Tierra de contrastes es el tรญtulo de un video que promueve el turismo para Mozambique y en el que aparecen Stella Mendonรงa y Sonia Mocumbi, las รบnicas cantantes de รณpera clรกsica de su paรญs. El nombre del promocional le hace justicia a la tierra que las vio nacer. Mozambique es la gran sabana, donde se concitan fauna salvaje y paisajes de combinaciones tan coloridas que parecen imposibles, y es la costa que se ha convertido en lugar predilecto para europeos que buscan retirarse a un “paraรญso africano”.
Pero Mozambique es tambiรฉn pobreza, enfermedad y caos. En pleno siglo XXI, la expectativa de vida en este lugar apenas rasguรฑa los cincuenta aรฑos de edad, veintisรฉis menos de lo que vive en promedio un adulto en Mรฉxico. Y, como en otros paรญses del llamado continente negro, esa pobreza no se entiende sino como resultado de siglos de imperialismo europeo, de conflictos internos y de epidemias que arrasan con lo poco que dejan las balas.
Siete de cada diez personas infectadas con el virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) en todo el mundo viven en รfrica. Es la trinchera de la lucha global contra el sida, una batalla que, contrario a lo que se cree, comienza a rendir frutos.
En la mayorรญa de los paรญses al sureste de รfrica, la regiรณn donde se concentra el mayor nรบmero de casos de sida en el mundo, la tasa de mortandad ha venido disminuyendo en los รบltimos aรฑos. Millones de vidas se han salvado durante la รบltima dรฉcada gracias a los programas implementados por organizaciones humanitarias, gobiernos locales y la comunidad internacional. Las muertes continรบan: tan solo el aรฑo pasado 1,700,000 mil personas fallecieron a causa del sida en todo el mundo, pero la cifra representa un avance considerable si se tiene en cuenta que apenas en 2005, murieron 2,300,000.
“La lucha contra el VIH/sida se encuentra en un momento crucial. Gracias a los avances de la ciencia, hoy tenemos a nuestro alcance una estrategia efectiva para controlar la epidemia”, afirma Julio Montaner, uno de los especialistas de esta enfermedad mรกs reconocidos en el mundo. La estrategia a la que se refiere Montaner es lo que llama “tratamiento como prevenciรณn”, y estรก basada en la identificaciรณn temprana de individuos infectados con VIH, asรญ como en el uso de antirretrovirales, medicamentos que utilizados de forma adecuada colocan la enfermedad en remisiรณn e impiden el desarrollo de los padecimientos oportunistas que caracterizan al sida, y por lo tanto previenen la muerte temprana. Recientemente se ha probado, ademรกs, que el tratamiento con antirretrovirales previene tambiรฉn la transmisiรณn del virus de forma casi completa. Asรญ pues, el uso temprano y efectivo de los antirretrovirales cumple un doble propรณsito: detiene la progresiรณn de la enfermedad y rompe con la cadena de transmisiรณn; es una especie de vacuna disfrazada de tratamiento.
Siguiendo estas investigaciones, parece que por primera vez desde su diagnรณstico, en 1981, el mundo estรก listo para erradicar una epidemia que se ha cobrado mรกs de veinticinco millones de vidas. El reto ahora es encontrar quiรฉn pague la cuenta: 34 millones de personas son portadoras del VIH alrededor del planeta y apenas ocho millones reciben tratamiento con antirretrovirales, debido principalmente al elevado precio que mantienen los medicamentos.
De cualquier manera, el costo es apenas una pieza de este rompecabezas.
La “zona cero” de la epidemia
A los pies de la fachada del maltrecho edificio principal del hospital general de Chamanculo, a las afueras de Maputo, marcado al frente por una enorme cruz roja, la รบnica ambulancia disponible sirve como sala de consulta para docenas de mujeres que llevan sus bebรฉs a una revisiรณn. El invierno se acerca, pero los rayos del sol todavรญa pegan fuerte y la espera es larga. El sistema de salud cuenta con apenas tres mรฉdicos y veintiuna enfermeras por cada cien mil habitantes. Los pasillos de este hospital son un laberinto de paredes escarapeladas, pisos de tierra y equipos oxidados. No se percibe el tรญpico olor a desinfectante y alcohol porque hasta eso tienen que racionar.
En este lugar invierte gran parte de su tiempo Blanca Aguirre, enfermera mexicana graduada de la UAM Xochimilco, quien ha pasado la รบltima dรฉcada de su vida recorriendo el mundo como voluntaria para la organizaciรณn Mรฉdicos Sin Fronteras (MSF). Comenzรณ en los Altos de Chiapas, siguiรณ por Sudamรฉrica y de ahรญ a paรญses como Angola, Etiopรญa, Sudรกn, Somalia y Mozambique, donde actualmente se encarga de coordinar una de las operaciones humanitarias mรกs complejas del planeta.
“Somos un equipo de ciento veinte personas entre mรฉdicos, enfermeros, administradores, gente encargada de logรญstica y lo que llamamos ‘pacientes peritos’, que nos ayudan en lo psicosocial. Estamos repartidos entre las cinco clรญnicas en las que tenemos presencia”, explica Blanca. “La organizaciรณn llegรณ a Mozambique en el 2000 y desde entonces hemos logrado sumar a veinte mil personas al tratamiento. La idea es avanzar para cubrir el mayor nรบmero posible de los pacientes que lo necesitan”, continรบa la voluntaria mexicana quien, a pesar de las carencias, asegura que estas son las mejores condiciones de vida que ha tenido en mucho tiempo. En Maputo, capital del paรญs, tiene acceso a un departamento, a transporte y a los servicios bรกsicos que no existen en lugares como Sudรกn o la regiรณn de Somalia donde trabajรณ antes de llegar aquรญ.
Fotografรญa: Enrique Acevedo
Eso sรญ, las jornadas son de sol a sol. Todavรญa no dan las siete de la maรฑana y Blanca ya estรก en su oficina preparando el cafรฉ que trajo en su รบltimo viaje a Mรฉxico. Hay que encontrar la energรญa para repartir el dรญa entre las tareas administrativas, los detalles logรญsticos, las juntas con el equipo mรฉdico y representantes del Ministerio de Salud y la atenciรณn a los pacientes del hospital de Chamanculo y la clรญnica de Alto Mae. Blanca cumple sus actividades en espaรฑol, inglรฉs y portuguรฉs –que poco a poco comienza a masticar–. Cada detalle relacionado con la presencia de MSF en Maputo pasa por su oficina, y los dรญas rara vez terminan antes de las siete de la noche. “El trabajo con pacientes de sida es muy diferente al que hacemos con otras enfermedades, porque es de muy largo plazo, aunque con la supervisiรณn diaria para que se vaya cumpliendo efectivamente el tratamiento”, cuenta.
Se estima que 1,600,000 personas son VIH positivos en Mozambique, lo que supone el 16% de la poblaciรณn mayor a quince aรฑos y coloca al paรญs entre los lugares con mayor prevalencia de sida en el mundo. No obstante, apenas el 40% de la poblaciรณn que vive con el virus recibe tratamiento, debido a la falta de medicamentos, a las dificultades para acceder a un centro de salud o a la ausencia de personal calificado para brindar este tipo de atenciรณn mรฉdica. Eso significa que seis de cada diez personas diagnosticadas como portadores del virus en Mozambique no reciben ningรบn tipo de ayuda para combatir su enfermedad.
En el centro de referencia de Alto Mae, ubicado en el corazรณn de Maputo, todavรญa se administra quimioterapia para pacientes del cรกncer conocido como sarcoma de Kaposi, una manifestaciรณn del virus que prรกcticamente ya no se ve en paรญses desarrollados. Antes de entrar a la sala es necesario usar tapabocas y guantes de lรกtex porque el espacio se utiliza tambiรฉn para brindar atenciรณn a enfermos de tuberculosis, otra manifestaciรณn del sida en etapa avanzada. “Mozambique desarrollรณ una estrategia de combate a la enfermedad muy tarde. Como te puedes dar cuenta, todavรญa falta mucho por hacer”, se lamenta Blanca Aguirre.
Hace ocho aรฑos, en 2004, ante el alarmante incremento en el nรบmero de diagnรณsticos, el gobierno declarรณ una emergencia nacional. En promedio se registraban quinientas infecciones diarias, de las cuales noventa se transmitรญan de madres a hijos durante el embarazo o la etapa de lactancia. Las mujeres son las mรกs afectadas por la epidemia debido a la falta de equidad social que se refleja tambiรฉn en las decisiones que pueden tomar sobre su cuerpo y su vida sexual. Es difรญcil que puedan obligar a un hombre a utilizar condรณn, asรญ como es comรบn que los hombres, casados o no, tengan diversas parejas sexuales.
Clara tiene cuatro hijos, dos mujeres y dos varones. El primero naciรณ cuando la joven, hoy de 34 aรฑos, acababa de cumplir diecisiete. “Tenรญa la edad de mi hijo cuando fui madre por primera vez; era una niรฑa”, recuerda. Clara contrajo el virus del sida, que transmitiรณ a una de sus hijas durante el embarazo. “Ella estรก bien, vive una vida como la de cualquier otra niรฑa de su edad. Es muy disciplinada con sus medicinas, una en la maรฑana y otra mรกs en la noche, igual que yo”, explica. El tratamiento con antirretrovirales permitiรณ que sus dos hijos mรกs pequeรฑos nacieran libres de la enfermedad.
Fotografรญa: Enrique Acevedo
A pesar de que existen medidas de prevenciรณn disponibles para evitarlo, el contagio de madre a hijo todavรญa es comรบn en Mozambique. Mรกs de cien mil pequeรฑos han sido diagnosticados con el virus, 80% de ellos durante los primeros cinco aรฑos de su vida. Alrededor de seiscientos mil niรฑos, de acuerdo con datos de UNICEF, han quedado huรฉrfanos por la enfermedad y bajo la responsabilidad de un Estado que apenas puede cuidarse a sรญ mismo. “El sida es como una diabetes o hipertensiรณn en paรญses desarrollados, pero aquรญ todavรญa tenemos que trabajar mucho para lograr eso. Son pacientes que no tienen las mismas oportunidades que tendrรญamos tรบ o yo, y eso hace toda la diferencia”, sentencia Blanca.
La mayor parte de los contagios se da por transmisiรณn sexual en las zonas urbanas y los corredores que llevan hasta ellas. De dรญa, la prostituciรณn existe, aunque no es tan evidente como cuando se pone el sol y las mujeres que se dedican al oficio salen a las calles del centro de Maputo o del improvisado malecรณn para buscar negocio. Junto a los letreros de neรณn de las marcas de cerveza extranjera, los autos reducen su velocidad para sondear a las mujeres de la noche. Dentro de los bares, tambiรฉn se ofrece el servicio por apenas unos cuantos meticales, la moneda local. En las barracas, como llaman a las tienditas que venden cerveza y alcohol al lado de las carreteras, mujeres que apenas disimulan su pubertad se acercan a los clientes para ofrecer el servicio. Por un dinero extra, dejan que su pareja en turno las penetre sin usar condรณn.
¿El fin del sida?
El rostro de Souza ha dado la vuelta al mundo. Llegรณ incluso hasta la ciudad de Mรฉxico, hace un par de aรฑos, durante la exposiciรณn de una serie fotogrรกfica sobre pacientes de sida en el Centro Mรฉdico La Raza. Dice que nunca ha sentido pena ni reserva al hablar sobre su condiciรณn. Mientras el estigma y la discriminaciรณn recluyen a otros, รฉl viste con orgullo una camiseta blanca con el caracterรญstico listรณn rojo y estas cuatro letras: AIDS.
Una maรฑana, hace algunos aรฑos, Souza se levantรณ con la garganta inflamada y ataques de tos que no lo dejaban en paz. Durante su rutina diaria, se sentรญa exhausto y sin apetito. Pasaron semanas y luego meses sintiรฉndose mal antes de que se animara a visitar la clรญnica en donde tiempo despuรฉs le darรญan el diagnรณstico: VIH positivo. “Tenรญa miedo porque pensaba que esa era una sentencia de muerte”, explica en un portuguรฉs tan claro y pausado que no es necesaria la traducciรณn del intรฉrprete que nos acompaรฑa. “La pasรฉ muy mal porque el tratamiento al principio era muy agresivo; me dolรญan hasta los huesos y no mejoraba. Esa fue la peor etapa.”
Souza fue uno de los primeros pacientes en beneficiarse de la llegada de Mรฉdicos Sin Fronteras a Mozambique, hace doce aรฑos. Alrededor de quince mil personas reciben tratamiento con antirretrovirales en instalaciones apoyadas por MSF. Alto Mae, la clรญnica a la que llegรณ Souza, es parte de la red apoyada por esta organizaciรณn, basada en Ginebra pero con presencia en casi todo el mundo. El programa le ayudรณ tanto a Souza que decidiรณ convertirse en “paciente perito”, una especie de vรญnculo entre la comunidad local y los expatriados que, como Blanca, coordinan esfuerzos humanitarios contra la epidemia.
Sentados frente a frente en uno de los tres diminutos cuartos de su casa y con una cรกmara de video encendida, Souza recorre la lรญnea del tiempo desde los primeros dรญas de su enfermedad hasta hoy y llega a una simple conclusiรณn: “Si no fuera por MSF, por estas pastillas –dice mientras se levanta para tomar una caja blanca de la que saca una pequeรฑa pรญldora–, yo estarรญa muerto.”
Se calcula que hasta 97% de los recursos utilizados en la lucha contra el sida en Mozambique vienen de las aportaciones realizadas por mecanismos de asistencia internacionales. Sin estos recursos, la meta de ampliar la cobertura del tratamiento para 2015 hasta un 80% de los pacientes que lo necesitan resulta imposible, y peor aรบn: sin estos recursos, existe la posibilidad de que los pacientes como Souza, que ya estรกn en tratamiento, dejen de tener acceso a sus medicinas tan pronto como en dos aรฑos. “El problema es que cuando se abandona el tratamiento, la enfermedad resurge, las posibilidades de contagio aumentan y se generan resistencias que muchas veces impiden regresar a รฉl”, explica Sandra Murillo, vocera de Mรฉdicos Sin Fronteras.
Fotografรญa: Enrique Acevedo
Actualmente, el presupuesto global para el combate al sida se ubica en alrededor de 16,000 millones de dรณlares. La mitad viene de programas internacionales como el PEPFAR [President’s Emergency Plan for AIDS Relief] y The Global Fund, el resto sale de programas implementados por los gobiernos afectados y organizaciones humanitarias. PEPFAR, el plan presidencial de emergencia para la ayuda contra el sida, firmado en 2008 por el expresidente George Bush y que compromete 48,000 millones de dรณlares durante quince aรฑos, es un proyecto que representa el compromiso mรกs grande de una naciรณn con la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria en el mundo. Por su parte, The Global Fund, una iniciativa internacional pรบblica y privada dedicada a generar recursos para la prevenciรณn y el tratamiento de esas mismas epidemias, se ha convertido desde su creaciรณn, en 2002, en la principal fuente de financiamiento, con cerca de 23,000 millones de dรณlares en ciento cincuenta paรญses. El resto proviene de gobiernos locales y organizaciones humanitarias como Mรฉdicos Sin Fronteras, que tratan de llegar a donde los programas internacionales no pueden.
Paรญses como Espaรฑa interrumpieron sus aportaciones a The Global Fund durante dos aรฑos en el contexto de la crisis econรณmica mundial. Gracias a la presiรณn internacional, algunos Estados retomaron sus compromisos, pero en un hecho sin precedente en los diez aรฑos que lleva operando, The Global Fund tuvo que cancelar una ronda de financiamiento ante la falta de recursos para sostenerla. “En este momento crucial, no estamos viendo la conexiรณn entre lo que sabemos y lo que tenemos que hacer”, advierte Murillo. “Las reducciones en programas como PEPFAR y The Global Fund tienen un impacto real en la vida de los pacientes, sobre todo en esta parte del mundo, donde la ayuda internacional es prรกcticamente la รบnica fuente de acceso a tratamiento. Nosotros tratamos de llenar esos huecos, pero cada vez es mรกs complicado.”
Souza ha cumplido la parte que le corresponde durante todos estos aรฑos: sigue su tratamiento con disciplina, ayuda con sesiones de apoyo a los nuevos pacientes y hasta se da tiempo para hablar de su experiencia para que otros entiendan mejor lo que significa vivir con sida en รfrica. Su hija pequeรฑa se asoma durante la entrevista, como recordatorio de la vida que Souza ha logrado reconstruir. El futuro parece sonreรญrle, siempre y cuando la comunidad internacional encuentra la forma de permitir que siga adelante con su tratamiento. “No podemos abandonarlos ahora”, pide Sandra.
La hoja de ruta
Turning the Tide Together, algo asรญ como “cambiando el rumbo juntos” en espaรฑol, fue el lema de la conferencia global sobre el sida celebrada del 22 al 27 de julio en Washington, D.C. El evento reuniรณ a veinte mil participantes de mรกs de doscientos paรญses: gobiernos, organizaciones no gubernamentales, funcionarios, cientรญficos, sociedad civil, medios y pacientes trabajaron juntos para renovar el optimismo en la lucha contra la epidemia y mantener el ritmo de lo que puede calificarse como una de las campaรฑas de salud pรบblica mรกs exitosas en la historia de la humanidad.
Un objetivo central de los trabajos de la conferencia era encontrar la manera de concretar la promesa del tratamiento como prevenciรณn no solo en los paรญses desarrollados sino tambiรฉn en lugares como Mozambique, donde mรกs se necesita.
El costo del tratamiento ha disminuido drรกsticamente –la Fundaciรณn Clinton calcula que pasรณ de diez mil dรณlares al aรฑo por paciente a doscientos dรณlares–, pero las personas infectadas con el virus deben tomar los antirretrovirales de por vida. Interrumpir el tratamiento no es una opciรณn, lo cual genera una presiรณn permanente para los paรญses que aportan mรกs recursos y sus contribuyentes.
La soluciรณn propuesta en la conferencia se denomina “prevenciรณn combinada”. Se busca avanzar en varios frentes, comenzando por ampliar la cobertura de antirretrovirales para personas infectadas y sus parejas desde el diagnรณstico. (Un estudio publicado en 2011 sugiere que la tasa de transmisiรณn se reduce hasta 96% cuando el paciente de sida toma el medicamento de manera adecuada.) La segunda fase tiene que ver con la utilizaciรณn de los antirretrovirales en mujeres embarazadas. Al prevenir la transmisiรณn a sus hijos, se rompe la cadena de infecciรณn y se avanza hacia la posibilidad de una generaciรณn libre del virus.
Finalmente, la conferencia lanzรณ un llamado para avanzar en la circuncisiรณn masculina como medida de prevenciรณn. El riesgo de infecciรณn se reduce en dos terceras partes de esta manera, lo que ha provocado un aumento en el nรบmero de circuncisiones en รfrica en los รบltimos aรฑos.
En el verano de 1981, el Centro para el Control y Prevenciรณn de Enfermedades en los Estados Unidos alertรณ de la presencia de un nuevo tipo de neumonรญa en el รกrea de Los รngeles. Ante la falta de herramientas para combatir el brote epidรฉmico, la organizaciรณn pidiรณ 35 millones de dรณlares al gobierno para invertirlos de manera inmediata en investigaciรณn, tratamiento y desarrollo de una cura. Ronald Reagan era presidente y su Casa Blanca decidiรณ que 35 millones de dรณlares era mucho dinero para invertir en una enfermedad que solo afectaba a homosexuales.
Treinta y un aรฑos despuรฉs, Washington volviรณ a ser protagonista de una decisiรณn clave en la lucha contra el sida. El camino es el adecuado, la lucha contra la epidemia del siglo rinde frutos y 34 millones de personas enfermas esperan que las lecciones del pasado sirvan hoy para tomar mejores decisiones. ~
Corresponsal para Telemundo/NBC Universal.