Tres maneras de leer el Quijote

La segunda parte del Quijote es una reivindicación de la soberanía del autor sobre el mundo que ha imaginado.
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Alfredo Pérez Rubalcaba señaló en una ocasión que en España enterramos muy bien. Que a estas alturas estemos buscando los restos de dos de los escritores más importantes que ha dado el país, Federico García Lorca y Miguel de Cervantes, indica que al menos sabemos borrar muy bien las huellas. El epitafio de Shakespeare amenazaba a quienes pretendieran mover sus huesos, en lo que Fernando Trueba calificó en su Diccionario de cine como una advertencia anticipada a las adaptaciones cinematográficas. Pero es posible que una de las condenas de los clásicos es que no los dejemos descansar nunca, entre otras razones porque ellos tampoco nos dejan descansar a nosotros: un clásico es, como decía Italo Calvino, un libro que nunca se acaba de leer, y un libro que siempre nos dice cosas sobre el presente.

La segunda parte del Quijote, que cumple cuatrocientos años y es la que convierte la obra en la primera e inagotable novela moderna, cumple esa condición de forma más clara que otros libros. La lista podría ser mucho más larga; voy a mencionar solo tres ejemplos. En el capítulo 53, después de su experiencia como gobernador de la Ínsula Barataria, Sancho Panza se encuentra con Ricote, un morisco originario de su aldea. Un bando de septiembre de 1609 había decretado la expulsión de los moriscos, completando la siniestra tarea que habían iniciado los Reyes Católicos al expulsar a los judíos en 1492. Ricote, disfrazado, va con unos peregrinos alemanes y quiere recuperar el dinero que había escondido al marcharse (cuando se publicaron los bandos para Castilla, en 1610, se prohibió que los moriscos sacaran moneda). Su mujer y su hija partieron con destino a Berbería y él hacia Alemania, donde “cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte della se vive con libertad de conciencia”. Ricote defiende la decisión de las autoridades: “me parece que fue inspiración divina la que movió a Su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos, pero eran tan pocos, que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa”. Pero añade:

Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro, blanda y suave al parecer de algunos, pero al nuestro la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural; en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea, y en Berbería y en todas las partes de África donde esperábamos ser recebidos, acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos, y son muchos, que saben la lengua, como yo, se vuelven a ella y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen; y agora conozco y experimento lo que suele decirse, que es dulce el amor de la patria.

Hay una exposición teórica que parece justificar la expulsión. Pero Cervantes también introduce una perspectiva individual, y adopta el punto de vista de Ricote para mostrar el dolor y el desamparo de unas personas que pierden su lugar y sus propiedades por la acción del Estado. La realidad entra en la novela. Y paradójicamente esa situación concreta enlaza el libro con el pasado próximo y con el presente.

Uno de los elementos que definen la modernidad del Quijote, y su capacidad para sugerir posibilidades y universos narrativos a otros creadores, es el aspecto metaficcional. Aunque los juegos metanarrativos son múltiples y variados y recorren la novela de principio a fin, resultan especialmente importantes en la segunda parte. El Quijote es la historia de un lector y uno de sus temas principales es la propia literatura, pero también el propio libro y, en esta segunda parte, sus lectores. Don Quijote y Sancho se encuentran con personajes, como los duques, que ya los conocen por el libro anterior. Pero, además, la continuación espuria del Quijote, la versión de Avellaneda, que incluía ataques personales a Cervantes, se convierte en un elemento de la trama de la novela. Esa relación extrañísima, misteriosa, irónica y juguetona, es uno de los aspectos más admirables y sugerentes del libro. Esta segunda parte es en cierto modo una reivindicación de la soberanía del autor sobre el mundo que ha imaginado. Es decir: la afirmación del derecho de autor está en el germen de la primera novela moderna.

El uso de la continuación dentro de la trama lleva al tercer ejemplo. Siguiendo una pista del final de la Primera parte, Avellaneda situaba al autor en Zaragoza. En el capítulo 59 de la continuación de Cervantes don Quijote se entera de la existencia de ese otro libro y de las peripecias falsas que se le atribuyen:

–Por el mismo caso –respondió don Quijote– no pondré los pies en Zaragoza y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice.

Don Quijote se dirige a Barcelona evitando la capital aragonesa. En el trayecto se encuentra con un bandido honorable, Roque Guinart (aunque la mayoría de sus hombres, ay, son “gascones, gente rústica y desbaratada”). Barcelona es el escenario de algunos de los episodios más memorables y decisivos del Quijote, del encuentro del protagonista con el peligro de verdad (y la reaparición de Ricote) y de la visita a una imprenta, donde se están preparando ejemplares de la falsa continuación. Como ha señalado alguna vez Sergio Vila-Sanjuán, el Quijote convertía Barcelona en la ciudad de la edición y de los libros, en la capital literaria de la lengua castellana.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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