos, elevadores y lobbys, el espacio se convierte en salas de exposiciones, auditorios, lugares para hacer talleres. Junto con las oficinas, por ejemplo, estamos buscando que universidades hagan diplomados acá. Ahorita, en estos 350 metros, pero si vamos ampliando, se puede hacer un auditorio como para ochenta personas, luego uno más grande, el siguiente puede ser un gimnasio, y el siguiente un salón para hacer talleres de gastronomía o de jardinería. Y poco a poco, empezar a salirnos del complejo industrial: empezar a usar el parque de al lado, organizar en la cancha de futbol una pequeña liga… Las oficinas son las que sustentan el proyecto y son el negocio, pero por otro lado son la base de un modelo social que puede replicarse en diferentes puntos de la ciudad, para reactivar zonas parecidas.

¿Y han tenido alguna respuesta de la delegación o del gobierno de la ciudad?

S. A. Justo hoy le entregamos el proyecto a Demetrio Sodi, el delegado, y lo veremos en enero. Creo que le puede interesar. Ha habido una gran respuesta de la gente: no habíamos inaugurado y ya teníamos la primera bodega completa al 75%. Calculamos que en estos días se acabará de llenar, y vamos sobre la segunda. Yo creo que en el transcurso de los siguientes dos años, si todo macha bien, habremos tomado la manzana entera.

– Yaiza Santos

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(Huelva, España, 1978) es periodista y editora afincada en México. Imparte clases de periodismo en la Universidad Iberoamericana.


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