Ferney es uno de los pueblos que atraviesa el anillo subterrรกneo en donde reposa el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), artefacto para hacer fรญsica que a Voltaire, Newton y Emilie de Betreuil les hubiera fascinado conocer. La primera vez que escuchรฉ hablar de ese poblado fue por el cineasta suizo Alain Tanner, a quien conocรญ en abril de 1976. El rebelde y poรฉtico seguidor de Jean-Luc Godard presentaba en un cine de Lisboa su mรกs reciente pelรญcula, En la ciudad blanca, y el periรณdico de esa maรฑana hacรญa notar que al tรฉrmino de la funciรณn habrรญa un diรกlogo con el realizador.
Cuando pude abrirme paso entre las decenas de admiradores y acercarme, le confesรฉ que me habรญa gustado mucho la manera como en una cinta anterior, La salamandra, ponรญa en entredicho dos maneras de enfrentar un suceso de la realidad, en el que lo verdadero es apenas una versiรณn de lo que ha sucedido. Nada que no supiera รฉl, desde luego, pero a los 22 aรฑos de edad crees haber descubierto una verdad inalienable y deseas gritarla a los cuatro vientos, sobre todo si soplan hacia Ginebra, donde lo que se hace en el LHC es, precisamente, apenas una versiรณn de lo que ha acontecido.
El personaje femenino de La salamandra, Rosemond, vive en Ferney-Voltaire, donde es mรกs barato, y cruza todos los dรญas la frontera para ir a trabajar a una zapaterรญa de la ciudad de Calvino y Rousseau. Cuando platiquรฉ con Tanner no sabรญa que aรฑos despuรฉs visitarรญa con cierta frecuencia e intensamente su ciudad, a la que tuvo la amabilidad de invitarme. Me dio su direcciรณn en un trozo de papel pero lo extraviรฉ semanas mรกs tarde.
Recuerdo la figura de Rosemond: femenina, salamรกndrica, adicta al fuego. Rebelde y fiel, asustadiza y canija, sabรญa sonreรญrte, amarte, siempre y cuando se hubiese demostrado en los hechos que uno tomรณ la buena decisiรณn, esto es, optar por el camino que a ella le gusta transitar. Un dรญa abordamos el mismo autobรบs, el que hace el recorrido entre Ferney-Voltaire y CERN. La semana siguiente volvimos a coincidir tres veces, hasta que se interesรณ por descubrir la causa de mi empeรฑo en tratar de entender quรฉ demonios tienen que ver partรญculas tan diminutas con la actividad cรณsmica. Entonces le dije que todo era relativo:
“Si las estructuras evolucionaron a partir de fluctuaciones de densidad infinitesimales, si la inestabilidad gravitacional ocasionรณ su inexorable crecimiento y posterior desarrollo en galaxias, cรบmulos galรกcticos, incluso objetos mรกs grandes. Si los astrรณnomos han observado en los confines del Universo estructuras de 100 megaparsecs, por lo que se alejan millones de kilรณmetros de nosotros en menos de lo que parpadeas. Si existen galaxias y agregados, cรบmulos y sรบper cรบmulos que crecieron debido a la amplificaciรณn gravitacional de diminutas deshomogeneidades de materia presentes en el momento en que el Universo adquiriรณ transparencia, es decir, unos cientos de miles de aรฑos despuรฉs del Gran estallido. Si todo era cierto, como decรญa Albert Einstein, pon una mano al fuego unos segundos y te parecerรกn una eternidad; invita a una chica que te gusta a tomar un cafรฉ y sentirรกs que la tarde se volviรณ un instante, ¡eso es relatividad!”.
Mientras paseo por los jardines de la casa (hoy un museo), no puedo dejar de pensar en la absurda cadena de acontecimientos relativos, relativistas y aleatorios para que Voltaire, el pueblo de Ferney, la leyenda de Isaac Newton y mujeres apasionadas (Madame de Chรขtelet) quedaran vinculados a la fรญsica que se estudia en CERN.
En una tarde clara podemos situarnos donde probablemente Franรงois-Marie Arouet, alias Voltaire, se detenรญa a admirar el Mont Blanc. Benefactor de la localidad desde 1758, nada de esto hubiera sucedido si en febrero de 1726 no se hubiera empeรฑado en buscar desagravio a una burla, pocas semanas antes del consecuente duelo que sostuvo con un hombre adinerado e influyente de Parรญs, a quien matรณ. No estarรญamos aquรญ disfrutando de esta loma si no hubiera tenido que refugiarse en Inglaterra, donde asistiรณ a las imponentes exequias de Isaac Newton. Impresionado por la hazaรฑa cientรญfica del filรณsofo de Cambridge, Voltaire regresรณ a Francia y se volviรณ ardiente partidario de la mecรกnica newtoniana. Publicรณ sus Cartas filosรณficas en 1734, las cuales enfurecieron a los parlamentarios de Parรญs. Huyรณ a la Lorena, en ese entonces estado independiente, y se instalรณ en una casona propiedad del Marquรฉs de Chรขtelet, en Cirey.
Pronto se enamorรณ de la marquesa, Emilie de Breteuil, a quien habรญa conocido un aรฑo antes de publicar tales cartas, tambiรฉn llamadas irรณnicamente “inglesas”. No era difรญcil que Voltaire sintiera una fuerte atracciรณn, pues ademรกs de su belleza fรญsica, destreza ecuestre y con la espada, sabรญa buenas matemรกticas y mejor fรญsica. En el castillo de Chรขtelet se llevaron a cabo numerosas tertulias literario-cientรญficas y entre ambos, en medio de un romance intenso, tradujeron del latรญn al francรฉs los Principia de Newton. En 1738 Voltaire publicรณ su obra de divulgaciรณn, Elementos de la filosofรญa de Newton, donde se encarga de difundir el mito de la manzana. Emilie era tan avezada en matemรกticas que se embarcรณ de manera muy seria en entender quรฉ era la energรญa, dejando pasmado al mismo Voltaire y a su antiguo amante, Maupertius, quien llevรณ a cabo un importante experimento en Laponia a fin de demostrar la hipรณtesis newtoniana de que la Tierra no era una esfera perfecta.
Los visitantes de Cirey, como Bernoulli, podรญan permanecer semanas, incluso meses. Al igual que mรกs tarde en Ferney, Voltaire recibiรณ una propiedad hecha pedazos y dejรณ un edificio sรณlido y un vergel. A lo largo de los aรฑos he sentido la presencia del filรณsofo de maneras muy variadas, por ejemplo, en festivales de teatro y de mรบsica, en ferias de cerรกmica de la regiรณn de Gex y en el mercado sobre ruedas de los sรกbados. De alguna manera percibimos su espรญritu emprendedor, la pasiรณn por el conocimiento, el amor al trabajo y el respeto a los trabajadores. Tambiรฉn podemos imaginar la fuerza del pensamiento que Emilie tuvo para entender las fuerzas bรกsicas de la naturaleza. Si bien nunca conociรณ Ferney, no es difรญcil pensar en el viejo Voltaire, entristecido por su muerte, acaecida en 1749.
En una รฉpoca de virtudes pรบblicas y vicios privados, y luego de una dรฉcada de pasiรณn amorosa e intelectual junto a su querido Voltaire, Emilie le confesรณ su inquietud carnal y lo convenciรณ de aceptar un nuevo amante, un poeta 15 aรฑos mรกs joven. A los 40 aรฑos de edad quedรณ embarazada y el marquรฉs tuvo que regresar de manera apresurada a representar su papel. Pero una semana despuรฉs del parto Emilie muriรณ debido a una infecciรณn. En la casona de Ferney existe un retrato de ella para recordarnos que fue el alma gemela de Voltaire. Ahora son ciudadanos honorarios de la Ciudad Escรฉptica.
escritor y divulgador cientรญfico. Su libro mรกs reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).