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Éramos dos parejas de estiércol.
      
     Fuimos a Uruapan pescado blanco carnes blandas se deshacían al separarlas con el
     tenedor del espinazo de aquel pescado prehistórico arrebatado
     a las lagunas de México a una mano los cuatro comimos
     chayote una de refritos a la hora del postre el cuarto o el
     segundo de nosotros sugirió una mano de plátanos dominicos;
     manzanos (exclamé).
      
     En mi país (exclamé) los llamamos manzanos, ¿pedimos la cuenta? ¿El libro de
     reclamaciones (risas)? ¿O pedimos del Viejo Testamento,
     Eclesiastés 1.13?
      
     Saquemos de su guarida a Apollinaire a todos los poetas del siglo con su manera
     automática sus palabras en libertad, viejos modernos: ¿dije
     modosos? Digámoslo en Uruapan a la hora de los licores,
     después de estos postres. Y cada cual respondió a su manera
     (antojos, los postres) uno por Rilke otro por Tzara brindó
     (ése no es poeta you are a fool a fool, las exclamaciones)
     otro dijo Vallejo para siempre forever Vallejo y yo,
     lugarteniente de poemas alcé mi copa y brindé: ¿cómo que
     por todos? Ah, no: defínete. Todos se me echaron encima,
     tres de los cuatro ahí presentes (el cuarto soy yo) retórico
     que eres un retórico, defínete: ¿quién es tu poeta?
      
     Hace frío en este lugar en pleno verano, altura de la montaña con sus noches últimas de
     témpano: me  recogí en mí mismo me enfundé en el suéter
     tres cuartos carmelita de lana que me tejió un (el) ser
     querido, callé: el amigo bostezó hasta la campanilla la
     mujer del amigo acaba de desperezarse acá mi señora
     os la presento de faldas largas a cuadros friolera (friolenta
     que dicen en mi país) rubia la cabellera ensortijada el puño
     cerrado y reiterativo de las españolas al remachar algún
     punto de vista sobre la mesa, tiemblan los vasos.
      
     ¿Y yo? Somnoliento. En Uruapan estuvimos cuatro amigos (me incluyo). ¿Cuándo?
     Especiosa pregunta. ¿Puedo remitir el tiempo a ciencia
     cierta, fecha, lugar incluso, hora de llegada, comida
     compartida, nombre de hotel, tipo de habitación, precio,
     mobiliario, temperatura ambiente? Qué no diera yo
     (autor) de estos versos (casi seis) por conciliar de nuevo
     el sueño de entonces, ¿qué, de veras, no diera?
      
     En su lugar, en un cuaderno de apuntes aparece entre los nombres de otros pueblos que
     visitamos del brazo durante aquel recorrido, la palabra
     Uruapan (¿población?): mi recuerdo no es nada (preciso)
     mi amada tiene un desgarrón ahora en el pezón izquierdo.
      
     La flor del guisante señora de su cuerpo, brota. –

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